Categoría: TRUE CRIME

  • El caso de los hongos mortales: ¿accidente o asesinato?

    El Festín Mortal de Leongatha: La Verdad Detrás de los Homicidios con Setas

    En la tranquila campiña australiana, donde las comunidades unidas son la norma y la vida transcurre a un ritmo sosegado, un almuerzo familiar se convirtió en el epicentro de una de las historias criminales más escalofriantes y bizarras del país. Lo que comenzó como un intento de reconciliación en torno a una mesa bien servida, se transformó en una trampa mortal orquestada con precisión letal. Un plato exquisito, el Solomillo Wellington, escondía en su interior un veneno silencioso, capaz de destruir una familia y sembrar el pánico en toda una nación. Esta es la historia de Erin Patterson y el misterio que helaría la sangre de cualquiera que se atreviera a indagar en sus oscuros secretos.

    La Anfitriona Enigmática: ¿Quién era Erin Patterson?

    Para entender la complejidad de este caso, es fundamental conocer a la mujer que se encontraba en el centro de todo: Erin Trudy Patterson. Nacida en 1974 como Erin Scutter en Glen Waverley, un próspero suburbio de Melbourne, creció en un ambiente de privilegio e intelecto. Sus padres, Heather y Tudor Scutter, eran académicos respetados, su madre una especialista en literatura infantil en la Universidad de Monash. Este entorno cultivó en Erin un interés por el conocimiento, aunque su trayectoria profesional y académica sería, cuanto menos, ecléctica.

    Comenzó estudiando contabilidad y ciencias en la Universidad de Melbourne, pero pronto dio un giro radical para formarse como controladora de tráfico aéreo, una profesión de alta exigencia en la que se graduó en 2001. Trabajó apenas un año en Airservices Australia antes de abandonar un puesto que, si bien lucrativo, es conocido por su altísimo nivel de estrés. A partir de ahí, su vida laboral fue un mosaico de ocupaciones dispares: colaboró con una protectora de animales, la RSPCA, e incluso trabajó en un quiosco.

    Esta aparente falta de una carrera definida no se debía a una necesidad económica. Todo lo contrario. Erin Patterson gozaba de una posición financiera extraordinariamente cómoda. En 2006, la muerte de su abuela, Ora Scutter, le dejó una herencia colosal de dos millones de dólares australianos, compartida con su hermana. Este dinero le era entregado en generosas mensualidades que le permitían vivir sin preocupaciones. Más tarde, en 2019, el fallecimiento de su madre a causa de un cáncer le reportó otra herencia sustancial, además de una propiedad en Eden, Nueva Gales del Sur. Con esta red de seguridad financiera, Erin podía permitirse el lujo de trabajar en lo que le apeteciera, sin ataduras ni presiones.

    En el plano personal, durante su etapa como aspirante a controladora aérea a mediados del año 2000, conoció a Simon Patterson, un ingeniero con quien se casaría en 2007. Juntos formaron una familia con dos hijos y, tras vivir en varios lugares de Australia, se establecieron en la zona de Korumburra, Victoria, muy cerca de los padres de Simon. Para Erin, que había perdido a sus padres y solo mantenía contacto con su hermana, la familia Patterson se convirtió en su principal núcleo familiar, un pilar fundamental, especialmente para que sus hijos crecieran cerca de sus abuelos.

    Fisuras en la Familia Perfecta

    Sin embargo, la fachada de felicidad familiar comenzó a resquebrajarse. La relación entre Erin y Simon se fue deteriorando con el tiempo, y en 2015, la pareja decidió separarse. Aunque nunca llegaron a formalizar el divorcio, vivían vidas separadas, si bien Simon seguía muy presente en la crianza de sus hijos. Una prueba de su relación cordial, al menos en apariencia, fue que cuando Erin compró un terreno en Leongatha por 260,000 dólares para construir una nueva casa, le pidió a Simon que, como ingeniero, le ayudara con los planos y el diseño. Al fin y al cabo, esa sería la casa donde vivirían sus hijos. En junio de 2022, Erin y los niños se mudaron a su nuevo hogar.

    Pero bajo esa superficie de civilidad, las tensiones crecían. La relación de Erin con la familia de Simon, los Patterson, se había enfriado considerablemente. Un incidente en particular marcó un punto de inflexión. Al hacer su declaración de impuestos, Simon marcó la casilla de divorciado, aunque legalmente no lo estaban. Esta acción, aparentemente trivial, hizo que Erin perdiera ciertos beneficios económicos a los que tenía derecho como mujer casada. Para ella, que siempre se había mostrado generosa, prestando dinero a familiares y amigos sin esperar su devolución, este gesto fue una traición. No era por el dinero en sí, del cual no tenía necesidad, sino por lo que representaba: una jugarreta mezquina por parte de alguien a quien había apoyado incondicionalmente.

    El distanciamiento se hizo más evidente en el ámbito social. A pesar de los nietos en común, Erin sentía que la familia Patterson la excluía deliberadamente. El golpe definitivo llegó cuando se enteró por casualidad, y no por una invitación directa, de la gran fiesta que la familia estaba organizando para celebrar el 70 cumpleaños de su exsuegra, Gail. La invitaron a última hora, casi como una ocurrencia tardía, lo que la hizo sentir profundamente apartada y despreciada por la familia que una vez consideró suya.

    Sumado a esto, Erin lidiaba con sus propias batallas internas. Atravesaba períodos de depresión y problemas de autoestima, llegando a considerar una cirugía bariátrica para perder peso, algo que le acomplejaba enormemente. Este cúmulo de resentimiento, soledad y dificultades emocionales la llevó a aislarse aún más.

    La Última Cena

    Teniendo en cuenta este tenso panorama, la invitación que Erin extendió el 29 de julio de 2023 resultaba, como mínimo, sorprendente. Convocó a su casa a los pilares de la familia Patterson para un almuerzo especial. Les dijo que tenía algo muy importante que comunicarles. Los invitados eran:

    • Gail Patterson (70 años): Su exsuegra. Una mujer jubilada que había trabajado como administradora escolar y era muy querida en la comunidad por su labor de voluntariado. Sufría de problemas de salud, habiendo padecido encefalitis en el pasado.
    • Don Patterson (70 años): Su exsuegro. Un respetado profesor de secundaria que había dedicado más de 25 años a la enseñanza, incluso participando en misiones educativas en Botsuana y China.
    • Heather Wilkinson (66 años): Hermana de Gail y tía de Simon. Era maestra de inglés para mujeres migrantes, una figura dedicada y bondadosa.
    • Ian Wilkinson (68 años): Esposo de Heather y tío político de Simon. Era el pastor de la iglesia bautista local, una persona de profunda fe.

    Simon, su exmarido, también estaba invitado, pero en el último momento, envió un mensaje a Erin para decirle que no asistiría. Las rencillas entre ellos eran demasiado profundas.

    Ese día, los Patterson y los Wilkinson llegaron a casa de Erin sobre las 12:30 del mediodía. La atmósfera, inicialmente tensa, se fue relajando mientras se ponían al día. El plato principal era una elaboración sofisticada: Solomillo Wellington. Fue durante la comida cuando Erin, con semblante grave, les reveló la supuesta razón de la reunión. Les confesó que los médicos le habían encontrado un bulto en el codo y, más recientemente, un tumor en un ovario. Con el historial de cáncer de sus padres, el pronóstico era desolador. Estaba asustada, se sentía sola y no sabía cómo contárselo a sus hijos.

    La noticia conmocionó a los presentes. Ian, como pastor, tomó la iniciativa. Se tomaron de las manos y oraron juntos por la recuperación de Erin, ofreciéndole su apoyo incondicional. Le aconsejaron que fuera honesta con sus hijos y que Simon debía estar a su lado en un momento tan difícil. A pesar de la trágica noticia, el almuerzo se convirtió en un momento de unión. Parecía que las viejas heridas comenzaban a sanar y que, ante la adversidad, volvían a ser una familia. Tras compartir postres que los propios invitados habían traído, la jornada concluyó alrededor de las 8 de la noche. Cada pareja se marchó a su casa, sin saber que habían participado en su última cena.

    El Veneno Silencioso

    Apenas una hora después de despedirse, el infierno se desató. Don Patterson llamó a su hijo Simon, su voz cargada de pánico. Tanto él como Gail estaban terriblemente enfermos, sufriendo vómitos y diarreas incontrolables. Algo en la comida les había sentado fatal. Simon, alarmado, contactó inmediatamente con sus tíos, Heather e Ian, solo para descubrir que se encontraban en la misma situación agónica.

    Los cuatro, personas de edad avanzada, se deshidrataban a una velocidad aterradora. Simon, superado por la situación, llamó a los servicios de emergencia. Dos ambulancias trasladaron a los cuatro enfermos al hospital de Leongatha. Mientras tanto, Simon llamó a Erin para preguntarle si ella también se sentía mal. Ella afirmó que sí, que algo había salido mal, sugiriendo una intoxicación alimentaria accidental.

    En el hospital, los médicos se enfrentaron a un cuadro clínico gravísimo. Los cuatro pacientes estaban en un estado crítico y necesitaban rehidratación intravenosa urgente. Fue entonces cuando un médico, el Dr. Chris Webster, hizo la pregunta clave: ¿qué habían comido en las últimas 24 horas? La respuesta fue unánime: Solomillo Wellington.

    Para el Dr. Webster, esa respuesta fue una revelación terrible. El Solomillo Wellington es una receta que, en la mayoría de sus variantes, incluye una duxelle de champiñones o setas picadas. Los síntomas de los pacientes —fallos orgánicos agudos que comenzaban a manifestarse a nivel hepático— no correspondían a una simple gastroenteritis. Coincidían con la ingestión de una de las setas más mortales del planeta: la Amanita phalloides, también conocida como el hongo de la muerte.

    Esta seta contiene amatoxinas, un veneno que ataca brutalmente el hígado y los riñones. Una vez ingerida, no hay antídoto. La única esperanza para sobrevivir es un trasplante de hígado de emergencia. El Dr. Webster se dio cuenta de que no se enfrentaba a un simple caso de intoxicación, sino a una posible crisis de salud pública. Si Erin había comprado esas setas en un supermercado, podría haber un lote contaminado en circulación, poniendo en peligro a innumerables personas. La situación era de máxima alerta.

    La Sombra de la Duda

    El Dr. Webster necesitaba hablar con Erin de inmediato. Ella era la cocinera, la única que podía decir dónde había comprado los ingredientes. Horas más tarde, Erin Patterson llegó al hospital con una calma exasperante. Se quejaba de ligeros mareos, pero su estado no parecía en absoluto grave. El doctor la llevó a una habitación y le explicó la extrema gravedad de la situación, la posibilidad de una alerta sanitaria y la necesidad urgente de su colaboración.

    La reacción de Erin fue desconcertante. En lugar de mostrar preocupación, se puso a la defensiva, como si la estuvieran acusando personalmente. Afirmó que no había hecho nada malo y, sintiéndose atacada, decidió marcharse del hospital en contra del consejo médico. Las enfermeras intentaron retenerla, suplicándole que se quedara, advirtiéndole que sus síntomas podrían empeorar drásticamente en cualquier momento. El Dr. Webster, desesperado, le rogó que regresara en 45 minutos si se sentía peor y que, si sus hijos también habían comido, los trajera de inmediato.

    Mientras Erin se marchaba, el estado de Gail, Don y Heather se deterioró hasta tal punto que tuvieron que ser trasladados de urgencia al Austin Hospital de Melbourne, el centro de referencia de Victoria para trasplantes e insuficiencias hepáticas. Ian, aunque grave, permaneció en Leongatha.

    Dos horas y media más tarde, mucho después del plazo solicitado, Erin regresó al hospital. Seguía tranquila, afirmando tener molestias leves. Fue entonces cuando soltó una bomba: no solo ella, sino también sus hijos, habían comido el Solomillo Wellington. El pánico se apoderó del personal médico. ¿Cómo era posible que no hubiera traído a sus hijos antes? Erin se justificó diciendo que a los niños no les gustaba el hojaldre y solo habían comido la carne del interior. Una explicación que no tenía sentido, ya que las toxinas de la seta habrían penetrado en la carne durante la cocción.

    Obligada por los médicos, Erin fue a buscar a sus hijos. Un chequeo exhaustivo reveló que tanto ella como los niños estaban en perfecto estado de salud. No presentaban ningún síntoma de intoxicación, ni siquiera la más mínima deshidratación. Sus quejas iniciales parecían haber sido una farsa.

    El Dr. Webster, cada vez más sospechoso por la falta de cooperación de Erin, ya había contactado a la policía para advertir de una posible alerta alimentaria. Ahora, la situación daba un giro aún más siniestro. Decidió llamar a una colega, la Dra. Ronda Stuart, una eminente epidemióloga. La Dra. Stuart llegó al hospital y, tras revisar los informes, coincidió en que todo apuntaba a un envenenamiento por Amanita phalloides. Se reunió con Erin para interrogarla de nuevo.

    Erin, aunque colaborativa en apariencia, era un pozo de vaguedades. Dijo que había seguido una receta de un libro de cocina de la bloguera Nagi Maehashi. Afirmó haber usado una mezcla de setas deshidratadas compradas hacía meses en un supermercado asiático. Cuando la Dra. Stuart le pidió detalles —el nombre de la tienda, el aspecto de la bolsa, el logo—, Erin se encogió de hombros. No recordaba nada. Solo pudo decir que era una bolsa grande, de unos 300 gramos.

    La policía actuó de inmediato. Un equipo de patólogos recorrió los supermercados asiáticos de la zona buscando un producto con esas características. No encontraron nada. Las bolsas de setas deshidratadas eran mucho más pequeñas, de 50 o 60 gramos. La historia de Erin no cuadraba.

    Desmoronamiento de una Coartada

    Mientras la investigación se estancaba, la tragedia se consumaba. El 4 de agosto de 2023, las hermanas Gail Patterson y Heather Wilkinson fallecieron en el hospital. Al día siguiente, Don Patterson también perdió la vida. Ian Wilkinson, su marido, luchaba por la suya, sumido en un coma profundo que duraría siete semanas.

    En medio de su agonía, Heather Wilkinson tuvo un momento de lucidez. Desde su lecho de muerte, con sus últimas fuerzas, le susurró una pregunta a su sobrino Simon que cambiaría el curso de la investigación: ¿Por qué Erin comió en un plato de diferente color? Simon, devastado por el dolor, no procesó la importancia de esa pregunta en el momento. Pero era una pieza clave del rompecabezas. En una mesa cuidadosamente preparada para una comida especial, todos los comensales tenían una vajilla azul, excepto la anfitriona, cuyo plato era de color beige.

    El caso, que ya había causado una enorme alarma social, se convirtió en una sensación mediática. Los periodistas acamparon frente a la casa de Erin. En una entrevista improvisada, cuando le preguntaron si era consciente de que la gente sospechaba de ella, Erin se derrumbó en un llanto histriónico y forzado, un espectáculo que para muchos resultó poco convincente.

    El 23 de agosto, la brigada de homicidios tomó oficialmente las riendas del caso. La fachada de accidente comenzaba a caerse a pedazos. Al interrogar a Simon, descubrieron otro detalle crucial. Cuando él canceló su asistencia, Erin le envió un mensaje de texto molesta, recriminándole que no fuera a venir cuando ella había preparado seis solomillos Wellington individuales. No un gran solomillo para compartir, sino uno para cada invitado. Este método facilitaría enormemente la tarea de envenenar platos específicos, asegurándose de que el suyo y el de sus hijos estuvieran limpios.

    Los investigadores analizaron sus cuentas bancarias y descubrieron que, un mes antes de la comida, Erin había comprado 1.5 kilos de champiñones frescos en un supermercado. Esto contradecía su historia de haber usado setas deshidratadas que tenía guardadas desde hacía meses. ¿Para qué comprar tantos champiñones si ya tenía en casa?

    La policía obtuvo una orden de registro para su casa. Allí encontraron un iPad que contenía fotografías del proceso de elaboración de los solomillos. Una imagen mostraba una báscula de cocina con setas, pero la siguiente foto fue la que lo cambió todo: una deshidratadora de alimentos. Con una deshidratadora, Erin podría haber secado las mortales Amanita phalloides, pulverizarlas y mezclarlas discretamente con los champiñones frescos que había comprado legalmente, concentrando una dosis letal en cada porción envenenada.

    Cuando la interrogaron sobre la deshidratadora, Erin lo negó todo. Dijo que nunca había tenido una, que la foto debía habérsela descargado de internet. El aparato no estaba en la casa. Sin embargo, en un registro más exhaustivo, los detectives encontraron algo que pasó por alto: el manual de instrucciones de la deshidratadora.

    La policía rastreó los vertederos y puntos de reciclaje locales. En las imágenes de una cámara de seguridad de un centro cercano, vieron claramente a Erin Patterson deshaciéndose de la deshidratadora días después del almuerzo fatal. El aparato fue recuperado y los análisis forenses confirmaron la presencia de restos de amatoxinas.

    La pregunta seguía en el aire: ¿de dónde sacó las setas venenosas? La respuesta estaba en su teléfono. Erin había utilizado de forma obsesiva una aplicación llamada iNaturalist, una plataforma de ciencia ciudadana donde naturalistas y aficionados registran la ubicación de flora y fauna. La gente, de buena fe, marcaba en los mapas la localización de hongos venenosos como la Amanita phalloides precisamente para advertir a otros recolectores de setas. Erin no usó la aplicación para evitar el peligro, sino para encontrarlo. Usó el conocimiento colectivo para localizar su arma homicida.

    Finalmente, cuando Ian Wilkinson despertó del coma, su testimonio fue demoledor. Confirmó lo del plato de diferente color y relató la historia del falso diagnóstico de cáncer con la que Erin los había atraído a su casa. Una simple comprobación en los registros médicos de la zona confirmó que Erin Patterson nunca había sido diagnosticada de cáncer. Toda la premisa de la comida era una elaborada mentira.

    El Juicio del Hongo Mortal

    El 2 de noviembre de 2023, Erin Patterson fue arrestada y acusada formalmente de tres cargos de asesinato y cinco de intento de asesinato, incluyendo los de su exmarido Simon en incidentes anteriores de enfermedades intestinales inexplicables, aunque estos últimos cargos serían finalmente retirados por falta de pruebas concluyentes.

    El juicio, que comenzó meses después en la Corte Suprema de Victoria, se convirtió en un espectáculo nacional. La fascinación era tal que algunas cafeterías locales ofrecían desayunos temáticos con tostadas de champiñones. Erin se declaró no culpable, manteniendo que todo había sido un trágico accidente. Su defensa argumentó que ella, una recolectora inexperta, había recogido las setas sin conocer su peligrosidad, una teoría que se contradecía con sus propias declaraciones iniciales.

    La fiscalía, por su parte, presentó un caso abrumador. Detallaron cada pieza de la evidencia: los seis solomillos individuales, el plato de diferente color, la deshidratadora desechada, las búsquedas en la aplicación iNaturalist, la mentira sobre el cáncer y su comportamiento errático y defensivo desde el primer momento. El jurado, compuesto por diez mujeres y cinco hombres, escuchó durante nueve semanas los escalofriantes detalles de un plan meticulosamente ejecutado.

    El motivo, aunque nunca confesado por Erin, parecía claro para los investigadores: un profundo y enconado rencor. Se sentía traicionada por Simon y rechazada por una familia a la que había considerado suya. Incapaz de superar la humillación de ser excluida, y movida por una rabia que había supurado durante años, decidió aniquilarlos. No por dinero, sino por venganza. Quería borrar del mapa a aquellos que, en su mente, la habían despreciado.

    Veredicto y Sentencia

    Tras nueve semanas de juicio, el jurado emitió su veredicto: Erin Patterson fue declarada culpable de los tres cargos de asesinato y del intento de asesinato de Ian Wilkinson. La sentencia final fue dictada poco después: cadena perpetua, con posibilidad de solicitar la libertad condicional solo después de haber cumplido 33 años en prisión.

    Así concluyó uno de los casos más retorcidos de la historia criminal australiana. Una historia que demuestra cómo detrás de la fachada de una vida normal, en la quietud de un barrio residencial, pueden esconderse los monstruos más calculadores. Erin Patterson no necesitaba a nadie; tenía independencia económica y la custodia de sus hijos. Pero su necesidad de control y su incapacidad para aceptar el rechazo la llevaron por un camino de oscuridad del que no habría retorno. El almuerzo en Leongatha no fue un accidente, fue un acto de exterminio disfrazado de hospitalidad, un festín mortal servido con una sonrisa que ocultaba el veneno más letal de todos: el del odio.

  • Elaine O’Hara: Mensajes Ocultos en el Bosque del Terror

    La Sombra en el Prado Verde: El Aterrador Caso de Elaine O’Hara

    En los anales del crimen irlandés, pocos casos resuenan con la misma mezcla de tragedia, crueldad y misterio que el de Elaine O’Hara. Irlanda, la Isla Esmeralda, es un lugar que evoca imágenes de prados interminables, acantilados dramáticos y una hospitalidad legendaria. Su capital, Dublín, es un crisol de historia y modernidad. Sin embargo, bajo esta idílica superficie, se gestó una historia de horror que sacudió los cimientos de la nación y reveló la oscuridad que puede anidar en los lugares más insospechados y detrás de las fachadas más respetables. Esta es una crónica de vulnerabilidad explotada, de un secreto mortal oculto a plena vista y de una investigación que desentrañó un macabro rompecabezas pieza por pieza.

    Una Vida Marcada por el Dolor

    Para entender la tragedia de Elaine O’Hara, es imprescindible conocer la vida que la condujo a su fatídico final. Nació el 17 de marzo de 1976, una fecha cargada de simbolismo en Irlanda: el Día de San Patricio. Este auspicioso comienzo, sin embargo, no fue presagio de una vida feliz. Desde joven, Elaine navegó por aguas turbulentas. Durante sus años de secundaria en el colegio St. Joseph of Cluny, en el sur de Dublín, fue víctima de un acoso escolar implacable, una herida que, como bien sabemos, deja cicatrices imborrables en el alma.

    En medio de esa soledad, encontró un ancla en un amigo cercano, la única persona que parecía comprenderla y apoyarla incondicionalmente. Pero el destino le asestó un golpe brutal cuando este amigo perdió la vida en un trágico accidente de tráfico. Para Elaine, fue la primera de una serie de pérdidas devastadoras que cimentarían en su mente una creencia terrible: que todas las personas que la amaban estaban destinadas a desaparecer.

    El dolor se intensificó años más tarde con la muerte de su madre, Aileen. La pérdida de estas figuras clave, sus pilares emocionales, la sumió en una espiral de desesperación. Sentía que el universo conspiraba para arrebatarle cualquier atisbo de amor y seguridad, dejándola perpetuamente a la deriva en un océano de pena.

    La salud mental de Elaine se convirtió en un campo de batalla constante. A los 16 años, fue diagnosticada con una depresión severa, el inicio de una larga y ardua lucha contra sus propios demonios. A lo largo de su vida, fue ingresada en centros psiquiátricos en 14 ocasiones distintas, la mayoría de ellas tras intentos de quitarse la vida. Su historial médico era un complejo mosaico de dolencias que iban más allá de la depresión: fue diagnosticada con trastorno límite de la personalidad (TLP), asma, diabetes, síndrome de ovario poliquístico y dislexia. Un cúmulo de aflicciones que hacían de cada día un desafío monumental.

    En esta batalla, su padre, Frank, fue su más firme aliado. Se dedicó en cuerpo y alma a encontrar la mejor ayuda posible para su hija, sin escatimar en gastos ni esfuerzos. Gracias a él, Elaine llegó a ser paciente de uno de los psiquiatras más eminentes de Irlanda, el Dr. Anthony Clare. Formado en Dublín y Londres, el Dr. Clare no era un médico cualquiera; era una figura pública, presentador de un influyente programa en la BBC Radio 4 llamado En el asiento del psiquiatra. Su misión era desmitificar la salud mental y acercarla al público general, una idea revolucionaria para la época.

    El Dr. Clare, con su carisma y enfoque empático, logró conectar con Elaine. Comprendió la profundidad de su dolor y trabajó con ella, consiguiendo estabilizarla e incluso reducir su medicación. Parecía que, por fin, Elaine había encontrado un profesional que podía guiarla hacia la luz. Pero la tragedia, una vez más, llamó a su puerta. El Dr. Clare falleció súbitamente de un paro cardíaco. Para Elaine, fue la confirmación de su peor pesadilla: otro pilar fundamental en su vida se desvanecía, reforzando esa paranoia de que estaba condenada a la soledad y al abandono.

    A pesar de este golpe devastador y de posteriores recaídas, Elaine demostró una resiliencia admirable. En 2008, dio un paso gigantesco hacia la autonomía y se independizó, viviendo en varios apartamentos hasta establecerse en Belarmine Plaza, en Stepaside. Continuó su tratamiento con un nuevo psiquiatra, el Dr. Matt Murphy, quien siguió la línea terapéutica de su predecesor.

    Contrario a lo que se podría pensar de alguien con su historial, Elaine luchaba por construir una vida normal. Adoraba a los niños y trabajaba como asistente en una guardería. Además, asistía a clases nocturnas para convertirse en profesora del método Montessori. Su sueño era rodearse de la inocencia y la alegría infantil, quizás como un bálsamo para sus propias heridas. Tenía un coche, un pequeño Fiat Punto, y mantenía trabajos que, aunque no fueran a jornada completa debido a su condición, le permitían una cierta independencia.

    El Dr. Murphy, en sus informes, describió a Elaine como una persona con una autoestima profundamente deteriorada y una propensión al autodaño, pero también destacó sus esfuerzos por mejorar. Mediante terapia cognitivo-conductual y medicación, logró un progreso significativo. En los meses previos a su desaparición, las enfermeras y el propio doctor notaron un cambio en ella. Por primera vez en mucho tiempo, Elaine hablaba del futuro. Expresaba su profunda soledad, pero también su deseo de ser madre y de encontrar una pareja. Había empezado a utilizar aplicaciones de citas, un paso que sus terapeutas interpretaron como una señal muy positiva, un indicio de que estaba abriéndose de nuevo al mundo y a la posibilidad de ser feliz.

    Lo que nadie podía imaginar era que esta búsqueda de amor y conexión, este anhelo tan humano, la estaba conduciendo directamente a las fauces de un depredador.

    Un Aniversario, una Ausencia

    El 22 de agosto de 2012 era un día cargado de un peso emocional inmenso para Elaine O’Hara. Se cumplía una década desde la muerte de su madre. Como un ritual de duelo, se dirigió al cementerio de Shanganagh, en Shankill, para visitar su tumba. Un testigo la vio allí, junto a la lápida, llorando. Era una imagen comprensible, un reflejo del dolor que aún perduraba. Fue la última vez que alguien, aparte de su verdugo, la vería con vida.

    Ese día, Elaine O’Hara se desvaneció. No regresó a su apartamento. Las horas pasaron y la preocupación de su familia creció hasta convertirse en pánico. Su padre y sus hermanos la llamaron incesantemente. Su teléfono sonaba, estaba encendido, pero nadie respondía. Conociendo su frágil estado y su historial de intentos de suicidio, temieron lo peor. Pensaron que quizás, en un día tan doloroso, había sucumbido finalmente a la desesperación.

    Entraron en su apartamento esperando encontrar una escena trágica, pero lo que hallaron fue un misterio aún mayor. La casa estaba vacía. Sobre una mesa, encontraron su bolso, su documentación y su iPhone. Había dejado atrás los elementos esenciales de su identidad. No había rastro de ella. Poco después, encontraron su coche, el Fiat Punto, aparcado junto a la puerta del cementerio. Era como si se hubiera evaporado en el aire.

    Esa misma noche, la familia O’Hara denunció su desaparición a la Garda Síochána, la policía nacional de Irlanda. La investigación comenzó, pero con un sesgo inicial. Dado el historial de Elaine, la teoría principal, casi la única que se barajó con seriedad, fue la del suicidio. No se consideró un secuestro ni un homicidio. Se pensaba que, abrumada por el dolor del aniversario, había decidido poner fin a su vida, quizás arrojándose desde los cercanos acantilados o adentrándose en el mar.

    La propia familia, con el corazón roto, llegó a interiorizar esta posibilidad. Les parecía extraño que hubiera desaparecido sin dejar rastro, ya que sus intentos anteriores siempre habían ocurrido en casa, pero el peso de su historial era abrumador. Se enfrentaban a la peor de las torturas: el duelo sin cuerpo, la incertidumbre perpetua.

    Durante el registro de su apartamento, los agentes de la Garda encontraron algo inesperado. Ocultos, descubrieron una serie de objetos relacionados con prácticas BDSM: látigos, correas y material de bondage. Para la familia, fue un shock. No encajaba con la imagen que tenían de Elaine. Para la policía, en ese momento, fue una curiosidad, un aspecto desconocido de su vida privada que no parecía tener relación con su probable suicidio. Se consideró parte de una vida secreta que, aunque sorprendente, no alteraba la hipótesis principal.

    El tiempo pasó. Los días se convirtieron en semanas, y las semanas en meses. La desaparición de Elaine O’Hara se convirtió en un caso frío, una herida abierta para su familia y un expediente más en los archivos de la policía. Durante más de un año, vivieron en un limbo de dolor, sin respuestas, sin cierre. Un año de silencio.

    La Cacería Secreta de Graham Dwyer

    Mientras la familia O’Hara lloraba a una hija y hermana desaparecida, un hombre en un próspero suburbio de Dublín continuaba con su vida de aparente normalidad. Graham Dwyer era la viva imagen del éxito. Un arquitecto respetado, casado, padre de dos hijos, residente en la afluente zona de Foxrock. De cara al público, era un pilar de la comunidad, un hombre familiar y carismático. Pero detrás de esta fachada pulcra y ordenada, se escondía una mente depravada, consumida por fantasías de una violencia extrema.

    Dwyer no era un simple aficionado al BDSM. Su interés iba mucho más allá. Pasaba horas en internet buscando material gráfico de mutilaciones y asesinatos reales. Se excitaba con el sufrimiento extremo, con la visión de mujeres heridas y sometidas. Sus fantasías no eran un juego de roles; eran un anhelo homicida que buscaba una salida al mundo real.

    Elaine O’Hara, en su vulnerable búsqueda de amor, se adentró en el terreno de caza perfecto para un depredador como Dwyer. Su baja autoestima la hacía sentir indigna del afecto convencional. Creía que nadie podría desearla de una manera "normal". Esta percepción distorsionada de sí misma la llevó a crearse un perfil en Alt.com, una plataforma online para personas interesadas en el BDSM y fetiches. No buscaba necesariamente esas prácticas, sino que pensaba que era el único ámbito donde alguien podría prestarle atención, aunque fuera de una forma que implicara dolor. Fue allí donde su camino se cruzó con el de Graham Dwyer.

    Él se presentó como un "Maestro" dominante y ella, desesperada por cualquier forma de conexión, aceptó el rol de "esclava". Su relación, que se desarrolló principalmente a través de mensajes de texto en teléfonos móviles de prepago que él le proporcionó, no tenía nada que ver con el consenso o el placer mutuo. Era un ejercicio de tortura psicológica y física. Dwyer la manipulaba con una crueldad calculada. Descubrió sus anhelos más profundos, como su deseo de ser madre, y los usó como cebo. Le prometía que, si se sometía a sus deseos, él le daría un hijo, atrapándola en un ciclo de abuso del que ella se sentía incapaz de escapar.

    Los encuentros eran brutales. La ataba, la golpeaba y, lo más aterrador de todo, la apuñalaba. Utilizaba un cuchillo pequeño y afilado para infligirle heridas punzantes en el abdomen, recreando sus fantasías de asesinato sin, en un principio, causar lesiones letales. La obligaba a permanecer desnuda para ver cómo la sangre corría por su cuerpo. Cada acto de violencia era grabado por él para su posterior gratificación privada.

    Entre 2008 y 2012, intercambiaron miles de mensajes. En ellos se revela la dinámica de poder y el terror de Elaine. Él le daba a elegir entre castigos: ser apuñalada, ser colgada o someterse a actos sexuales violentos. Ella, completamente subyugada, le respondía que no podía elegir, que él era el amo y debía decidir por ella. Hubo momentos en que Elaine intentó romper el vínculo. En 2009, cortó el contacto, pero en 2011, Dwyer la encontró de nuevo y la arrastró de vuelta a su red de control con falsas promesas de afecto y la reiterada oferta de un hijo.

    Tras una de sus recaídas, que la llevó a otro intento de suicidio, Dwyer le envió un mensaje escalofriante: La próxima vez, deja que lo haga yo. Te proporcionaré la paz. Te daré un golpe con un martillo y luego acabaré con tu vida. No te enterarás de nada. No era una amenaza vacía; era la verbalización de su plan final.

    En los días previos al 22 de agosto de 2012, el terror de Elaine era palpable en sus mensajes. Dwyer quería llevar su "juego" a un nuevo nivel. Le exigió encontrarse en un lugar al aire libre, aislado, en las montañas de Dublín, el mismo lugar donde más tarde se encontrarían sus restos. Ella suplicó, le rogó que se vieran en su apartamento, un entorno controlado, pero él fue inflexible. Le dio instrucciones precisas: debía ir sin su teléfono personal, solo con el de prepago, depilada y sin ropa interior. Tenía que caminar más allá del cementerio de Shankill y adentrarse en el parque. Los últimos mensajes muestran su confusión y su miedo mientras intentaba seguir sus indicaciones en un terreno desconocido. La trampa estaba tendida.

    La Tierra Habla

    El 10 de septiembre de 2013, más de un año después de la desaparición de Elaine, Irlanda sufría los efectos de uno de los veranos más secos y calurosos de su historia. El nivel del agua en el embalse de Vartry, en el condado de Wicklow, había descendido a mínimos históricos, dejando al descubierto un lecho fangoso que normalmente permanecía sumergido.

    Ese día, un grupo de jóvenes que paseaba por la orilla del embalse se topó con algo inusual: una bolsa de plástico medio enterrada en el lodo. Al abrirla, encontraron un extraño surtido de artículos: grilletes, esposas, una máscara con una mordaza y otros objetos asociados al BDSM. Inicialmente, lo tomaron como una broma, pero uno de ellos sintió que había algo siniestro en el hallazgo y decidió informar a la Garda.

    La policía se tomó el descubrimiento en serio. Rastrearon la zona y, en el fango cercano, encontraron más bolsas. Estas contenían la clave que reabriría el caso de Elaine O’Hara: dos teléfonos móviles de prepago y varias tarjetas SIM. Pero el hallazgo más crucial fue una simple tarjeta de fidelidad de los supermercados Dunnes Stores. Los investigadores contactaron con la empresa y, a través del número de cliente, confirmaron que la tarjeta pertenecía a Elaine O’Hara. De repente, las piezas empezaron a encajar. El material BDSM encontrado en su casa ya no parecía una simple curiosidad.

    Apenas tres días después, el 13 de septiembre, la naturaleza volvió a ofrecer una pista macabra. En la región boscosa de Kilakee, en las montañas de Dublín, una mujer paseaba a su perro, un cocker spaniel. De repente, el perro se desvió del camino, atraído por un olor, y regresó momentos después con un objeto en la boca. La mujer se horrorizó al reconocerlo: era un hueso humano. El perro la guió hasta un matorral, donde encontró más ropa y, finalmente, una mandíbula humana.

    La Garda fue alertada de inmediato. Durante los días siguientes, una búsqueda exhaustiva de la zona permitió recuperar casi la totalidad de un esqueleto humano, junto con restos de ropa y objetos personales. Los análisis dentales y de ADN no dejaron lugar a dudas: los restos pertenecían a Elaine O’Hara. El examen forense del esqueleto reveló una fractura en el hueso hioides, un pequeño hueso en el cuello, una lesión característica de la estrangulación.

    La teoría del suicidio se desmoronó por completo. Elaine O’Hara había sido asesinada. Los hallazgos en el embalse y en el bosque no eran coincidencias; eran las dos mitades de una misma y aterradora historia. La investigación por homicidio comenzó con dos pruebas fundamentales en sus manos: un cuerpo y los teléfonos que contenían la voz de su asesino.

    La Red Digital se Cierra

    Con los teléfonos de prepago en su poder, la unidad de ciberdelincuencia de la Garda inició un meticuloso trabajo de recuperación de datos. Lo que encontraron fue una crónica detallada del abuso y el asesinato. Miles de mensajes de texto reconstruyeron la relación entre un "Maestro" y una "esclava". Los mensajes revelaban las fantasías violentas de Dwyer, sus órdenes, la manipulación psicológica y el miedo creciente de Elaine.

    El análisis de los registros telefónicos fue demoledor. El número del "Maestro" estaba guardado en el teléfono de Elaine. Ese mismo número estaba asociado a un contrato a nombre de Graham Dwyer. Los investigadores utilizaron la triangulación de las antenas de telefonía móvil para trazar los movimientos de ambos el día de la desaparición. Los datos mostraron que el teléfono de Elaine y el teléfono de prepago del "Maestro" se movieron juntos hacia las montañas de Dublín el 22 de agosto de 2012. Aún más incriminatorio, el teléfono personal de Graham Dwyer se apagó sospechosamente durante las horas en las que se cometió el crimen, para volver a encenderse más tarde en la misma zona. Era un intento burdo de crear una coartada que, en la era digital, solo sirvió para señalar su culpabilidad.

    El 17 de octubre de 2013, mientras Graham Dwyer celebraba su 41 cumpleaños rodeado de su familia y amigos, agentes de la Garda irrumpieron en su casa y lo detuvieron por el asesinato de Elaine O’Hara. Durante el registro de su domicilio, se encontró un arsenal de pruebas: vídeos de sus sesiones de tortura con Elaine y otras mujeres, y un historial de búsqueda en internet que confirmaba su obsesión por la violencia extrema. Además, el análisis de ADN de muestras recogidas en el apartamento de Elaine un año antes coincidió con el de Dwyer. Sus fluidos corporales estaban en la escena, un vínculo físico irrefutable.

    La máscara del respetado arquitecto se había hecho añicos, revelando al monstruo que se escondía debajo. Dwyer lo negó todo, manteniendo una actitud arrogante y desafiante, convencido de que la policía no podría probar nada. No podía estar más equivocado.

    Justicia para Elaine

    El juicio contra Graham Dwyer comenzó en 2015 en el Tribunal Penal Central de Dublín y se convirtió en un acontecimiento mediático que mantuvo en vilo a todo el país. Durante 46 días, la fiscalía, liderada por Sean Guerin, presentó un caso abrumador, desgranando metódicamente la montaña de pruebas contra el acusado.

    Expusieron que Dwyer no era simplemente un hombre con fantasías oscuras, sino un depredador que había planeado y ejecutado un asesinato para satisfacer sus deseos. Elaine, con su vulnerabilidad, su soledad y su confianza rota, había sido la víctima perfecta. Los mensajes de texto fueron leídos ante el tribunal, sus palabras llenando la sala de una atmósfera de horror. El jurado escuchó los detalles de la tortura, las súplicas de Elaine y las frías órdenes de Dwyer.

    La defensa intentó argumentar que todo había sido un juego de roles consensuado que salió mal, que la muerte de Elaine fue un accidente o un suicidio asistido. Pero las pruebas eran incontestables. La triangulación de las antenas, el ADN, los vídeos y, sobre todo, la naturaleza de los mensajes, pintaban un cuadro inequívoco de asesinato premeditado.

    El 27 de marzo de 2015, tras menos de cuatro horas de deliberación, el jurado emitió su veredicto: Graham Dwyer fue declarado culpable de asesinar a Elaine O’Hara. El juez Tony Hunt lo sentenció a la pena obligatoria de cadena perpetua.

    El caso de Elaine O’Hara dejó una profunda cicatriz en la sociedad irlandesa. Es una historia que nos habla de la fragilidad de la mente humana y de cómo las heridas del pasado pueden hacer a una persona vulnerable a la más abyecta de las maldades. Nos recuerda que el mal no siempre lleva un rostro monstruoso; a veces, se oculta tras la fachada de la normalidad, en un barrio próspero, en la vida de un padre de familia y arquitecto de éxito.

    La tragedia de Elaine es un sombrío testimonio de los peligros que acechan en la soledad del mundo digital y de la importancia de la compasión y el cuidado de la salud mental. Su vida fue una lucha constante contra la oscuridad interior, pero su final llegó a manos de una oscuridad mucho más terrible que venía de fuera. Su memoria pervive como una advertencia y un recordatorio de que, incluso en los prados más verdes, pueden crecer las sombras más profundas.

  • Este policía se convirtió en el depredador más temido de la ciudad

    La Sombra en el Dormitorio: El Depredador Oculto de Bloomington

    En el corazón de Illinois, a medio camino entre el bullicio de Chicago y la majestuosidad de St. Louis, yace Bloomington, una ciudad que encarna la esencia del Medio Oeste americano. Junto a su ciudad hermana, Normal, alberga dos prósperas universidades y una serie de atracciones culturales, ofreciendo una atmósfera cosmopolita con la calidez de un pueblo pequeño. Sus calles arboladas y sus vecindarios tranquilos proyectan una imagen de seguridad y comunidad. Pero bajo esa apariencia de normalidad, no todos sus habitantes eran tan amigables. Los residentes de Bloomington estaban a punto de descubrir, de la manera más aterradora posible, que uno de los suyos estaba al acecho, cazando víctimas en la oscuridad.

    La Primera Noche de Terror

    Son las 3 de la madrugada. Christy Hasty, una joven de 25 años, es arrancada de un sueño profundo por un sonido desconocido. Lo primero que recuerda es una luz en el umbral de su puerta. Al mirar, distingue una silueta recortada contra el resplandor. Su primer impulso, aún entre la niebla del sueño, es preguntar quién está ahí. Por un instante, se aferra a la idea de que es una pesadilla, que no está completamente despierta. Pero la ilusión se desvanece en un instante.

    Lo siguiente que sabe es que el intruso está sobre ella, una mano tapando su boca con fuerza, el haz de una linterna cegándola. Las órdenes son secas, directas. No te muevas. No grites. No quiero hacerte daño, solo he venido a robar. Pero Christy sabe, con una certeza helada que le recorre la espina dorsal, que lo que está a punto de suceder será mucho peor que un simple robo. Permanece inmóvil, paralizada por el terror, mientras una parte de su mente repite una y otra vez que esto no es real, que es una pesadilla y que va a despertar. Pero sus ojos están abiertos. Sabe que no es un sueño.

    El atacante se mueve con una habilidad que parece ensayada, casi profesional. La hace girar sobre la cama y le ordena colocar las manos detrás de la cabeza. Luego, una por una, las baja a su espalda y las sujeta con una brida de plástico. La opresión es inmediata y dolorosa. A continuación, utiliza cinta adhesiva para cubrirle los ojos y la boca, asegurándose de que no pueda ver ni gritar. Envuelve la cinta alrededor de su cabeza con tal pericia que Christy se da cuenta de que no es la primera vez que lo hace.

    Cuando la vuelve a girar, un dolor agudo le sube por el brazo. La brida está demasiado apretada. Suelta un grito ahogado por la cinta. El intruso reacciona de inmediato, no con ira, sino con una eficiencia escalofriante. Le advierte que no haga más ruidos o le disparará. Susurra que los vecinos duermen, que nadie la oirá, que si vuelve a emitir un sonido, la matará. La amenaza es tan fría y calculada que Christy no duda de su veracidad.

    El hombre la hace rodar de nuevo, corta la brida de plástico y la reemplaza con más cinta adhesiva en sus brazos. Con los ojos vendados y una funda de almohada sobre la cabeza, Christy se sumerge en una oscuridad total, donde el único sentido que importa es el oído. Escucha el movimiento de la ropa de su agresor, y en ese momento, toda esperanza de que fuera solo un robo se desvanece. Sabe lo que viene. Sabe que va a violarla.

    El tiempo se deforma. Lo que pudieron ser minutos se sienten como horas, como una vida entera suspendida en un instante de puro terror. Durante casi todo el tiempo que él estuvo allí, un pensamiento helado se apoderó de ella: iba a morir. Aquel era el final. Todos sus sueños, todos los planes que siempre había querido realizar, se desvanecían en esa habitación oscura.

    Para hacer la situación aún más surrealista y aterradora, su agresor comienza a hacerle preguntas. La bombardea con un interrogatorio que parece fuera de lugar en medio de la brutalidad del acto. Le pregunta si tiene novio, dónde vive él, si vive sola. La forma en que lo pregunta, casi como si ya supiera las respuestas, es desconcertante. Es una tortura psicológica añadida, obligándola a escuchar mientras su boca está sellada con cinta.

    Luego, el atacante revela detalles inquietantes que confirman sus peores sospechas: la ha estado observando. Christy recuerda esa sensación, ese cosquilleo en la nuca que a veces sentía, la impresión de que alguien la miraba. Siempre lo había descartado como paranoia, como un exceso de imaginación. Ahora comprendía que era real. No estaba siendo paranoica; estaba siendo cazada.

    Después de lo que parecieron 45 minutos de infierno, Christy cree que lo peor ha terminado. Pero entonces, su atacante pronuncia las palabras que más temía. Le dice que van a ir a la otra habitación. La guía del brazo hasta el baño. Escucha el sonido del agua corriendo en la bañera y el pánico la inunda de nuevo. Este es el fin. Va a matarla aquí, a ahogarla. No saber dónde está él, qué está haciendo, solo intensifica el terror. No sabe cómo vendrá el golpe final, pero está convencida de que es capaz de cualquier cosa.

    Violada, amenazada con un arma y ahora enfrentándose a la posibilidad de morir ahogada, Christy está más allá del terror. Comienza a entrar en pánico, a llorar. El hombre, con una calma espeluznante, intenta tranquilizarla. Le dice que todo está bien, que no le hará nada, que solo quiere que se siente en la bañera por un minuto. Le corta las ataduras de los brazos y le ordena que se lave, que elimine cualquier rastro de él.

    Mientras Christy se sienta en la bañera, temblando, sin saber si él volverá para matarla, su agresor está ocupado borrando sus huellas. Recoge todas las sábanas y mantas de la cama para llevárselas consigo. Es una maniobra metódica, diseñada para eliminar cualquier evidencia física.

    Finalmente, el silencio. Christy espera, conteniendo la respiración. Cuando está segura de que se ha ido, sale de la bañera. Se arranca la funda de la almohada de la cabeza y la cinta de los ojos. Su cuerpo tiembla incontrolablemente. El miedo a que él siga en la casa, escondido en algún rincón, es paralizante. La cinta alrededor de su cabeza, la que sella su boca, no cede. Corre a la cocina, encuentra unas tijeras y, con manos temblorosas, la corta, llevándose mechones de pelo en el proceso. Lo primero que hace al liberarse es coger el teléfono y marcar el 911.

    La policía llega y Christy se enfrenta a la difícil tarea de revivir cada segundo del incidente. Para los investigadores, la víctima es la clave. Es el único conducto de información, la única persona que sabe exactamente lo que pasó. Necesitan cada detalle: el comportamiento verbal del agresor, qué dijo, qué la obligó a decir; el comportamiento físico, la cantidad de fuerza utilizada; y el comportamiento sexual, el tipo y la secuencia de los actos. Escuchar la historia de una víctima, ver cómo un extraño irrumpió en su santuario y le robó su inocencia en mitad de la noche, es una experiencia desoladora para cualquier agente. Saben que su vida ha cambiado para siempre.

    A pesar de las lagunas en su memoria, un detalle está grabado a fuego en la mente de Christy. Cuando el atacante estaba sobre ella al principio, lo único que podía ver eran sus ojos. Esos ojos la han perseguido desde entonces, apareciendo en sus pesadillas. No es mucho para empezar, pero Christy ofrece otra observación que capta la atención de los investigadores. Está convencida de que su agresor ya lo ha hecho antes. Su actuación fue planificada, siguió un proceso, quería que las cosas se hicieran de una manera determinada. Esto le dice a Christy, y a la policía, que no es un delincuente primerizo.

    Un Patrón Siniestro

    Mientras la policía de Bloomington revisa los detalles del ataque, no pueden evitar notar que algunos elementos suenan inquietantemente familiares. De hecho, cuatro meses antes, a menos de tres kilómetros de distancia, ocurrió otra violación brutal, y las autoridades aún no habían identificado a un sospechoso.

    Las similitudes son escalofriantes. En ambos casos, el agresor llevaba un pasamontañas y ropa oscura. En ambos casos, utilizó una linterna para desorientar a las víctimas y las ató de alguna manera. Y en ambos casos, la conversación fue extrañamente similar, con preguntas sobre sus novios. El detective a cargo no tiene dudas: está investigando los dos casos como si estuvieran relacionados. La idea de que un violador en serie anda suelto por las tranquilas calles de Bloomington es, como mínimo, alarmante.

    La policía sabe que identificar a un sospechoso así no será tarea fácil. A la sociedad le gusta pensar que reconocerá a un violador al verlo, que tendrá un aspecto monstruoso. Pero la realidad es muy diferente. Estos depredadores no son horribles todo el tiempo; de hecho, a menudo se esconden a plena vista.

    La investigación los lleva al caso de Allison Major, una joven de 19 años atacada una semana antes de Navidad. Su compañera de piso estaba fuera por la noche. De repente, se despertó con la fría hoja de un cuchillo de combate presionada contra su garganta. Una voz le susurró que la había estado observando. Los siguientes quince minutos se sintieron como una eternidad mientras el intruso la violaba y aterrorizaba. Llevaba un pasamontañas y ropa oscura.

    A pesar de la terrible experiencia, Allison pudo recordar detalles sobre su atacante: un hombre blanco con barriga, de entre 1,78 y 1,88 metros de altura. Describió cómo el hombre le puso una soga alrededor del cuello y la cegó con una luz brillante. Había venido preparado. Tenía un método que quería seguir, incluso llevaba un lazo pre-atado que le colocó en el cuello.

    Los expertos criminalistas lo tienen claro. Cuando un violador llega a la escena con lo que se conoce como un kit de violación (cinta adhesiva, bridas, guantes, linternas), se enfrentan a un delincuente muy organizado. No solo preselecciona a sus víctimas, sino que lleva consigo todo lo que necesita. Este tipo de delincuente se sitúa en el extremo más depredador del espectro: es frío, calculador y extremadamente premeditado.

    El acto de acechar a la víctima cumple dos propósitos para este tipo de depredador. Primero, le permite seleccionarla y aprender todo lo posible sobre ella y su situación de vida. Segundo, y quizás más importante, está la emoción de la caza. Para estos delincuentes, la caza es tan estimulante, o incluso más, que el asalto en sí. Es una combinación de planificación meticulosa y la descarga de adrenalina de la persecución.

    Durante semanas, la policía de Bloomington se volcó en la investigación. Revisaron a los vecinos, a las personas con las que Allison podría haber tenido contacto, desde un técnico de mantenimiento hasta el mecánico de su coche. Pero no encontraron nada, ningún sospechoso viable. La frustración crecía. Sabían que un depredador andaba suelto, pero no tenían pistas. El hecho de que entrara en las casas sin forzar la entrada y que pareciera saber información sobre las víctimas era extremadamente preocupante.

    Pistas Falsas y un Silencio Inquietante

    Justo cuando la desesperación comenzaba a cundir, la policía recibió una pista que parecía prometedora. El día después del asalto a Christy, unos detectives estaban trabajando en un caso diferente que involucraba a un hombre que había pasado cheques sin fondos y cometido algunos robos. Al hablar con ellos, descubrieron que en ese caso había algunos elementos interesantes que podrían estar relacionados.

    El sospechoso era un hombre llamado Carter Ellison, y la policía ya lo tenía bajo custodia por los otros cargos. Ellison tenía antecedentes de robos en otro condado, incluyendo el hurto de zapatos de mujer. El robo de calzado femenino suele estar relacionado con algún tipo de fetiche, lo que le daba una connotación sexual. Los detectives pensaron que alguien que había cometido robos en casas podría haber escalado a cometer robos y agredir a alguien.

    Durante un registro en la casa de Ellison, los agentes descubrieron un baúl que contenía un verdadero tesoro de objetos sospechosos: videos pornográficos que representaban el uso de cloroformo en mujeres, cinta adhesiva, bridas y zapatos de mujer. Aunque la pornografía no causa la violación, puede validar y reforzar el comportamiento de un agresor. Los violadores violentos a menudo se sienten atraídos por la pornografía violenta, que alimenta sus fantasías sexuales, el motor detrás de los crímenes sexuales.

    Mientras la policía examinaba el ordenador de Ellison en busca de información incriminatoria, también profundizaban en su pasado. Descubrieron que había formado parte del grupo de exploradores local, una especie de grupo de boy scouts que recibe entrenamiento en actividades policiales. Este entrenamiento podría explicar el conocimiento preciso del agresor sobre el procesamiento de la escena del crimen.

    Pero la investigación dio un giro aún más siniestro. Un detective, el oficial Wheeler, tuvo una corazonada. Pensando en cómo el agresor podía identificar a sus víctimas, descubrió que Ellison tenía un amigo que trabajaba en la central de despachos de la policía. Wheeler se preguntó si era posible que Ellison le hubiera pedido a su amigo que verificara las matrículas de posibles víctimas que veía por la calle.

    La corazonada dio sus frutos. Descubrieron que la matrícula de Christy Hasty había sido verificada un par de meses antes de su asalto. La consulta se había realizado desde un terminal de datos móvil dentro de uno de los coches patrulla. El sistema la rastreó hasta un sargento del departamento de policía llamado Jeff Pilo.

    Cuando Wheeler se encontró con el sargento Pilo, le preguntó si recordaba haber verificado esa matrícula. Pilo dijo que no lo recordaba. Cuando le dijeron la hora exacta de la consulta, Pilo afirmó que no podría haber sido él, ya que a esa hora habría estado en la reunión informativa de su turno. Era una coincidencia extraña, pero no inverosímil. Los terminales de datos eran nuevos y todavía tenían fallos. Cualquiera podría haber verificado la matrícula por cualquier motivo. Además, Pilo no tenía ninguna conexión conocida con Ellison o su amigo en la central. Después de una cuidadosa deliberación, la teoría de un cómplice en el departamento de policía no llegó a ninguna parte.

    Y ese no fue el único obstáculo. Después de meses de estudiar el ordenador de Ellison, el caso contra él comenzó a desmoronarse. La evidencia indicaba que estaba interesado en actividades sexuales que simplemente no coincidían con lo que el sospechoso de las violaciones había mostrado. No encajaba.

    El 22 de diciembre de 2003, Carter Ellison, su único sospechoso, se declaró culpable de robo y fraude de cheques y fue enviado a prisión. De repente, la policía se encontró de nuevo en el punto de partida. Pero a medida que la investigación se detenía, curiosamente, también lo hicieron los asaltos. Pasaron de tener dos casos en varios meses a más de un año sin nada. El depredador se había desvanecido.

    Mientras tanto, Christy Hasty intentaba reconstruir los pedazos de su vida destrozada. Vivió un infierno durante meses, sin poder dormir más de una hora seguida, atormentada por pesadillas y ataques de pánico. El terror constante de volver a encontrarse con él, de que volviera a su casa, la consumía. Ningún lugar parecía seguro.

    El Regreso del Monstruo

    Poco más de dos años después de la primera violación, Terry Northcliffe dormía en su cama cuando se despertó con un hombre en su habitación. Al igual que en los incidentes anteriores, el violador le ató las manos con bridas y usó una cuerda pre-atada alrededor de su cuello para controlarla. Luego, con una arrogancia escalofriante, se jactó de que ella no era su primera víctima y que la había estado observando. La violación duró más de una hora. Después, le ordenó bañarse y, antes de desaparecer en la noche, se llevó todo lo que había usado en el crimen, incluidas las sábanas.

    Su modus operandi era claro: estaba haciendo todo lo posible para evitar que la policía encontrara evidencia física. Esto sugería que tenía algún conocimiento de cómo se investigan las agresiones sexuales, o quizás era un ávido espectador de programas de crímenes. Este grado inusual de sofisticación criminal y conciencia de la evidencia era otra faceta de su personalidad que revelaba mucho sobre él.

    Terry Northcliffe, a pesar de haber vivido el momento más horrible de su vida, tuvo la increíble fortaleza de memorizar todos los aspectos de su atacante para poder relatarlos a la policía. Hizo un trabajo tremendo. Informó que su agresor tenía barriga y otro detalle importante: ojos azules. Describió que un ojo parecía estar más bajo que el otro, un rasgo único que llamó la atención de los detectives.

    La policía procesó la escena del asalto de Terry. Y aunque el violador cubrió sus huellas con una habilidad inusual, dejó atrás un envoltorio de condón. Esperaban obtener una huella dactilar, pero no tuvieron suerte. Sin embargo, el error les dio un renovado optimismo. Sentían que el agresor estaba empezando a cometer errores.

    Los investigadores notaron una diferencia clave entre este tercer asalto y los dos primeros. Este fue más largo y complejo. Esto les llevó a creer que se había vuelto más confiado en lo que estaba haciendo. Estaba expandiendo sus fantasías, actuando cada vez más a medida que se sentía más cómodo y, en su opinión, más seguro de que no lo atraparían.

    Como siguiente paso, los investigadores comenzaron un examen caso por caso de todos los depredadores en el área circundante que habían sido condenados por crímenes similares en el pasado. Revisaron la base de datos de libertad condicional, buscando delincuentes sexuales que pudieran haber estado en la cárcel durante el período de inactividad. Confirmaron que su sospechoso anterior, Carter Ellison, seguía tras las rejas, eliminándolo oficialmente de la lista. Pero a pesar de una búsqueda exhaustiva, no encontraron ninguna nueva pista.

    Pasaron otras tres semanas sin avances. Luego, el 25 de enero de 2005, Sarah Calm, una joven de 27 años, regresó a casa después de pasar un día ocupado con su familia planeando su próxima boda. Agotada, se fue a la cama poco antes de las 2 de la madrugada.

    Aproximadamente 20 minutos después de quedarse dormida, se despertó y vio a alguien de pie en la puerta de su habitación. Antes de que pudiera reaccionar, el hombre se abalanzó sobre ella en la cama. Se incorporó y luchó con él durante unos momentos. Él sacó un arma, se la puso en la cabeza y le dijo que si hacía algún ruido, le metería una bala en el cráneo y luego iría a casa de sus padres y acabaría con todos ellos, uno por uno. Y para demostrar que no bromeaba, procedió a recitar la dirección de sus padres.

    El Perfil de un Fantasma

    Sarah se convirtió en la siguiente víctima del violador. Luchó, pero él la amenazó no solo a ella, sino a toda su familia. El agresor intentó colocarle una cuerda anudada alrededor de la garganta, como un collar de ahogo para perros, para controlarla durante el asalto. La respuesta de Sarah fue desafiante. Le dijo que de ninguna manera, que no iba a ponerle eso alrededor del cuello. Que si iba a matarla, tendría que hacerlo en ese mismo momento.

    Cuando el atacante se movió para cubrirle la cabeza con una funda de almohada, ella intentó negociar. Le propuso que simplemente se la pusiera sobre los ojos, para que no pudiera verlo. Sorprendentemente, su agresor accedió. Los expertos lo interpretan como un comportamiento de autoprotección por parte de él. No quería que ella alertara a los vecinos o que opusiera demasiada resistencia. Mientras pudiera proteger su identidad, estaba dispuesto a ceder en ese punto.

    Pero cualquier otra resistencia solo lo provocaba más. Dominada físicamente, con un cuchillo en el cuello, usó su ingenio para sobrevivir. Se dio cuenta de que la situación se estaba volviendo tan violenta que si no empezaba a darle la reacción que él necesitaba, la mataría. Así que, durante todo el calvario, se aferró a dos pensamientos: solo necesitaba llegar al día siguiente para poder ver a su familia, y si él la dejaba vivir, sería el mayor error que jamás hubiera cometido.

    Sarah fue brutalmente violada y aterrorizada durante más de tres horas. Él habló durante todo el asalto, asegurándose de hacerle saber que conocía su horario de trabajo, dónde hacía ejercicio, cómo era su hermana pequeña y la amenazó, y a qué instituto iba su hermano pequeño. Le dijo que había intentado entrar antes y que la había estado siguiendo durante seis meses. De repente, todos esos incidentes aislados que había descartado en el pasado comenzaron a tener un sentido aterrador.

    Una vez que terminó, el violador ordenó a Sarah que fuera al baño. En un momento, la funda de almohada que le cubría los ojos se deslizó, y ella pudo ver bien a su atacante. Tomó notas mentales de todo: la forma en que se movía, cómo se comportaba, qué llevaba puesto exactamente.

    Pareció una eternidad antes de que el agresor la dejara temblando en la bañera. Cuando escuchó la ducha del vecino de arriba, supo que podía salir. Al hacerlo, notó que las sábanas de la cama y la ropa que llevaba puesta habían desaparecido.

    Tras ser atendida en el hospital, una conmocionada Sarah dio su declaración a la policía de Bloomington. Fue entrevistada durante aproximadamente cinco horas, tratando de recordar todos y cada uno de los detalles. Describió sus ojos azules brillantes y afirmó con certeza que si volvía a oír su voz, la reconocería.

    Con el agresor suelto y sin pruebas forenses sólidas, las autoridades comenzaron a replantearse su enfoque. El ritmo de los ataques se estaba acelerando. Tenían que hacer algo. Utilizando la información que habían recopilado de las víctimas, la policía de Bloomington consultó con expertos del FBI para diseñar un perfil de comportamiento completo del violador.

    El perfil era detallado y escalofriante. Se trataba de un delincuente que había pasado mucho tiempo seleccionando a sus víctimas. La progresión de la violencia era evidente y muy peligrosa. El hecho de que se llevara las sábanas y otros objetos de valor probatorio, y que obligara a las víctimas a lavarse, decía mucho sobre quién podría ser. Se trataba de un individuo con tendencias psicopáticas, sin culpa ni remordimientos.

    También sospechaban firmemente que el atacante no era un delincuente común, sino un individuo que llevaba una doble vida. Un agresor tan vicioso como este a menudo puede compartimentar esa personalidad. Podría ser alguien que por fuera parece completamente normal, alguien con dos personalidades distintas. La advertencia del FBI resonaba con una claridad escalofriante: cuando encontraran al sospechoso, sería alguien de quien todos, su familia, sus compañeros de trabajo, sus amigos, dirían que era imposible que fuera él.

    Con la esperanza de generar más pistas, los agentes del FBI recomendaron celebrar una conferencia de prensa para informar al público de sus hallazgos. Después de que la comunidad se enteró de que la policía estaba investigando cuatro agresiones sexuales que podrían estar conectadas, el sentido de urgencia se intensificó. La gente, especialmente las mujeres, dejó de dejar sus puertas sin llave. Ya no se veían mujeres solas por la noche. Los investigadores atacaron el caso con un vigor renovado en un esfuerzo total por atrapar al violador de una vez por todas.

    Durante casi seis meses, los investigadores no encontraron nuevas pistas. Hasta que una noche de junio, una llamada aparentemente inofensiva entró en el centro de despacho del 911. Una mujer informaba de que alguien estaba llamando a su puerta y su perro se estaba volviendo loco. No podía ver quién era.

    La Llamada que lo Cambió Todo

    El oficial que respondió a la llamada se dirigió a la dirección. No quería correr riesgos. Al llegar, sorprendió a un merodeador escondido en las sombras cerca de la casa de Janelle Penn, de 31 años. Le gritó que se detuviera, que era la policía. El hombre lo ignoró y siguió caminando hacia la parte trasera de la casa. En ese momento, el oficial sacó su arma de servicio, gritando de nuevo que se detuviera y le mostrara las manos.

    Cuando el hombre finalmente se giró, el oficial se quedó perplejo. Era el sargento Pilo.

    El 10 de junio de 2006, un oficial que respondía a una llamada de rutina sobre un merodeador se encontró con una situación totalmente inesperada. El hombre que se escondía en las sombras de la casa de Janelle Penn no era otro que el sargento Jeff Pilo, un condecorado veterano de 17 años del Departamento de Policía de Bloomington.

    La confusión era total. El oficial le preguntó al sargento qué estaba haciendo allí. Pilo le dijo que estaba buscando una casa para su suegra. Pero su historia no tenía sentido. Estaba vestido de negro, era en mitad de la noche y no había ninguna señal de venta en los alrededores. Además, negó haber llamado a la puerta de la mujer.

    El patrullero encontró la explicación de Pilo extraña, pero lo dejó ir para poder tomar declaración a Janelle Penn. Ella estaba muy agitada. Le dijo que había escuchado a alguien manipulando la mosquitera en el lado norte de la casa, exactamente donde había encontrado a Jeff Pilo. En ese momento, una bombilla se encendió en la cabeza del oficial. Supo que algo estaba muy mal, que Pilo no estaba buscando una casa. Estaba tramando algo más.

    El oficial informó del extraño encuentro a sus superiores. Al principio, las autoridades no sabían qué pensar. Pero a medida que profundizaban un poco más, no pudieron evitar notar que, en algunos aspectos, Pilo encajaba en la descripción de su violador en serie. Tenía la altura adecuada, la edad adecuada, ojos azules y una barriga prominente. El perfil del hombre de familia, casado, elegido policía del año, encajaba perfectamente con la teoría del FBI de un delincuente que llevaba una doble vida.

    A pesar de las similitudes, a algunos les costaba creer que el veterano de 17 años pudiera ser responsable de una serie de asaltos tan brutales. Era una asignación difícil, pero lentamente, los investigadores comenzaron a construir un caso. Revisaron registros, matrículas que había verificado, horarios de trabajo, tarjetas de fichaje, todo para armar el gran rompecabezas.

    No pasó mucho tiempo antes de que el sargento Wheeler recordara el incidente de casi tres años antes, cuando los registros digitales mostraron que Pilo había verificado la matrícula de una de las víctimas de violación. En ese momento, lo descartaron, pero con la nueva información, revisaron los registros informáticos de 2002. Y pudieron demostrar que, de hecho, había verificado la matrícula de la primera víctima y de la segunda, con aproximadamente 16 minutos de diferencia. Y eso ocurrió antes de cualquiera de sus asaltos. Verificar la matrícula de una víctima podría ser una coincidencia. Pero verificar las matrículas de dos víctimas tan juntas captó la atención del grupo de trabajo sobre violaciones.

    Tres días después, el sargento Jeff Pilo fue arrestado por intento de robo residencial. La gente quedó atónita. Pensar que alguien contratado para proteger a su comunidad podría haberse convertido en un depredador era algo que a la gente le costaba asimilar.

    Los Ojos del Mal

    Pero la investigación estaba lejos de terminar. Para condenar a un oficial de policía condecorado, necesitarían más que pruebas circunstanciales. El 13 de julio, los detectives le mostraron a Sarah Calmi, que ahora estaba casada, una rueda de reconocimiento fotográfica que incluía al sargento Pilo. Ella miró detenidamente y dijo que esa era la persona que había estado en su apartamento, ese era su atacante. Sintió una inmensa sensación de alivio al poder poner un nombre y un rostro a esa persona.

    Christy Hasty, que había pasado los últimos tres años tratando de dejar atrás el ataque, también fue llamada para identificar al sospechoso. La citación la devolvió de nuevo a aquel infierno. Pero cuando vio la foto, lo supo. Eran esos ojos. Esos ojos se le habían quedado grabados todos esos años. No recordaba haber visto su rostro, pero esos ojos, los recordaba.

    Los registros del departamento mostraron que Pilo estaba fuera de servicio durante las cuatro violaciones. Pero, sorprendentemente, estaba de servicio y en la sede de la policía de Bloomington mientras los detectives entrevistaban al menos a dos de las víctimas. Pero eso no era todo. En otro giro retorcido, los investigadores pronto descubrieron que el sargento Pilo había firmado el informe policial de Sarah. Para ella, ese fue el colmo de la bofetada, el acto de máxima crueldad. Que él hubiera dejado su apartamento, ido a trabajar y hubiera sido el sargento de servicio cuando ella fue a denunciar su propia violación.

    El 14 de julio, con identificaciones positivas de tres de las cuatro víctimas, el veterano oficial fue arrestado nuevamente, esta vez por violación, incluyendo 25 cargos de agresión criminal agravada. Pilo negó cualquier implicación, pero durante un registro de su casa, los investigadores encontraron las pruebas cruciales que habían estado buscando durante casi tres años. En el garaje, encontraron una cuerda, un pasamontañas y una pieza de metal con forma de palanca. Tenía su propio pequeño kit allí mismo. Su ordenador también estaba lleno de pornografía que representaba los mismos actos que obligó a sus víctimas a soportar. La policía incluso encontró búsquedas en Internet de violaciones con uniforme, una fantasía que implica a alguien en una posición de autoridad que usa su poder no para proteger, sino para dominar y explotar.

    Finalmente, los examinadores forenses del FBI en Quantico pudieron vincular a Pilo con el asalto a Christy Hasty al encontrar pruebas de rastreo. En la cinta adhesiva utilizada para atarla, encontraron dos fibras de poliéster negras huecas que eran consistentes con las de un pasamontañas encontrado en la residencia de Pilo.

    La conmoción en el departamento de policía fue inmensa. Era uno de los suyos. La conmoción dio paso a la ira. Ser policía es más que un trabajo, es una forma de vida. Y ver a uno de los suyos cometer tales atrocidades, después de haber estado sentado en las salas de interrogatorios con esas mujeres mientras describían lo peor que les había pasado, era una traición insoportable.

    La Justicia Prevalece

    Jeffrey Pilo fue a juicio en mayo de 2008. Solo cinco semanas después, un jurado de seis hombres y seis mujeres lo declaró culpable de 35 cargos, incluidos 25 de agresión sexual criminal agravada. Fue sentenciado a 440 años por sus crímenes.

    Para las víctimas, la sentencia fue una liberación. Un sentimiento abrumador de que ya no tendrían que preocuparse de que esa persona devastara más vidas. El caso también sacó a la luz una dura realidad sobre la agresión sexual, una epidemia silenciosa. Las supervivientes compartieron un mensaje poderoso: no hay vergüenza en ser una víctima de violación. Nada de lo que puedas hacer justifica que alguien te haga eso. Y es posible superarlo, es posible salir adelante.

    Los investigadores elogiaron la fuerza de las víctimas. Fueron mujeres fuertes, astutas, dispuestas a dar un paso al frente y valientes al hacerlo. Ellas fueron las que realmente llevaron a su identificación. Y, en última instancia, así es como la aplicación de la ley funciona mejor, cuando la comunidad y las víctimas confían y colaboran, incluso cuando el monstruo resulta ser alguien que vestía el mismo uniforme que aquellos que juraron protegerlas. La sombra en el dormitorio de Bloomington había sido desenmascarada, pero las cicatrices que dejó en la comunidad y en sus valientes supervivientes perdurarían para siempre.

  • Los 4 de Idaho: El Enigma Resuelto

    La Noche del Terror en King Road: El Silencio Macabro de los Asesinatos de Idaho

    En el corazón del norte de Idaho, en una ciudad universitaria llamada Moscow, la vida transcurría con la tranquila previsibilidad de los lugares donde nunca pasa nada. Moscow no era solo un nombre en el mapa; era un refugio, un lugar clasificado como uno de los más seguros del estado, con una tasa de criminalidad muy por debajo de la media nacional. De sus 25.000 habitantes, casi la mitad eran estudiantes de la Universidad de Idaho, el motor económico y cultural que insuflaba juventud y energía a sus calles. Era un ecosistema de partidos de fútbol, cafeterías bulliciosas, bibliotecas silenciosas y la promesa de un futuro brillante. Sin embargo, en la madrugada del 13 de noviembre de 2022, esa burbuja de seguridad estalló de la forma más brutal e inimaginable, sumiendo a la comunidad en un abismo de miedo y desconcierto. Lo que ocurrió esa noche en una casa de estudiantes en King Road no fue un simple crimen; fue una masacre que parecía arrancada del guion de la película de terror más retorcida, un acto de violencia tan extremo que desafiaba toda explicación. Este es el relato de un caso que se resolvió, pero cuyo eco de dolor y preguntas sin respuesta resuena hasta el día de hoy.

    El Escenario del Horror: La Casa del 1122 de King Road

    Para entender la magnitud de la tragedia, es fundamental conocer el lugar donde se desató el infierno. La casa, hoy demolida, se erigía en el 1122 de King Road, sobre una colina con vistas a los campos de Palouse, a pocos minutos a pie del campus universitario. Era una construcción moderna de tres plantas y 208 metros cuadrados, pero su diseño, adaptado a la pendiente del terreno, era peculiar y crucial para los acontecimientos. Vista desde un lado, parecía una casa de dos pisos; desde el otro, revelaba su verdadera estructura de tres niveles.

    Esta particularidad arquitectónica significaba que la planta baja, la primera, quedaba parcialmente oculta, como un semisótano. La entrada principal tradicional, la que uno esperaría en cualquier hogar, se encontraba en este primer nivel, pero rara vez se usaba. Los residentes y sus amigos solían acceder a la vivienda por una puerta corredera de cristal situada en la segunda planta, que albergaba la cocina y funcionaba como el centro neurálgico de la vida social de la casa. Cada planta contaba con dos dormitorios. La segunda planta era el corazón de la casa, la tercera ofrecía más privacidad y la primera, con sus dos habitaciones, quedaba más aislada del resto. En esta casa, renovada recientemente y por la que pagaban un alquiler considerable, vivían varios estudiantes, y sus puertas, reflejo de la confianza de un pueblo seguro, a menudo permanecían sin cerrar. En el momento de los hechos, el hogar lo compartían varios jóvenes y un adorable perro Golden Doodle llamado Murphy.

    Las Vidas Segadas y las Supervivientes

    La casa de King Road era un mosaico de sueños, amistades y aspiraciones. Cada uno de sus habitantes tenía una historia, un futuro que se extendía prometedor ante ellos.

    Madison Mogen, conocida como Maddie, tenía 21 años. Oriunda de Oregon pero criada en la pintoresca Coeur d’Alene, Idaho, era una estudiante de marketing en su último año. Activa en la hermandad Pi Beta Phi, compaginaba sus estudios con un trabajo de camarera en el restaurante Mad Greek. Maddie era el alma creativa del grupo, una apasionada de las redes sociales que siempre encontraba el ángulo perfecto y la edición ideal para inmortalizar los momentos felices. Soñaba con mudarse a Seattle tras graduarse, trabajar en marketing y formar una familia con su novio, Jack Scringer. Su vínculo más profundo era con su mejor amiga desde la infancia, Kaylee Goncalves. Aunque cada una tenía su propia habitación en la tercera planta, casi siempre dormían juntas, en un gesto de amistad inquebrantable.

    Kaylee Goncalves, también de 21 años, era una joven valiente y de corazón inmenso, según sus padres, Steve y Kristi Goncalves, quienes se convertirían en las voces más visibles y críticas durante la investigación. Kaylee, parte de una familia numerosa de cinco hermanos, ya había terminado sus estudios en General Studies y tenía un trabajo esperándola en Austin, Texas. Sin embargo, decidió prolongar su estancia en King Road para pasar más tiempo con sus amigos, especialmente con Maddie. Su presencia en la casa esa noche fue una decisión motivada por el cariño. Trajo consigo a su perro, Murphy, para esos últimos días. Mantenía una relación intermitente con un joven llamado Jack DuCoeur, con quien sus familias esperaban que finalmente se asentara.

    Xana Kernodle, de 20 años, era pura energía. Descrita como auténtica, divertida y siempre risueña, estudiaba marketing y, al igual que Maddie, pertenecía a la hermandad Pi Beta Phi y trabajaba en el Mad Greek. Criada principalmente por su padre, Jeff, y muy unida a su hermana Jasmine, Xana había encontrado recientemente el amor en Ethan Chapin, de quien estaba profundamente enamorada. Su habitación se encontraba en la segunda planta, el corazón de la casa.

    Ethan Chapin, también de 20 años, no vivía en la casa, pero esa noche se quedó a dormir con su novia, Xana. Ethan era uno de trillizos, junto a sus hermanos Maizie y Hunter, una conexión que sus padres describían como única. Apasionado por los deportes, especialmente el baloncesto y el béisbol, estudiaba Gestión de Recreación, Deporte y Turismo. Formaba parte de una fraternidad donde había conocido a Xana, y su relación era la envidia de muchos.

    Además de las cuatro víctimas, en la casa se encontraban dos supervivientes que dormían en la primera planta, el nivel más bajo y aislado.

    Dylan Mortensen y Bethany Funke, ambas de 19 años en ese momento, eran compañeras de casa y también estudiantes de la Universidad de Idaho. Ellas ocuparían, sin saberlo, el epicentro de un trauma inimaginable y, posteriormente, de una injusta oleada de sospechas por parte de la opinión pública.

    Las Últimas Horas de Inocencia

    La noche del 12 de noviembre de 2022 comenzó como cualquier otra noche de fin de semana en una ciudad universitaria. El aire frío de Idaho, con temperaturas bajo cero, no impidió que los jóvenes salieran a divertirse.

    Madison y Kaylee pasaron la noche juntas. Alrededor de las diez, fueron al Corner Club, un popular bar deportivo, donde permanecieron hasta la una y media de la madrugada. Después, como es costumbre para muchos estudiantes, se dirigieron a un food truck llamado Grub Truck para comer algo antes de volver a casa. Una transmisión en directo desde el food truck capturó sus últimos momentos en público, imágenes que más tarde serían analizadas hasta la saciedad por detectives de internet. En ellas se veía a un hombre con capucha cerca, lo que desató una oleada de especulaciones infundadas que señalaron a un inocente. A la 1:56 de la madrugada, un Uber las dejó en la casa de King Road.

    Entre las 2:26 y las 2:52 de la madrugada, ya en casa, Kaylee y Maddie hicieron varias llamadas a Jack DuCoeur, el exnovio de Kaylee. Las llamadas no obtuvieron respuesta. Inicialmente, este detalle generó confusión, pero la cronología demostró que estas llamadas, probablemente fruto de una noche de fiesta, no tenían relación con el horror que estaba por venir.

    Mientras tanto, Xana y Ethan habían estado en una fiesta de la fraternidad Sigma Chi. Regresaron a la casa de King Road sobre la 1:45 de la mañana. Casi tres horas después, a las 4:00 de la madrugada, Xana recibió un pedido de comida a domicilio de DoorDash, confirmando que a esa hora todavía estaban despiertos y a salvo. Los registros telefónicos mostraron que estuvo navegando en TikTok hasta las 4:12 de la mañana.

    Dylan y Bethany, por su parte, habían vuelto a casa mucho antes, a la 1:00 de la madrugada, y se retiraron a sus habitaciones en la planta baja para dormir.

    La Sombra en la Casa: El Relato de un Testigo Aterrado

    El velo de normalidad se rasgó poco después de las cuatro de la mañana. Dylan Mortensen se despertó sobresaltada por ruidos extraños procedentes del piso de arriba. Escuchó lo que le pareció la voz de Kaylee, pasos y un gemido inquietante. El miedo la paralizó. A las 4:22, envió un mensaje a su compañera de planta, Bethany, pero no obtuvo respuesta.

    En la oscuridad total, Dylan abrió la puerta de su habitación. Escuchó de nuevo los pasos del perro de Kaylee, Murphy, y algo que le heló la sangre: una voz masculina, que no era la de Ethan, diciendo: It’s okay, I’m going to help you (Está bien, voy a ayudarte). Aterrorizada, cerró la puerta.

    Pero la curiosidad y el pánico la llevaron a abrirla una segunda vez. Y entonces lo vio. Una figura masculina, delgada pero de complexión atlética, vestida completamente de negro y con el rostro cubierto por una máscara. Lo único que pudo distinguir fueron unas cejas pobladas. El hombre pasó junto a su puerta sin verla y se dirigió hacia la salida del segundo piso. Dylan, en un estado de shock absoluto, se encerró en su habitación, echó el cerrojo y se quedó petrificada por el terror.

    Lo que siguió fue un silencio denso y pesado. Dylan y Bethany permanecieron en sus habitaciones durante casi ocho horas, atrapadas en un estado de pánico y confusión. La casa, normalmente un hervidero de actividad desde primera hora de la mañana, permanecía en un silencio sepulcral. No fue hasta casi el mediodía cuando la ausencia de noticias de sus amigos alertó a su círculo cercano.

    El Descubrimiento y una Escena del Crimen Demencial

    Preocupados por no poder contactar con ninguno de los residentes, los amigos Emily Allant y Hunter Johnson se presentaron en la casa sobre las 11:30 de la mañana. Encontraron la puerta abierta y entraron a un ambiente de pesadilla. En la planta baja, hallaron a Dylan y Bethany, aterrorizadas pero físicamente ilesas. Ellas no se atrevían a subir, temiendo lo que había ocurrido.

    Según reconstrucciones posteriores, fue Hunter quien subió las escaleras. Al llegar al segundo piso, vio la puerta de la habitación de Xana entreabierta. Al empujarla, se topó con una visión dantesca: Xana yacía en el suelo en un charco de sangre. Ethan estaba en la cama, también sin vida, víctima de múltiples heridas de arma blanca. Hunter bajó corriendo, gritando que llamaran al 911, y, pensando que el agresor aún podría estar en la casa, agarró un cuchillo de la cocina. Fue entonces cuando Emily subió y él le impidió ver la escena, diciéndole que Xana no iba a despertar.

    La llamada al 911 se realizó, pero no por parte de las supervivientes directas, sino de los amigos que acababan de hacer el macabro descubrimiento. La policía llegó esperando encontrar a una persona inconsciente y se encontró con una carnicería.

    La escena del crimen era un testamento de una violencia extrema. En la tercera planta, Kaylee y Madison fueron encontradas juntas en la misma cama. Ambas habían sido apuñaladas múltiples veces. Kaylee presentaba más de veinte heridas, principalmente en cuello, tórax y abdomen, y su rostro había sido brutalmente desfigurado. Madison sufrió heridas fatales en el pulmón y el hígado. Ninguna de las dos presentaba apenas heridas defensivas, lo que sugiere que fueron atacadas por sorpresa mientras dormían.

    En la segunda planta, Xana y Ethan yacían en su habitación. Xana había luchado por su vida; su cuerpo presentaba más de cincuenta heridas, muchas de ellas defensivas en sus brazos y torso. Los gemidos y golpes que Dylan escuchó probablemente provenían de su valiente pero inútil resistencia. Ethan, a su lado, tenía una única y devastadora herida bajo la clavícula que le seccionó arterias vitales, causándole la muerte casi instantáneamente.

    Las paredes, la ropa de cama, el suelo… todo estaba bañado en sangre. La cantidad era tal que se filtraba a través de la estructura exterior de la casa en la parte trasera. No había signos de ataduras ni amordazamiento. Fue un ataque rápido, silencioso y letal.

    En medio del caos y la contaminación de una escena por la que habían pasado cientos de personas en fiestas anteriores, los investigadores encontraron un error fatal del asesino: en el suelo, junto al cuerpo de Madison, había una funda de cuero de un cuchillo de combate tipo Ka-Bar, el arma utilizada por los marines de Estados Unidos. En esa funda se encontró un rastro de ADN masculino y una huella dactilar parcial. Era la primera y más importante pista en la caza del monstruo.

    La Caza del Fantasma del Hyundai Blanco

    La masacre desató una ola de pánico. La universidad canceló las clases y los estudiantes huyeron de Moscow, temiendo que un asesino en serie anduviera suelto. El FBI se unió a la investigación, desplegando a más de 130 agentes. Mientras tanto, la comunidad y el país entero seguían cada detalle, y la presión sobre la policía crecía a un ritmo vertiginoso. El padre de Kaylee, Steve Goncalves, se convirtió en un feroz crítico de la investigación, acusando a las autoridades de incompetencia en varias apariciones televisivas, revelando detalles que la policía mantenía en secreto.

    Tras el análisis de cientos de horas de grabaciones de cámaras de seguridad de la zona, los investigadores se centraron en un vehículo sospechoso: un Hyundai Elantra de color blanco, modelo entre 2011 y 2016, que fue visto merodeando la casa de King Road en repetidas ocasiones la noche del crimen. Las cámaras lo captaron dando varias pasadas entre las 4:04 y las 4:20 de la madrugada, momento en el que se le ve abandonar la zona a gran velocidad. Las mismas cámaras registraron un gemido y un ladrido de perro a las 4:17, corroborando el testimonio de Dylan.

    Identificar ese coche era como buscar una aguja en un pajar. Había más de 22.000 vehículos similares registrados en la región. Pero el 29 de noviembre, un oficial de policía del campus de la Universidad Estatal de Washington (WSU), a solo 10 millas de Moscow, identificó un coche que coincidía con la descripción en el aparcamiento de la universidad. Pertenecía a un estudiante de doctorado llamado Bryan Kohberger.

    Desenmascarando al Monstruo: El Criminólogo Asesino

    La investigación se centró de inmediato en Bryan Christopher Kohberger, un hombre de 28 años que, irónicamente, estaba cursando un doctorado en criminología. Su perfil era, como poco, inquietante. Se descubrió que su teléfono móvil se había desconectado de la red entre las 2:47 y las 4:48 de la madrugada del día de los asesinatos, un intento claro de ocultar su ubicación. Los datos de su teléfono también revelaron que había estado en las inmediaciones de la casa de King Road al menos doce veces en los meses previos al crimen. Y, de forma aún más escalofriante, regresó a la zona para merodear en varias ocasiones después de la masacre.

    Kohberger era un estudiante brillante pero socialmente torpe y con un ego desmedido. Sus compañeros lo describían como altivo y estricto. Su historial académico era una bandera roja gigante. Durante su máster, estudió con la reconocida criminóloga Katherine Ramsland, experta en asesinos en serie. Estaba obsesionado con figuras como Ted Bundy y Dennis Rader (BTK). En un foro de Reddit, llegó a publicar una encuesta para un trabajo académico con preguntas tan escalofriantes como: ¿Cómo planeaste tu crimen? ¿Cómo elegiste a tu víctima? ¿Qué sentiste después? Sus trabajos giraban en torno al deseo de saber qué se siente al matar y la construcción del ego criminal.

    Testimonios posteriores revelaron un lado aún más oscuro. Una mujer que tuvo una cita con él a través de Tinder contó cómo le habló de forma morbosa sobre cuchillos Ka-Bar. Se supo también de su obsesión con Elliot Rodger, el misógino asesino de Isla Vista.

    Mientras la policía estrechaba el cerco, Kohberger cometió otro movimiento arriesgado. A mediados de diciembre, su padre voló a Washington para acompañarlo en un viaje por carretera de casi 4.000 kilómetros de vuelta a casa de sus padres en Pensilvania para pasar las Navidades. Durante ese viaje, fueron detenidos por la policía en dos ocasiones en Indiana por infracciones de tráfico menores. En ese momento, los agentes no sabían a quién tenían delante.

    Una vez en Pensilvania, el FBI montó una operación de vigilancia discreta alrededor de la casa de su familia. Necesitaban una prueba de ADN irrefutable. La consiguieron de la manera más mundana posible: recogiendo la basura de la familia. El ADN obtenido de la basura del padre de Bryan confirmó con una probabilidad abrumadora que el ADN encontrado en la funda del cuchillo pertenecía a su hijo biológico.

    El 30 de diciembre de 2022, un equipo de asalto del FBI irrumpió en la casa y arrestó a Bryan Kohberger. El criminólogo que estudiaba a los asesinos en serie era, en realidad, uno de ellos.

    Justicia, Dolor y un Abismo de Preguntas

    Tras su extradición a Idaho, el proceso judicial se puso en marcha. Se esperaba un juicio largo y mediático, en el que la fiscalía buscaría la pena de muerte. Las familias de las víctimas se preparaban para revivir el horror con la esperanza de obtener respuestas y la máxima justicia posible.

    Sin embargo, en un giro inesperado, Bryan Kohberger llegó a un acuerdo con la fiscalía. Se declaró culpable de los cuatro cargos de asesinato en primer grado y de un cargo de robo (la entrada ilegal en la vivienda se tipifica así en Idaho). A cambio, la fiscalía retiró la petición de pena de muerte.

    Esta decisión fue un nuevo golpe para las familias. Les arrebató la oportunidad de un juicio público donde todas las pruebas salieran a la luz y donde el mundo pudiera ver la magnitud de la depravación de Kohberger. Aun así, durante la audiencia de sentencia, tuvieron la oportunidad de enfrentarse a él.

    Las declaraciones de los familiares fueron un torrente de dolor, rabia y desolación. La madre de Kaylee le dijo: Te espera el infierno. Su padre, Steve, le gritó: Tú solo serás dos iniciales grabadas en una tumba sin nombre. Las hermanas, abuelos y padrastros de las víctimas hablaron de vacío, de futuros robados, de cumpleaños y graduaciones que nunca ocurrirían. Dylan y Bethany, las supervivientes, hablaron de los ataques de pánico, la culpa y la ansiedad constante, y de cómo su rostro se había quedado grabado en sus mentes para siempre.

    A lo largo de toda la audiencia, las familias le rogaron una y otra vez que diera una razón, un porqué. Pero Bryan Kohberger permaneció en silencio, con la mirada vacía, sin ofrecer ni una sola palabra de explicación o remordimiento.

    El juez, visiblemente emocionado y con lágrimas en los ojos, lo llamó un cobarde sin rostro y lamentó no poder ofrecer a las familias la respuesta que tan desesperadamente buscaban. Condenó a Bryan Kohberger a cuatro cadenas perpetuas consecutivas sin posibilidad de libertad condicional, más diez años adicionales por el robo y una multa económica. Pasará el resto de sus días en una prisión de máxima seguridad.

    El caso de los estudiantes de Idaho está legalmente cerrado. El culpable está entre rejas. Pero el misterio central persiste, flotando como una niebla densa sobre la memoria de las víctimas. ¿Por qué lo hizo? ¿Conocía a alguna de las víctimas? ¿Fue Kaylee el objetivo principal, como algunos han especulado? El motivo, esa pieza que, aunque no devuelve la vida, ofrece un cierre a la psique humana, nunca fue revelado. El silencio de Bryan Kohberger es su último acto de crueldad, dejando a las familias y a una nación entera con una herida abierta y una pregunta eterna que resuena en la casa vacía de King Road: ¿por qué?

  • El Regreso Imposible: Un Secreto en la Sombra

    El Camaleón y la Familia que Ocultaba un Secreto: El Extraño Caso de Nicholas Barkley

    Hay historias que desafían toda lógica, relatos que se asientan en la frontera entre el milagro y la pesadilla. Son casos que, una vez que se conocen, se anclan en la mente y se niegan a abandonarla, dejando un rastro de preguntas sin respuesta. La historia de la desaparición y el imposible regreso de Nicholas Barkley es una de esas. Comienza como el anhelado sueño de toda familia que ha perdido a un ser querido: el reencuentro. Sin embargo, lo que se desplegó no fue un cuento de hadas con final feliz, sino un laberinto de engaños, identidades robadas y un secreto familiar tan oscuro que quizás nunca vea la luz. Este es un viaje al corazón de una mentira tan perfecta que casi se convierte en verdad, y al misterio mucho más profundo que esa ment మనసులో மறைத்து పెట్టుకుంది.

    Un Niño Perdido en un Mundo Caótico

    Para entender la magnitud de este enigma, debemos viajar a San Antonio, Texas, y conocer a Nicholas Patrick Barkley. Nacido el 31 de octubre de 1980, era un niño de penetrantes ojos azules y cabello rubio. A primera vista, la imagen de la inocencia americana. Sin embargo, su realidad era muy distinta. Nicholas crecía en un entorno fracturado y volátil. Su madre, Beverlye Dollarhide, luchaba contra una adicción a las sustancias ilícitas y trabajaba agotadoras jornadas nocturnas en un Dunkin’ Donuts para mantener a flote a la familia. Era un empleo precario que apenas les permitía sobrevivir. Del padre de Nicholas no había rastro; se había marchado tiempo atrás, dejando un vacío más en la ya inestable estructura familiar.

    Nicholas, que tenía 13 años en el momento de los hechos, no vivía solo con su madre. La casa era un ir y venir de sus dos medio hermanos, fruto de relaciones anteriores de Beverlye. El mayor, Jackson, de 26 años, había abandonado el hogar familiar, pero regresaba de forma intermitente, arrastrando consigo sus propios demonios y su lucha con las adicciones. La otra hermana, Sherry, vivía por su cuenta en una casa rodante con sus dos hijos, sobrinos de Nicholas. Ella parecía ser la voz más compasiva y consciente del disfuncional ambiente en el que crecía su hermano pequeño, a menudo lamentando la falta de cuidados y estabilidad que sufría el niño.

    El hogar de los Barkley era un microcosmos de caos. Las discusiones, los gritos y la presencia constante de las adicciones eran el pan de cada día. Nicholas absorbió toda esa toxicidad y la canalizó hacia el exterior. Se convirtió en un niño rebelde y problemático. Aunque se ha mencionado la posibilidad de que padeciera TDAH, su comportamiento era el resultado previsible de una infancia sin timón. Tenía un pésimo rendimiento académico, se enzarzaba en peleas con otros niños y su historial de pequeños delitos crecía a un ritmo alarmante. Con solo 13 años, ya lucía varios tatuajes, incluida una letra J en el brazo. Era, además, un escapista consumado. Huía de casa con frecuencia, a veces durante días, pero siempre regresaba. La familia se había acostumbrado tanto a sus fugas que habían dejado de alarmarse, y rara vez las denunciaban a la policía. Para ellos, era simplemente "Nicholas siendo Nicholas".

    La situación se tornó tan insostenible que Beverlye le pidió a su hijo mayor, Jackson, que volviera a instalarse en casa. Su esperanza era que una figura masculina adulta pudiera controlar las constantes escapadas de Nicholas mientras ella trabajaba. La decisión fue un fracaso estrepitoso. La relación entre los dos hermanos era tensa y conflictiva, y la presencia de Jackson, con sus propias adicciones intermitentes, no hizo más que añadir combustible al fuego del caos familiar. Los problemas de Nicholas con la autoridad se agravaron hasta tal punto que el 14 de junio de 1994, tenía una cita ineludible: una audiencia judicial. El juez sopesaba seriamente la posibilidad de internarlo en un centro de menores debido a su creciente historial delictivo.

    La Noche de la Desaparición

    El 13 de junio de 1994, un día antes de esa crucial audiencia, la tensión en la casa Barkley alcanzó su punto álgido. Nicholas y su madre tuvieron una fuerte discusión sobre el inminente juicio. Tras el enfrentamiento, el joven salió de casa para jugar al baloncesto en una cancha cercana, a poco más de un kilómetro y medio de su hogar. Varios amigos lo vieron allí esa tarde, botando el balón, quizás desahogando su frustración. Vestía una camiseta blanca, pantalones cortos y zapatillas deportivas. En su bolsillo, solo unas pocas monedas.

    Más tarde, esa misma tarde, Nicholas utilizó una de esas monedas para llamar a casa desde una cabina telefónica. Quien descolgó el teléfono no fue su madre, sino su hermano Jackson. Nicholas le pidió que le pasara con Beverlye, quería que fuera a buscarlo. Pero Jackson se negó en rotundo. Con una frialdad que resonaría durante años, le dijo que tendría que volver a casa por su cuenta y le colgó el teléfono. Esa fue la última vez que un miembro de su familia escuchó su voz.

    Varias personas afirmaron haber visto a Nicholas caminando por la calle esa noche, en dirección a su casa. Pero nunca llegó. A la mañana siguiente, el 14 de junio, su asiento en la sala del tribunal estaba vacío. Al principio, su ausencia podía interpretarse como un acto más de rebeldía, una forma de evitar las consecuencias de sus actos. Pero cuando la tarde cayó y Nicholas seguía sin aparecer, un pánico genuino, uno que no habían sentido en sus anteriores fugas, se apoderó de la familia. Esta vez era diferente. Acudieron a la policía y denunciaron su desaparición.

    La respuesta de las autoridades fue, en el mejor de los casos, tibia. El departamento de policía de San Antonio conocía de sobra al pequeño delincuente Nicholas Barkley y su historial de escapista. Desestimaron el caso como una fuga más, asegurando a la familia que el chico aparecería en unos días, como siempre hacía. No se destinaron recursos significativos ni se desplegó un operativo de búsqueda serio.

    Pero los días se convirtieron en semanas. Nicholas, que nunca había estado fuera más de tres días, no regresaba. La familia, con sus escasos recursos, empapeló la ciudad con el rostro de su hijo, repartiendo carteles con tiras recortables que llevaban su número de teléfono. El 25 de junio, casi dos semanas después de la desaparición, ocurrió un incidente extraño. Jackson llamó a la policía en mitad de la noche, asegurando que había escuchado un ruido y había visto una figura que reconoció como Nicholas intentando forzar el candado del garaje. Según él, cuando salió para llamarlo, el chico huyó corriendo. La policía investigó, pero no encontró ninguna señal de forcejeo en el candado ni rastro alguno. La conclusión fue que Jackson, probablemente bajo los efectos de alguna sustancia, había tenido una alucinación.

    El tiempo pasó, inexorable y cruel. La esperanza se desvaneció, ahogada por la desesperación y la falta de pistas. La precaria situación económica de la familia les impedía contratar a un detective privado o lanzar campañas de búsqueda a gran escala. El peso de la ausencia de Nicholas los destrozó. Beverlye recayó con fuerza en su adicción a drogas duras, perdió su trabajo y se sumió en una espiral de autodestrucción. Jackson se volvió aún más hermético y solitario, obsesionado con la visión que creía haber tenido, y él también se hundió más profundamente en el abismo de las drogas. Sherry, la hermana, sufría enormemente, carcomida por la culpa y el dolor, sintiendo que la familia le había fallado a un niño que solo necesitaba un hogar estable.

    Pasaron tres largos años. El caso de Nicholas Barkley se enfrió hasta congelarse, convirtiéndose en otra estadística olvidada, un rostro más en un archivo de personas desaparecidas. Para el mundo, era un caso cerrado sin resolución. Para su familia, era una herida abierta que se negaba a cicatrizar. Nadie podía imaginar que, a miles de kilómetros de distancia, en otro continente, el capítulo más extraño de esta historia estaba a punto de escribirse.

    La Llamada desde España: Un Retorno Inconcebible

    El 7 de octubre de 1997, el teléfono sonó en la casa de los Barkley. La llamada, de origen internacional, lo cambiaría todo. Provenía de Linares, una pequeña ciudad en el sur de España. Todo comenzó cuando un turista anónimo contactó a la Guardia Civil española. Informó de que había encontrado a un joven, de entre 14 y 16 años, en un estado lamentable. Estaba desnutrido, sucio, cubierto de heridas y desorientado. Apenas balbuceaba un español rudimentario.

    Cuando los agentes llegaron a la cabina telefónica desde donde se había realizado la llamada, el turista ya no estaba. Pero el chico sí. Estaba asustado, no quería hablar, aunque parecía entender lo que le decían. Los agentes lo llevaron a comisaría y, posteriormente, a un centro de menores. Fue allí, en ese entorno seguro, donde el joven finalmente rompió su silencio.

    Poco a poco, con un acento extraño, comenzó a tejer una historia escalofriante. Dijo que su nombre era Nicholas Barkley. Afirmó haber sido secuestrado tres años atrás en Estados Unidos por una red de militares que lo habían traficado a Europa. Describió un infierno de abusos inenarrables, un cautiverio brutal que lo había dejado física y psicológicamente destrozado. Los trabajadores del centro, conmocionados, pusieron el caso en manos de una jueza. En la comisaría y en el centro disponían de archivos de niños desaparecidos de todo el mundo. Al cotejar los datos que el joven proporcionaba —nombres, fechas, descripciones—, encontraron una coincidencia asombrosa: el perfil de un niño desaparecido en San Antonio, Texas. Nicholas Barkley.

    La jueza, aunque albergaba ciertas reservas, quedó profundamente conmovida por el relato del muchacho. La historia era coherente con la de un superviviente de un trauma extremo. Autorizó el contacto con la familia Barkley en Estados Unidos. Imaginen la escena: una llamada desde un pequeño pueblo de España a un hogar roto en Texas, anunciando que el hijo que daban por muerto había sido encontrado.

    La primera en recibir la noticia fue la hermana de Nicholas, Sherry. La policía estadounidense actuó como intermediaria. La emoción la desbordó. Exigió hablar por teléfono con su hermano de inmediato. En esa primera conversación a través del Atlántico, lo primero que el supuesto Nicholas le dijo fue: "Te quiero. Soy yo, te quiero mucho". Para Sherry, que llevaba tres años viviendo con un agujero en el alma, esas palabras fueron la confirmación definitiva. No había duda en su corazón.

    Sin pensarlo dos veces, Sherry tomó un avión y cruzó el océano. Al llegar a Linares y ver al joven, lo abrazó y lo reconoció como su hermano perdido. El 18 de octubre de 1997, tres años y cinco meses después de su desaparición, Nicholas Barkley regresaba a San Antonio. Su familia lo recibió con los brazos abiertos, en una escena de lágrimas, abrazos y alivio.

    La noticia explotó en los medios de comunicación. Era la historia perfecta: el niño perdido que regresa de entre los muertos, el hijo pródigo que vuelve a casa tras sobrevivir a un horror inimaginable. Se convirtió en un símbolo de esperanza, una resurrección mediática que cautivó al país. Nicholas, ahora un adolescente de 16 años, se adaptó de nuevo a la vida familiar. Parecía haber superado el trauma con una sorprendente resiliencia. Hablaba abiertamente de su terrible experiencia, relatando con detalle los abusos sufridos a manos de sus captores militares. Su familia escuchaba con el corazón encogido, atribuyendo su locuacidad a una forma de procesar el trauma.

    Sin embargo, bajo la superficie de esta feliz reunión, había detalles discordantes, piezas que no encajaban en el rompecabezas. Eran anomalías tan evidentes que resultaba increíble que nadie pareciera notarlas, o que, si las notaban, decidieran ignorarlas.

    Las Grietas en la Fachada de la Verdad

    El milagro del regreso de Nicholas Barkley comenzó a mostrar fisuras casi de inmediato. La primera y más flagrante era el color de sus ojos. El Nicholas que desapareció a los 13 años tenía unos inconfundibles ojos azules. El joven que regresó de España tenía los ojos marrones. Cuando se le preguntó al respecto, su respuesta fue tan fantástica como su historia de secuestro: sus captores le habían inyectado sustancias que le habían cambiado el color de los ojos.

    No era la única discrepancia. Su acento era marcadamente europeo. No sonaba como un estadounidense que había perdido fluidez por falta de práctica; sonaba como un extranjero hablando inglés. Luego estaban los tatuajes. El verdadero Nicholas tenía varios. Este joven solo tenía uno, la J en el brazo, y los demás habían desaparecido misteriosamente. Físicamente, también había algo extraño. Aunque tenía el pelo teñido de rubio, sus raíces oscuras eran evidentes. Lucía una incipiente sombra de barba y poseía una voz profunda y grave, impropia de un chico de 16 años. Incluso la policía, en su momento, había elaborado un retrato robot de cómo se vería Nicholas con el paso de los años. El joven que regresó no se parecía en nada a esa proyección.

    A pesar de esta abrumadora cantidad de señales de alarma, la familia Barkley lo aceptó sin la menor vacilación. Lo integraron de nuevo en sus vidas. Volvió al instituto. Era un chico diferente al rebelde que se fue; ahora era cariñoso, afectuoso, siempre buscando el contacto físico con su familia. Se fue a vivir con su hermana Sherry en su casa rodante, junto a sus sobrinos. Para el mundo exterior, la familia estaba simplemente feliz de tener a su hijo de vuelta, dispuesta a pasar por alto cualquier cambio como una cicatriz del trauma que había soportado.

    La fascinación mediática por el caso no disminuyó. Varios programas de televisión querían contar la increíble historia de Nicholas. Uno de ellos, un programa de corte sensacionalista llamado Hard Copy, decidió producir un reportaje en profundidad. Para ello, contrataron a un veterano investigador privado llamado Charlie Parker. Su misión era simple: investigar la vida de Nicholas y preparar una biografía para el programa. Fue este hombre, un observador externo y experimentado, quien finalmente tiraría del hilo que desharía toda la trama.

    Parker concertó una entrevista con Nicholas en la casa familiar. Lo primero que le llamó la atención fue una gran fotografía del Nicholas niño que colgaba en la pared. El investigador miró la foto y luego miró al joven sentado frente a él. La conclusión fue instantánea e inequívoca: no era la misma persona. Las estructuras faciales, la forma de la cara, la mirada… nada coincidía. No era una cuestión de maduración; era, sencillamente, otra persona.

    Durante la entrevista, las sospechas de Parker no hicieron más que crecer. El acento europeo, la calma con la que relataba una historia espeluznante, la ausencia de los gestos de un superviviente de trauma… todo le resultaba anómalo. Entonces, el investigador recordó un detalle crucial de la fisonomía humana: las orejas. Como las huellas dactilares, la forma de las orejas es única en cada individuo y no cambia significativamente con el tiempo. Discretamente, le pidió al cámara que grabara un primerísimo plano de las orejas del joven.

    Más tarde, en su oficina, Parker comparó esas imágenes con vídeos caseros del verdadero Nicholas de niño que la propia familia le había proporcionado. El veredicto fue demoledor. Las orejas no coincidían en absoluto. En ese momento, Charlie Parker supo que no estaba ante un niño recuperado, sino ante un impostor. Comprendió la gravedad de la situación: un desconocido se había infiltrado en una familia vulnerable, usurpando la identidad de su hijo desaparecido. Esto no era solo una mentira; era un delito.

    Con las pruebas en la mano, Parker se puso en contacto con el FBI. Le costó que le tomaran en serio, pero finalmente consiguió hablar con una agente llamada Nancy Fisher. Casualmente, Fisher había estado presente en el aeropuerto cuando Nicholas llegó de España y, desde el primer momento, había tenido la misma sensación que Parker: aquel joven parecía mucho mayor de 16 años. Con el FBI ahora implicado, la investigación se aceleró. Los agentes comenzaron a interrogar a Nicholas, cuyas respuestas se volvieron cada vez más evasivas. La familia lo defendía a capa y espada, pero la presión de las autoridades era implacable. Finalmente, exigieron lo inevitable: una prueba de ADN para confirmar, de una vez por todas, el parentesco entre el joven y la familia Barkley.

    El Camaleón: La Verdadera Identidad de Frédéric Bourdin

    Los resultados de la prueba de ADN no dejaron lugar a dudas. No existía ninguna coincidencia genética. El joven que se hacía llamar Nicholas Barkley no solo no era hijo de Beverlye Dollarhide, sino que ni siquiera era estadounidense.

    Su verdadero nombre era Frédéric Pierre Bourdin. No tenía 16 años, sino 23. Había nacido el 13 de junio de 1974 en Nantes, Francia. Y su historia era tan trágica como retorcida. Bourdin era un impostor en serie, un hombre sin identidad propia que había dedicado su vida a robar las de otros, especialmente las de niños desaparecidos. Su infancia había sido un calvario. Hijo de una madre que no lo quería y de un padre argelino al que nunca conoció, creció sintiéndose un extraño, un paria. Su madre era negligente, alcohólica y cruel, llegando a fingir enfermedades para manipularlo emocionalmente.

    Desde muy joven, Bourdin se sintió vacío, sin un sentido de pertenencia. Y encontró una forma de llenar ese vacío: inventarse vidas. Comenzó con pequeñas mentiras en el colegio y escaló hasta crear identidades completas. Huía de casa y aparecía en otra ciudad, contando historias desgarradoras sobre padres muertos en accidentes para ser acogido en orfanatos. No buscaba dinero ni poder. Lo único que anhelaba era el amor y la aceptación que sentía que nunca había tenido. Quería ser parte de una familia, cualquier familia.

    Suplantar a Nicholas Barkley fue su obra maestra. En septiembre de 1997, se encontraba en Linares, España, sin papeles y sin dinero. Sabía que si lo detenían, sus huellas dactilares lo delatarían, ya que figuraban en las bases de datos de la Interpol por sus anteriores engaños en varios países europeos. Cuando la Guardia Civil lo encontró y lo llevó a un centro de menores, supo que tenía que actuar rápido. En la comisaría, mientras lo dejaron solo un momento, vio un folleto con información sobre niños desaparecidos. Y allí estaba el rostro de Nicholas Barkley.

    Con una inteligencia y una astucia extraordinarias, Bourdin construyó su engaño. Memorizó los datos del folleto. Para obtener más información, se hizo pasar por un trabajador social en una llamada telefónica a las autoridades estadounidenses, preguntando por el caso. Cuando finalmente habló con Sherry, supo exactamente qué decir para tocar su fibra sensible. La llegada de la hermana con un álbum de fotos familiares fue un golpe de suerte que no desaprovechó: mientras ella le mostraba las imágenes con nostalgia, él memorizaba cada rostro, cada nombre, cada detalle. Cuando aterrizó en Texas, ya sabía quién era su madre, su hermano Jackson, sus sobrinos… Estaba preparado para interpretar el papel de su vida. Incluso se había tatuado una J en el brazo con la tinta de un bolígrafo para aumentar la credibilidad.

    El 6 de marzo de 1998, Frédéric Bourdin fue detenido. La máscara había caído. Durante el proceso, no mostró arrepentimiento, solo una extraña resignación. Dijo ser "prisionero de sí mismo". La prensa lo apodó "El Camaleón". Fue condenado a seis años de prisión por perjurio y falsificación de documentos. Los psicólogos que lo evaluaron determinaron que sufría graves trastornos de personalidad, pero el juez consideró que la crueldad de su engaño merecía una pena considerable. Se dice que, a lo largo de su vida, Bourdin ha llegado a suplantar cientos, si no miles, de identidades.

    La historia del impostor había llegado a su fin. Pero el verdadero misterio, el más oscuro y perturbador de todos, acababa de comenzar.

    El Secreto Inconfesable de la Familia Barkley

    Con la detención de Bourdin, una pregunta se cernía sobre todo el caso, una pregunta tan grande y pesada como un elefante en una habitación: ¿Cómo fue posible que la familia Barkley no se diera cuenta? ¿Cómo pudieron aceptar a un hombre francés de 23 años, de ojos marrones y acento europeo, como su hijo adolescente desaparecido? ¿Era un caso de negación masiva, un deseo tan desesperado de que Nicholas volviera que estaban dispuestos a aceptar a cualquiera? ¿O había algo más?

    El propio Bourdin ofreció una pista escalofriante. En una de sus declaraciones, pronunció una frase que redefinía toda la narrativa: "Yo no robé una identidad, me la ofrecieron". Según él, esperaba que en cualquier momento la familia lo desenmascarara, que dijeran "tú no eres Nicholas". Pero eso nunca ocurrió. Lo aceptaron sin preguntas, sin dudas. "Era como si necesitaran que yo fuera Nicholas", afirmó. "Como si ya supieran que el verdadero Nicholas no iba a volver".

    Esta afirmación abrió la puerta a una teoría terrible, una que sugería que la familia no fue una víctima pasiva del engaño de Bourdin, sino un cómplice activo. Una teoría que postulaba que sabían perfectamente que él era un impostor, y que su llegada les vino como anillo al dedo para ocultar un secreto mucho más siniestro.

    Los focos de esta teoría se centran en Jackson, el hermano mayor. Su relación con Nicholas era notoriamente mala. La vuelta de Jackson a casa justo antes de la desaparición había empeorado la vida del joven. Además, había detalles sospechosos en el comportamiento de la familia tras la desaparición. Estaban acostumbrados a las fugas de Nicholas, pero en esta ocasión, denunciaron su ausencia casi de inmediato. ¿Por qué la repentina urgencia? ¿Y por qué fue Jackson el único que afirmó haber visto a Nicholas merodeando por la casa semanas después, en un avistamiento que la policía consideró una alucinación? ¿Era un intento de crear una coartada, de hacer creer a todos que Nicholas seguía vivo y simplemente se había fugado?

    La teoría más oscura sugiere que la noche del 13 de junio de 1994, la noche de la desaparición, ocurrió una tragedia dentro de la casa Barkley. Que la discusión entre Nicholas y su madre escaló, o que quizás hubo un enfrentamiento con su hermano Jackson. Una pelea que, accidental o intencionadamente, terminó con la vida del joven Nicholas. Y que la familia, en un pacto de silencio, ocultó el cuerpo y fingió una desaparición más.

    Desde esta perspectiva, la llegada de Frédéric Bourdin tres años después no fue una desgracia, sino una solución perversa. Un impostor que reclamaba ser Nicholas era la tapadera perfecta. "Demostraba" que el chico había estado vivo todo ese tiempo, cerrando el caso y alejando cualquier posible investigación sobre lo que realmente pudo haber sucedido en aquel hogar caótico. Por eso lo aceptaron sin preguntas. No importaba que no se pareciera, que tuviera los ojos marrones o acento francés. Lo único que importaba es que el mundo creyera que Nicholas Barkley había vuelto.

    Nunca sabremos la verdad completa. En 1998, poco después de que todo el engaño saliera a la luz, Jackson Barkley murió de una sobredosis a los 30 años. Se llevó sus secretos a la tumba. Beverlye, la madre, siempre ha defendido su inocencia y la de su familia, atribuyendo el engaño a la bondad y la ingenuidad de su hija Sherry. Pero las dudas persisten. El elefante en la habitación sigue ahí, invisible para quienes no quieren ver.

    El caso de Nicholas Barkley es una historia con dos misterios. El primero, el del Camaleón Frédéric Bourdin, está resuelto. Es la historia de un hombre roto que buscaba una identidad en las vidas de otros. Pero el segundo misterio, el que realmente importa, permanece sin respuesta: ¿Qué le pasó al verdadero Nicholas Barkley? Su desaparición dejó un vacío que fue llenado por una mentira. Y esa mentira, aceptada con una complicidad escalofriante, sugiere que a veces la verdad es un fantasma mucho más aterrador que cualquier engaño.

  • La Búsqueda de Tyrrell Toma un Giro Inesperado

    La Sombra del Hombre Araña: El Enigma sin Resolver de William Tier

    En el tranquilo pueblo de Kendall, en la costa medio-norte de Nueva Gales del Sur, el tiempo parece haberse detenido en una mañana soleada de septiembre de 2014. Fue ese día cuando un niño de tres años, vestido con un traje de Spider-Man, desapareció sin dejar rastro del jardín de su abuela de acogida. Lo que siguió fue una de las investigaciones de personas desaparecidas más grandes y desconcertantes en la historia de Australia, un laberinto de pistas falsas, sospechosos inverosímiles y teorías desgarradoras que, una década después, sigue sin ofrecer respuestas. Este es el misterio de William Tier, un niño cuyo rostro sonriente se ha convertido en un símbolo nacional de inocencia perdida y de una verdad que se niega a ser encontrada.

    Tres Años de Silencio y un Detective Desesperado

    Para cuando William Tier llevaba tres años desaparecido, la policía se ahogaba en un mar de información. La lista de personas de interés todavía contenía casi 700 nombres. Entre las pistas legítimas, se veían inundados por avistamientos falsos, llamadas de broma y profecías de videntes que no llevaban a ninguna parte. La frustración era palpable.

    En el tercer aniversario de la desaparición de William, el detective principal, Gary Jubilant, habló públicamente sobre el caso por primera vez en doce meses. Con el estatus de William como niño de acogida ahora de dominio público, el detective Jubilant intentó acallar los rumores persistentes. Dejó claro que tanto los padres de acogida como los biológicos habían sido descartados de la investigación. Insistió en que los padres de acogida de William lo estaban criando en un hogar cálido y amoroso y que no tenían nada que ver con su desaparición.

    El detective Jubilant hizo un llamamiento desesperado, pidiendo a cualquiera con información que se presentara, pero especificando el tipo de pista que realmente necesitaban. Dijo que habían pasado tres años y debían ser realistas. No estaban interesados en avistamientos de un niño con un traje de Spider-Man jugando en el aparcamiento de un McDonald’s. Lo que les interesaba eran personas con información genuina. Esa información podría venir de alguien que tuviera preocupaciones sobre un conocido, un familiar, por la forma en que reaccionaban cuando se mencionaba el nombre de William Tier. Les interesaba hablar con esas personas, asegurando que podían hacerlo en la más estricta confidencialidad, y animó a esas personas a dar un paso al frente.

    Admitió que, aunque sonara contraintuitivo decir que estaban progresando, cada día aprendían más sobre lo que sucedió en ese momento y eliminaban a personas de la lista. Era un progreso lento y doloroso. No consideraban esto un éxito ni por asomo, pero no iban a rendirse. Una vez más, la policía recorrió las casas de Kendall, con la esperanza de que el paso del tiempo pudiera impulsar a alguien a hablar. Pero si alguien sabía algo, permanecía tan hermético como siempre.

    Sin embargo, lo que el detective Jubilant no reveló públicamente fue que había fijado su mirada en alguien.

    El Vecino Vigilante: Paul Savage

    Paul Savage era un jubilado de casi 80 años que vivía en Benaroon Drive, justo enfrente de la abuela de acogida de William, Mary Saunders. Su porche delantero miraba hacia la parte trasera de la casa de Mary, donde William fue visto jugando por última vez. La policía había entrevistado a Savage en las primeras etapas de la investigación y descubrió un detalle crucial: era la única persona, fuera de la familia de acogida de William, que había escuchado a los niños jugar afuera la mañana en que William desapareció.

    Según Savage, la mañana del viernes 12 de septiembre de 2014 había comenzado como cualquier otra. Alrededor de las 8:30, había salido a dar su paseo diario por el bosque detrás de su propiedad. Después, desayunó en su terraza trasera antes de ocuparse de la casa en preparación para un próximo viaje para recoger a su hermano del hospital.

    Aproximadamente a las 10:35, la esposa de Paul Savage, Heather, se fue a su partida semanal de bingo en Laurieton. Savage había acompañado a Heather a su coche, pero dijo que no había oído ninguna conmoción en la calle. Solo se enteró de que William había desaparecido alrededor de las 11:00 a.m., cuando un vecino llamó a su puerta para informarle.

    Savage dijo a la policía que inmediatamente fue a buscar a William por los senderos cortafuegos en el bosque detrás de su propiedad. Buscó durante dos horas antes de encontrarse un poco perdido. Finalmente, encontró el camino a casa y se sentó a tomar una taza de té. Poco después, alrededor de la 1:30 p.m., llegaron algunos parientes de Heather para una visita previamente acordada, y todos se unieron a una búsqueda en línea. Savage afirmó que continuó buscando hasta alrededor de las 7:00 p.m. y luego durante todo el fin de semana, deteniéndose solo el lunes para su viaje por carretera para recoger a su hermano del hospital en Lismore, que estaba a cuatro horas en coche.

    La declaración de Heather Savage a la policía respaldaba la versión de los hechos de su esposo. Se había ido al bingo aproximadamente a la misma hora en que se pensaba que William había desaparecido. Las imágenes de CCTV del Kendall Tennis Club confirmaron que el coche de Heather había salido del pueblo a las 10:42 a.m. Dijo que no había visto ni oído a nadie ni nada fuera de lo común en ese momento.

    Aunque no había nada aparentemente sospechoso en Paul Savage o sus movimientos, el detective Gary Jubilant no podía quitarse de la cabeza la sensación de que algo no cuadraba. Con Heather en el bingo, no había nadie que pudiera corroborar sus movimientos entre las 10:35 a.m. y la 1:30 p.m. del día de la desaparición de William. También le pareció extraño al detective Jubilant que Paul Savage dijera que se había perdido en el bosque durante su búsqueda, dado que caminaba por la zona todos los días.

    Savage también tenía fama entre los lugareños de ser un poco entrometido. Por lo tanto, al detective Jubilant le resultó extraño que afirmara haber vuelto a casa a tomar una taza de té sin consultar con nadie para ver si habían encontrado a William. Si podía ser curioso cuando no pasaba gran cosa, ¿por qué mantenerse al margen cuando un drama genuino se desarrollaba a su alrededor?

    Estos factores por sí solos no eran incriminatorios, pero se convirtieron en un punto de interés para el grupo de trabajo después de un incidente peculiar. Se colocaron cámaras encubiertas en el bosque que rodeaba la casa de un hombre al que la policía había apodado Gorilas en la niebla. Una de las cámaras desapareció y resultó que Paul Savage la tenía. Se quedó con la cámara durante seis semanas antes de denunciarla en la comisaría. En ese momento, las sospechas del detective Jubilant se intensificaron.

    Investigó a Savage y descubrió que su casa no había sido registrada hasta tres días después de la desaparición de William. No se le había pedido que proporcionara una declaración de testigo hasta dos semanas después. Cuando Paul Savage condujo a Lismore el lunes después de la desaparición de William, su coche tampoco había sido detenido ni registrado. Teóricamente, si Savage hubiera estado involucrado en la desaparición de William de alguna manera, esto le habría dado una ventana de tiempo considerable para deshacerse de cualquier evidencia.

    Resultó que Savage también había exhibido algunos comportamientos extraños en el pasado. La cartera local tenía una orden de alejamiento contra él por acoso, y la abuela de acogida de William, Mary, le dijo a la policía que Savage a menudo aparecía en su casa sin ser invitado. Afirmó que una vez se quedó de pie fuera de sus puertas de cristal, simplemente observándola adentro. Estas interacciones habían hecho que Mary se sintiera tan incómoda que se había acercado a Heather Savage y le había pedido que hablara con su esposo al respecto.

    Los investigadores del grupo de trabajo plantearon varias teorías centradas en los Savage. Incluso consideraron la posibilidad de que Heather pudiera haber atropellado accidentalmente a William con su coche al salir para el bingo, y que Paul Savage hubiera hecho todo lo posible para protegerla encubriéndolo. O tal vez fue el propio Savage quien atropelló accidentalmente a William. Conducía un Nissan Pajero 4×4, que a los ojos de un niño de tres años podría haber parecido un Land Rover. Los investigadores teorizaron que William podría haber visto el coche de Savage, confundirlo con el de su padre de acogida y correr hacia él, solo para ser atropellado accidentalmente. También consideraron la posibilidad de que William pudiera haber entrado en la propiedad de los Savage y que hubiera ocurrido algún otro tipo de accidente.

    Para cuando los Savage entraron en el radar del grupo de trabajo, Heather Savage ya no podía proporcionar una declaración. Había fallecido seis meses después de la investigación de William Tier. Su muerte dejó a su esposo devastado. Durante un mes, llevó una foto de Heather colgada del cuello.

    El detective Gary Jubilant no necesariamente pensaba que Paul Savage estuviera involucrado en la desaparición de William, pero sí creía que podría ser lo más cercano que la policía tenía a un testigo presencial. También quería estar seguro de que había cubierto todas las bases antes de eliminarlo como persona de interés. A pesar de cierta resistencia de otros miembros del grupo de trabajo que no creían que Savage tuviera nada que ver, el detective Jubilant organizó órdenes judiciales que autorizaban la instalación de dispositivos de escucha en su casa, coche y teléfono.

    Susurros en la Oscuridad: La Vigilancia de Savage

    Los oficiales encargados de escuchar los cientos de horas de archivos de audio de la vigilancia encubierta de Savage descubrieron que tenía la costumbre de hablar solo. Mientras realizaba su vida diaria en casa, a menudo conversaba en voz alta, a veces con su esposa fallecida. La mayoría de sus murmullos eran irrelevantes, pero algunos despertaron aún más las sospechas del detective Jubilant.

    Queriendo investigar o eliminar a Savage de su investigación de una vez por todas, Jubilant ideó un plan. Los oficiales esconderían un traje de Spider-Man sucio a lo largo de los senderos del bosque detrás de su propiedad y filmarían su reacción de forma encubierta. Si tenía una respuesta extrema o intentaba ocultar el traje, tendrían más razones para sospechar que estaba ocultando algo. Más importante aún, si Savage sabía dónde estaban los restos de William, ver el traje podría obligarlo a visitar ese sitio, llevando inadvertidamente a la policía al cuerpo de William.

    El plan se llevó a cabo la mañana del miércoles 26 de julio de 2017, menos de dos meses antes del tercer aniversario de la desaparición de William. Como era de esperar, Paul Savage se levantó y salió a dar su paseo matutino habitual por los senderos del bosque detrás de su casa. Cuando se acercó al área donde se había plantado el traje de Spider-Man, pasó unos pasos, luego se inclinó y se detuvo durante aproximadamente 12 segundos. Savage luego regresó a casa sin informar nada a la policía.

    Esa noche, los dispositivos de escucha en la casa de Savage lo grabaron diciéndose a sí mismo: Sabes que te quiero, ángel. La he fastidiado.

    Los investigadores estaban divididos. Algunos estaban convencidos de que Savage había visto el traje y se había detenido para mirarlo más de cerca, mientras que otros creían que no había notado el traje en absoluto y que casualmente se había detenido para mirar otra cosa. El traje de Spider-Man se dejó junto al sendero del bosque nuevamente a la mañana siguiente. Esta vez, Savage se detuvo y pinchó el disfraz con el pie. Luego se dio la vuelta, caminó a casa y llamó a la policía para informar del avistamiento.

    Dos días después, los dispositivos de escucha capturaron a Savage hablando solo una vez más. Dijo algo como: Bueno, voy a entrar en tu propiedad también. Este es mi lugar. Estás en mi lugar. Haces lo que yo quiero. Oye, no estoy interesado en tu… colega. Eres un niño pequeño. No eres nadie. Tú no me dices a mí. Yo te digo a ti. Ya te lo dije.

    El detective Jubilant todavía no sabía qué pensar de Paul Savage. Muchos otros en el grupo de trabajo pensaban que estaba persiguiendo una pista muerta, pero Jubilant no estaba preparado para descartarlo por completo. En agosto de 2017, el detective Jubilant llevó a Savage a interrogar. Pensó que si lo interrogaba con suficiente presión, podría sentirse obligado a decir algo incriminatorio cuando regresara a casa. Pero Savage mantuvo firmemente que no tenía nada que ocultar. Negó con vehemencia las teorías policiales de que él o Heather podrían haber matado accidentalmente a William, diciendo que de ninguna manera ninguno de los dos haría daño a un niño. También negó haber visto el traje de Spider-Man en el bosque la primera vez que pasó junto a él.

    Pero mientras Savage conducía a casa desde el interrogatorio, el dispositivo de escucha en su coche lo grabó diciendo: Asegúrate de no decírselo a nadie, cariño. Van directamente a por mí. No se lo digas a nadie, cariño, por favor. Van directamente a por mí. Lo siento.

    Al mes siguiente, Savage fue grabado en casa diciéndose a sí mismo: Van a encontrar algo. Mamá, no me delates. Vale. Oh, mamá, ¿qué hago?

    Aunque estas grabaciones eran a la vez extrañas y convincentes, no probaban nada. Para entonces, el equipo de vigilancia había acumulado miles de horas de audio de Paul Savage, y no había tiempo suficiente para escucharlo todo. Muchos de los oficiales querían seguir adelante, pero a principios de octubre de 2017, Savage dijo algo que el detective Jubilant no pudo ignorar.

    En una conversación grabada con su hija sobre si había visto o no el traje de Spider-Man ese primer día, comentó: No vi el traje. De memoria, solo vi una cosa blanca en el suelo que estaba cubierta de tierra.

    El detective Jubilant quedó atónito. El traje de Spider-Man que William Tier llevaba el día que desapareció tenía un motivo de araña blanca en la espalda, pero este detalle nunca se había hecho público. Era algo que solo la persona que se lo llevó podría haber sabido. El traje plantado en el bosque tampoco tenía una araña blanca. De hecho, no tenía nada de blanco, solo rojo, azul y negro. Entonces, ¿por qué, se preguntó el detective Jubilant, Paul Savage recordaba haber visto una prenda de vestir blanca?

    Jubilant quería presionarlo sobre este detalle en una llamada telefónica, pero para entonces, las órdenes de intervención telefónica habían expirado. Los dispositivos en la casa de Savage todavía estaban presentes, pero significaba que la parte de la conversación de Jubilant no quedaría registrada. Esto podría presentar un problema si Savage alguna vez acusaba al detective de decir algo problemático más adelante. Ya se había quejado de haber sido tratado mal durante los interrogatorios policiales. Para cubrirse, el detective Jubilant decidió poner la llamada en altavoz y luego usar su propio móvil para grabar la conversación.

    Jubilant llamó a Savage y le preguntó sobre el traje de Spider-Man que había visto en el bosque. Savage repitió sus afirmaciones de que solo había visto un trozo de tela blanca, pero no mencionó el rojo o el azul del traje. Todavía no había ninguna razón sólida para sospechar que tuviera alguna implicación en la desaparición de William, pero el detective Jubilant creía que había suficientes señales de alerta para seguir persiguiéndolo. Durante los meses siguientes, visitó a Paul Savage en su casa varias veces más para interrogarlo. Sabiendo que los dispositivos de escucha encubiertos en la casa de Savage producían audio de baja calidad y que sus baterías a veces se agotaban, el detective Jubilant grabó en secreto sus conversaciones en su teléfono móvil para asegurarse de tener un registro claro de lo que se decía. A pesar de sus esfuerzos, la presión constante que aplicó no llevó a ninguna parte, y el grupo de trabajo no estaba más cerca de realizar ningún arresto.

    El Lado Oscuro de Kendall: Otros Sospechosos

    Mientras tanto, había otro nombre que había surgido varias veces durante la investigación de la desaparición de William Tier que no podía ser ignorado: Frank Abbott.

    Frank Abbott era un anciano de unos 70 años que se ganaba la vida haciendo trabajos esporádicos y recogiendo chatarra. En el momento de la desaparición de William, vivía en condiciones precarias en una caravana a 10 kilómetros al norte de Kendall. Conocido por algunos habitantes del pueblo como un viejo verde, Abbott aparentemente tenía la costumbre de hacer que la gente se sintiera incómoda. No era de fiar cerca de los niños, y muchos padres advertían a sus hijos que se mantuvieran alejados de él.

    Frank Abbott ya era conocido por la policía, ya que tenía un largo historial que incluía varios cargos por allanamiento de morada, robo, delitos con armas de fuego y fuga. En el momento en que William Tier desapareció, estaba en libertad bajo fianza después de ser acusado de abusar sexualmente de una niña de 8 años.

    El interés del grupo de trabajo en Abbott creció después de que una mujer que vivía al otro lado del prado de él afirmara haber escuchado el grito de dolor de un niño pequeño proveniente de la dirección donde vivía Abbott el día después de la desaparición de William. Desde entonces, Abbott aparentemente había hecho algunos comentarios extraños. Cuando la policía registraba la casa del reparador de electrodomésticos Bill Spedding, Abbott supuestamente le dijo a dos personas que la policía estaba buscando en el lugar equivocado. A otro, afirmó que había olido un cadáver en el bosque cerca de Logan’s Crossing, un área a 4.7 km al norte de Kendall. Abbott supuestamente dijo que no era un animal porque conocía la diferencia entre el olor de un canguro muerto y el de un humano muerto.

    Ese comentario por sí solo era incriminatorio. En 1968, Helen Harrison, de 17 años, desapareció mientras iba en bicicleta hacia su casa en el suburbio de Morelia en Sídney. Una semana después, su cuerpo semidesnudo fue encontrado enterrado en una tumba poco profunda al suroeste de Sídney. Le habían robado su reloj y 20 dólares en efectivo. Frank Abbott fue señalado como persona de interés, pero sus padres respaldaron su coartada de que había estado en casa en el momento en que Helen desapareció, y no había otra evidencia que lo vinculara con el crimen. El asesinato de Helen permaneció sin resolver durante décadas hasta principios de la década de 1990, cuando Frank Abbott cumplía condena por delitos no relacionados. Mientras estaba en prisión, Abbott supuestamente confesó a un compañero de celda que era responsable de la muerte de Helen Harrison. Finalmente, se enfrentó a un juicio por el asesinato de Helen, no una, sino dos veces. El paso del tiempo y la muerte de testigos críticos hicieron que el primer jurado no pudiera llegar a un veredicto, y el segundo lo declaró no culpable. Abbott a menudo se jactaba de haber evitado el cargo de asesinato, y un local dijo que lo veía como una insignia de honor.

    Frank Abbott también tenía una conexión con otra persona de interés en la investigación de Tier. Se rumoreaba en el pueblo que Abbott había estado diciendo a varias personas: Sé dónde está William Tier. ¿Por qué no revisan la casa de Jeff Owen?

    Jeff Owen era un electricista cualificado y un operario general de unos 60 años que vivía en una caravana en la propiedad de al lado de Frank Abbott. Se sabía que los dos hombres eran amigos y habían sido vistos conduciendo juntos en el pasado. Los lugareños desconfiaban un poco de Owen, quien supuestamente tenía esquizofrenia y una vez había matado al perro de un vecino después de no tomar su medicación. Entró en el radar de la policía después de que se revelara que tenía una conexión directa con la abuela de acogida de William, Mary Saunders. Owen era el manitas de Mary, y había sido contratado para reparar su terraza a mediados de septiembre de 2014. A las 9:10 de la mañana de la desaparición de William, Owen había llamado a Mary para hacerle saber que el trabajo se retrasaría debido a una estancia inesperada en el hospital. Mary no había atendido la llamada ya que estaba afuera viendo a los niños montar en bicicleta en ese momento.

    La policía hizo algunas averiguaciones y descubrió que Jeff Owen y Frank Abbott habían trabajado juntos en algunos trabajos de reparación en el pasado. Consideraron la posibilidad de que Owen pudiera haberle ofrecido el trabajo de reparación de la terraza de Mary a Abbott, quien luego pasó por la propiedad y se encontró con William, secuestrándolo en un momento de oportunidad. Pero cuando se le interrogó, Jeff Owen negó ser amigo de Frank Abbott. Dijo que eran meros conocidos y que a veces le había llevado en coche.

    Frank Abbott no tenía carné de conducir ni coche propio, pero más investigaciones revelaron que tenía acceso a uno. Su amigo Ray Porter conducía un viejo Commodore familiar blanco similar al que la madre de acogida de William afirmó haber visto en Benaroon Drive la mañana de la desaparición de William. Según algunos testigos, Ray a menudo se lo prestaba a Abbott.

    Para 2018, Frank Abbott estaba en prisión a la espera de un próximo juicio por delitos sexuales infantiles no relacionados cuando la policía lo interrogó sobre William Tier. Afirmó que el día que el niño desapareció, había estado en el pueblo cercano de Wauchope. Dijo que había hecho algunos trabajos de reparación en una tienda de comida para llevar antes de almorzar en la Iglesia Unida y luego hacer un depósito en el banco. Abbott negó tener nada que ver con el secuestro de William, pero insinuó que sabía quién lo hizo. Abbott le dijo a la policía que deberían investigar a Tony Jones, el delincuente sexual infantil condenado que había compartido celda momentáneamente con el reparador de electrodomésticos Bill Spedding.

    El Reparador de Lavadoras y la Inquisición Mediática

    La investigación sobre la desaparición de William había expuesto una verdad incómoda: la cantidad de delincuentes sexuales que habían elegido la vida tranquila de la costa medio-norte para establecerse. Pero el reparador de electrodomésticos Bill Spedding no era un delincuente sexual condenado. Aunque seguía siendo una persona de interés en la investigación de William Tier para 2018, no se había descubierto nada más que lo vinculara con el crimen.

    En marzo de ese año, Spedding enfrentó un juicio por los cargos de agresión sexual infantil de 1987 en su contra. La mujer en el centro de las acusaciones era la exesposa de Spedding. No pudo proporcionar ninguna prueba convincente de las afirmaciones, diciendo que había perdido archivos cruciales. En el estrado, las dos presuntas víctimas de Spedding se mostraron reacias. Como adultos, admitieron que no tenían memoria de que el abuso hubiera tenido lugar.

    Para mediados de 2018, el caso se acercaba a su cuarto aniversario sin grandes avances, y la policía de Nueva Gales del Sur comenzaba a ser criticada. Se tomó la decisión de remitir el caso al forense para una investigación formal. La policía dijo a los periodistas que una investigación les daría la oportunidad de probar la información y las pruebas recopiladas por el Strike Force Rosann y les permitiría avanzar en la investigación. Como mínimo, solidificaría formalmente que la desaparición de William fue el resultado de la intervención humana y proporcionaría otro paso para obtener respuestas para sus seres queridos.

    Junto con la investigación, la policía anunció que se llevaría a cabo una nueva búsqueda importante en el bosque detrás de Benaroon Drive. A diferencia de la búsqueda inicial, que se centró en encontrar a un niño perdido, esta sería una búsqueda forense de un radio de 3 km centrada en encontrar pruebas como restos humanos o ropa. El objetivo era descartar con certeza forense que William no se había perdido en el bosque y había muerto. La búsqueda se llevó a cabo el martes 19 de junio de 2018. Durante cuatro semanas, recorrieron el escarpado bosque, excavando entre la hojarasca mientras los rastreadores GPS registraban cada uno de sus movimientos. Se descubrieron varios artículos, pero nada que pudiera vincularse con William Tier.

    El Cazador Cazado: La Caída del Detective Jubilant

    Mientras la policía comenzaba la monumental tarea de reunir un expediente de pruebas para el forense, se reveló que alguien en el grupo de trabajo había hablado sobre la decisión del detective Gary Jubilant de grabar sus conversaciones con el vecino de Mary, Paul Savage, sin una orden judicial. Al hacerlo, Jubilant había violado la Ley de Dispositivos de Vigilancia, un delito penal que conllevaba una sentencia máxima de 5 años de cárcel. A Jubilant se le imputaron cuatro cargos y se le entregó un documento legal que le informaba que ya no podía hablar con los miembros del grupo de trabajo ni con la familia de William Tier.

    Con la investigación a punto de comenzar, esto fue un golpe importante. El detective Jubilant había estado al frente de la investigación del homicidio de William durante casi cuatro años y conocía el caso mejor que nadie. También había establecido una estrecha relación con los padres de acogida de William, y ellos confiaban en él para obtener apoyo. El detective Jubilant luchó por continuar trabajando en el caso, aunque solo fuera en calidad de asesor. Para gran decepción de Peter y Angela, su solicitud fue denegada. Sintiéndose como si tuviera pocas opciones, Jubilant renunció a la fuerza policial mientras esperaba el juicio por los cargos en su contra, que tenía la intención de defender enérgicamente.

    En la audiencia de dos semanas de Gary Jubilant, su abogada defensora afirmó que tenía tanto un derecho legal como una necesidad operativa para grabar sus conversaciones con Savage para protegerse de cualquier queja futura que el hombre pudiera presentar. Argumentó que Jubilant tenía derecho a un grado de indulgencia debido a su servicio público ejemplar, calificando este como un caso excepcional sobre un hombre excepcional.

    La fiscalía argumentó que una posible queja futura no podía considerarse un interés legítimo para justificar la grabación sin una orden judicial. Jubilant fue finalmente declarado culpable de cuatro cargos de violar la Ley de Dispositivos de Vigilancia y se le impuso una multa de 10.000 dólares. El magistrado que dictó la sentencia criticó la persecución constante de Paul Savage por parte de Jubilant, acusándolo de menospreciar y humillar al anciano sin pruebas, pistas ni testigos que sugirieran que tuviera algo que ver con la desaparición de William. Jubilant apeló la condena, diciendo que preferiría ir a la cárcel que pagar por hacer trabajo policial, pero perdió la apelación.

    El Inquérito: Confesiones y Grietas en la Verdad

    Mientras todo esto sucedía, la salud de Ray Porter, el hombre de Kendall, empeoraba. Ray era el amigo de Frank Abbott que conducía un viejo Commodore familiar blanco similar al que Angela afirmó haber visto en Benaroon Drive la mañana de la desaparición de William. A principios de 2019, Ray vivía en una residencia de ancianos y no le quedaba mucho tiempo de vida. Queriendo quitarse algo de encima, entabló una conversación con una enfermera llamada Kirsten. Ray confiaba en Kirsten porque pensaba que tenía una cara honesta. Supuestamente le dijo que el viernes 12 de septiembre de 2014, condujo para recoger a su mejor amigo de un cobertizo detrás de la escuela de Kendall. Cuando llegó allí, su amigo tenía un niño pequeño y adorable con él. Ray afirmó que había conducido a su amigo y al niño 300 km al norte. Kirsten preguntó si el niño era William Tier. Ray supuestamente respondió: Sí. Ray nunca le dijo a Kirsten el nombre de su amigo, pero solo había hablado de tener dos amigos, uno de los cuales se llamaba Frank.

    Cuando el inquérito comenzó en marzo de 2019, los tribunales aclararon que Paul Savage ya no era considerado una persona de interés. El inquérito, que estaba programado para celebrarse en varias entregas, comenzó estableciendo la situación familiar de William.

    Una de las pruebas más convincentes en el caso de William fue la ahora infame fotografía que su madre de acogida, Angela, había tomado menos de una hora antes de su desaparición. Sin embargo, durante el inquérito, surgió una acusación impactante con respecto a la foto. Los metadatos de la cámara digital de Angela mostraban que la foto había sido tomada a las 9:37 a.m. del viernes 12 de septiembre de 2014. Sin embargo, el expediente de pruebas reveló que la marca de tiempo había sido alterada, y que la foto original había sido tomada a las 7:39 a.m.

    Al ser presentados con esta evidencia, los padres de acogida de William negaron vehementemente haber alterado las marcas de tiempo de ninguna manera. La explicación de Angela fue que no ajustó el reloj correctamente cuando compró la cámara. Era una razón bastante simple, pero los escépticos no la creyeron. El forense ordenó a la policía que llevara a cabo una investigación urgente sobre esos minutos desaparecidos inexplicables. Al revisar el contenido de la cámara, los examinadores descubrieron otra foto que había sido tomada 11 días antes de la desaparición de William. Un televisor en el fondo había capturado la transmisión en vivo de un programa de noticias matutino, que presentaba un reloj en pantalla. La hora que se mostraba era 118 minutos antes que la que mostraba la marca de tiempo de la cámara, lo que demostraba la afirmación de Angela de que simplemente nunca había ajustado el reloj incorporado de la cámara para empezar.

    Pero también se plantearon algunas preguntas sobre otros detalles que Angela había proporcionado, incluido el sedán de color oscuro que afirmó haber visto detenerse momentáneamente en la entrada de un vecino la mañana en que William desapareció. Cuando la policía la interrogó por primera vez, Angela dijo que no pudo ver al ocupante. En una entrevista con el detective Jubilant años después, Angela describió al conductor como un caballero mayor con el pelo canoso. En el inquérito, su historia cambió significativamente. Angela dijo que tuvo una vista muy clara del conductor, describiéndolo como un hombre grande que parecía tener unos 50 años, con un cuello grueso, barriga cervecera, piel curtida y pelo pelirrojo ralo. Angela testificó que los dos se miraron a los ojos y el hombre le dirigió una mirada desafiante como diciendo: Te estoy observando.

    Uno de los primeros aspectos en los que se centró el inquérito fue la posible implicación del reparador de electrodomésticos Bill Spedding en el secuestro de William. Rápidamente se hizo evidente que no todo era como parecía en el juicio mediático. Spedding siempre había mantenido que la mañana que William desapareció, él y su esposa habían cenado en un café antes de asistir a la asamblea escolar de su nieto. La policía tenía un extracto bancario que confirmaba la visita al café, y resultó que había algunos testigos que podían corroborar su coartada, con al menos un padre testificando haber visto a Spedding en la asamblea. Con todas estas pruebas sacadas a la luz en el inquérito, quedó claro que la policía se había equivocado de hombre. Bill Spedding fue descartado como persona de interés.

    Para marzo de 2020, el inquérito sobre la desaparición de William Tier llegó a su segundo año cuando dos testigos presentaron un testimonio impactante. Una era una mujer que operaba como cuidadora de acogida de emergencia. Le dijo al tribunal que en 2017 estaba acogiendo a dos jóvenes hermanos de 7 y 10 años. Una tarde, la hija adolescente de la mujer estaba cuidando a los niños cuando el hermano mayor, Jeffrey, supuestamente se volvió hacia ella y dijo: Sé quién se llevó a William Tier. El comentario sorprendió a la adolescente, ya que pareció salir de la nada. Mientras Jeffrey hablaba, su hermano Matthew lo miró con los ojos muy abiertos de miedo. Advirtió a su hermano que dejara de hablar, pero Jeffrey continuó. Afirmó que William estaba muerto y que lo habían metido en una maleta. En cuanto a la persona que lo mató, fue Frank Abbott.

    Jeffrey y Matthew eran supervivientes del abuso sexual de Abbott, los mismos crímenes por los que cumplía condena en prisión. La adolescente le contó a su madre la revelación del niño, y ella interrogó a los hermanos más a fondo. Preguntó por qué Matthew estaba tan decidido a que Jeffrey guardara este secreto. Matthew dijo que Abbott había amenazado con romperle el cuello a su madre si se lo contaban a alguien. Ambos niños estaban completamente aterrorizados.

    Después de este desgarrador testimonio, el inquérito fue aplazado indefinidamente debido a la pandemia global de COVID-19.

    Un Giro Inesperado: La Mirada se Vuelve Hacia Adentro

    A mediados de 2021, se anunció que las conclusiones del forense se retrasarían indefinidamente. Luego, en noviembre de ese mismo año, la policía celebró una conferencia de prensa para anunciar que regresarían a Kendall para realizar varias búsquedas nuevas basadas en nueva información que había salido a la luz. Dijeron que las búsquedas no eran especulativas. Varios medios de comunicación informaron posteriormente que la policía se estaba centrando en un nuevo sospechoso que había sido descartado previamente.

    Esos informes resultaron ser ciertos. El grupo de trabajo se había estado centrando en una persona en particular: la madre de acogida de William, Angela. Reforzados por las inconsistencias en su historia, la policía había estado vigilando a los padres de acogida de William durante algún tiempo. Durante una conversación telefónica grabada de forma encubierta, Angela había hecho un comentario interesante a una amiga. Había comentado que el esqueleto de William se encontraría en 30, 40, 50 años o 200 años cuando terminaran de despejar la zona.

    La policía estaba particularmente interesada en este comentario debido a algo que Angela les había dicho tres días después de la desaparición de William. Dijo que antes de llamar a los servicios de emergencia para informar de la desaparición de William, había conducido el coche de su madre, un Mazda gris, aproximadamente un kilómetro por la carretera por si William se había alejado. El forense había presionado a Angela sobre este detalle en el inquérito. La policía sentía curiosidad por saber por qué Angela solo reveló este detalle unos días después de la desaparición de William.

    El actual grupo de trabajo había estado trabajando en la teoría de que William había muerto después de caer accidentalmente del balcón delantero de la casa de Mary Saunders. Sospechaban que Angela podría haber entrado en pánico al encontrar su cuerpo, temiendo que su muerte significara que perdería la custodia de la hermana mayor de William, Lindsay. Podría haber metido rápidamente a William en el coche de su madre y haberlo llevado a Batar Creek Road, donde se deshizo de su cuerpo en la espesa maleza. El Mazda de Mary era el único otro coche en la propiedad en ese momento, y no había sido registrado por la policía. Si el grupo de trabajo tenía alguna prueba que respaldara esta teoría, se la guardaron para sí mismos.

    Se abrió una investigación por parte de la Comisión del Crimen de Nueva Gales del Sur, una organización de inteligencia criminal altamente secreta. La policía visitó a Angela en su casa de Sídney y la citó a comparecer en una audiencia de la comisión del crimen. Uno de los oficiales la instó a decir la verdad. Le dijo que tendría que vivir con ello, que ese era el día de tomar una decisión por William. Afirmó que no estaban adivinando ni fanfarroneando. Sabían cómo, por qué y dónde estaba.

    En noviembre de 2021, Angela fue sometida a dos días de intenso interrogatorio en la audiencia de la comisión del crimen. Mientras se sentaba ante el panel, la teoría policial se le presentó directamente por primera vez. Angela negó repetidamente las acusaciones, llorando y gritando: No, no, no. Cuando se le preguntó por qué había conducido por Batar Creek Road antes de llamar a los servicios de emergencia, Angela dijo que no podía explicarlo. Dijo que pensó que William podría haberse alejado y que su esposo podría haberlo recogido. Es pánico. Todo lo que podía pensar era que no lo sabía. Entré en pánico. ¿Dónde está? No sé dónde está. No sé qué estaba pensando. Todo lo que podía pensar era que tenía que encontrarlo.

    El lunes 15 de noviembre de 2021, cientos de policías y especialistas descendieron sobre Kendall. El viejo Mazda de Mary también fue incautado a sus nuevos propietarios en una propiedad de Sídney y llevado para un examen forense. La policía no escatimó en gastos mientras registraban la antigua casa de Mary en Benaroon Drive. El jardín delantero bajo el balcón fue excavado extensamente. Las pruebas de Luminol se realizaron en busca de cualquier evidencia de sangre, mientras que los perros de cadáveres registraban el patio y debajo de la casa y se introducían cámaras en el tanque séptico. También se trajo un radar de penetración terrestre para probar una losa de hormigón debajo de la casa que se había instalado en los años posteriores a la desaparición de William.

    El bosque en Batar Creek Road, donde la policía sospechaba que Angela podría haber arrojado el cuerpo de William, estaba densamente vegetado y cubierto de maleza. Se trajo maquinaria para despejar un área del tamaño de tres campos de fútbol mientras se drenaba el agua del arroyo cercano. Durante semanas, el equipo buscó entre más de 15 toneladas de tierra, sedimentos y hojarasca a mano, buscando cualquier cosa que no ocurriera naturalmente en el bosque. Si se encontró algo de interés durante estas tres búsquedas, la policía no lo dijo y no se presentaron cargos como resultado.

    Un Oscuro Secreto Familiar

    Sin embargo, algo más había estado sucediendo tras bastidores. Resultó que los dispositivos de escucha instalados en la casa de Peter y Angela como parte del Strike Force Rosann supuestamente habían capturado algo sorprendente. Aparentemente, se escuchó a Angela agredir a otro niño de acogida a su cargo, cuya identidad no puede ser revelada. Según la policía, en octubre de 2021, Angela había intentado intervenir en el comportamiento problemático del niño. El audio reveló que en ocasiones separadas, Angela había pateado al niño en el muslo y lo había golpeado con una cuchara de madera. También supuestamente amenazó al niño en numerosas ocasiones.

    Como resultado de estas grabaciones, Angela y Peter fueron acusados de agresión a un niño, así como de acoso e intimidación a un niño. Por su testimonio en la comisión del crimen, ambos también fueron acusados de dar a sabiendas información falsa o engañosa. Cuando se levantó la orden de supresión de estas acusaciones, la policía aclaró que no creían que Angela o Peter hubieran maltratado a William Tier mientras estaba a su cuidado y que estos cargos no tenían conexión con su desaparición.

    En septiembre de 2023, Peter y Angela comparecieron ante el tribunal local de Parramatta para enfrentar los cargos de abuso infantil. Angela, de 58 años, se declaró culpable de dos cargos de agresión. Peter se declaró no culpable de un cargo de agresión común. El cargo de agresión de Peter fue finalmente desestimado, ya que el juez consideró que el nivel de fuerza física que había utilizado con el niño constituía una corrección lícita. Por reprender al niño que sollozaba en el coche, declaró a Peter culpable de un cargo de intimidación, calificando su conducta de inaceptable e ilegal. Por amenazar con abofetear al niño en dos ocasiones, el juez declaró a Angela culpable de dos cargos de intimidación. Aceptó que la pareja había estado bajo un estrés significativo y que habían mostrado un remordimiento genuino. La jueza finalmente condenó tanto a Peter como a Angela y les impuso a ambos fianzas de buena conducta de 12 meses. Los cargos por dar a sabiendas información falsa o engañosa durante la comisión del crimen también fueron desestimados.

    La Duda Persistente y un Misterio sin Fin

    En junio de 2023, la policía de Nueva Gales del Sur entregó un expediente de pruebas al Director de Fiscalías Públicas, recomendando que Angela fuera acusada de interferencia con un cadáver y de pervertir el curso de la justicia. Dejaron claro que no creían que Angela hubiera causado la muerte del niño, sino que solo ocultó su cuerpo por temor a perder la custodia de Lindsay.

    El periodista Dan Box señaló en un artículo exclusivo las dificultades logísticas de la teoría policial. La última foto de William fue tomada a las 9:37 a.m. Angela alertó por primera vez a un vecino de que William estaba desaparecido alrededor de las 10:40 a.m. Si la teoría policial era cierta, esto le daba a Angela una ventana de poco más de una hora para darse cuenta de que William estaba desaparecido y descubrir su cuerpo, tomar la decisión de no pedir ayuda, llevar su cuerpo al coche de su madre, conducir hasta Batar Creek Road, deshacerse del cuerpo en la espesa maleza, y volver a casa a tiempo para el regreso de su esposo a las 10:33 a.m.

    La posibilidad de que Angela pudiera haber encubierto la muerte accidental de William se convirtió entonces en el foco del inquérito cuando se reanudó a principios de noviembre de 2024. Se confirmó que los oficiales habían encontrado varios trozos de tela y algunos huesos de animales, pero no restos humanos y nada directamente relacionado con William Tier.

    Al final, quedó claro que la policía no tenía ninguna prueba incriminatoria que presentar. El forense rechazó su solicitud de volver a interrogar a Angela en el estrado. Antes de que pudiera tener lugar el bloque final de audiencias, el forense anunció que anulaba por completo las pruebas, lo que significaba que las próximas audiencias serían canceladas. Pidió a todas las partes que presentaran sus alegatos finales por escrito y dijo que dictaría sus conclusiones en una fecha posterior.

    El ex detective del caso, Gary Jubilant, mantuvo su creencia de que los padres de acogida no tenían nada que ver con la desaparición de William y que había hecho lo correcto al descartarlos de la investigación.

    A día de hoy, las conclusiones del inquérito sobre la desaparición de William Tier aún no se han publicado. Nadie ha sido arrestado ni acusado en relación con la desaparición de William. La madre de acogida de William continúa manteniendo firmemente su inocencia. En una declaración, dijo que creía que William fue secuestrado, que no tenía idea de quién lo hizo o qué le sucedió. Expresó su amor incondicional por él y su frustración por el hecho de que la policía, en su opinión, se había centrado en perseguirla en lugar de encontrar al verdadero responsable.

    Un Legado de Incertidumbre

    Sea cual sea la verdad, la realidad es que cuando Angela tomó las fotografías de William jugando en la terraza de su madre la mañana del viernes 12 de septiembre de 2014, nunca podría haber sabido cuán significativas llegarían a ser. La última fotografía jamás tomada de William Tier, de 3 años, con su traje de Spider-Man azul y rojo, rugiendo a la cámara, se ha grabado en la psique pública de Australia. Es una imagen confrontadora, ya que representa dos lados de la humanidad: la pura inocencia de la infancia y el mal potencial que acecha entre nosotros.

    Pero William es más que un niño desaparecido con un disfraz de superhéroe. Durante el inquérito forense sobre su desaparición, se reprodujo en el tribunal una apasionada declaración de su hermana, Lindsay, que entonces tenía 10 años. En ella, dijo: Estamos hablando de mi hermano. En mi mente, nadie lo está intentando. Así que he tomado la decisión de hacer algo al respecto. Espero que este discurso de hoy les haga resolver el caso. Si no es así, cuando sea oficialmente adulta, estaré en la fuerza policial, específicamente como detective, y encontraré a mi hermano y no me rendiré hasta que lo encuentren. No pasa un día en que no pensemos en él. Es un niño cariñoso, amable y dulce que a veces era molesto. Pero el día que desapareció, lo perdimos todo. Perdimos a mi hermano inocente. Necesita ser encontrado. Así que, por favor, ayuden a nuestra familia, pero sobre todo a mí, a encontrar a nuestro precioso William.

    Diez años después, la petición de una hermana sigue resonando en el silencio, un eco en un misterio que se niega a morir, una sombra proyectada por un pequeño Spider-Man que un día salió a jugar y nunca más volvió a casa.

  • La Misteriosa Joven de Dublín Destapa una Estafa Global

    La Chica del GPO: El Enigma de la Joven sin Identidad que Engañó al Mundo

    La arteria principal de O’Connell Street, en el corazón de Dublín, bullía de tráfico peatonal la tarde del jueves 10 de octubre de 2013. A pesar de ser un día frío, los turistas deambulaban por las amplias aceras, absorbiendo las vistas y los sonidos de la ciudad mientras los oficinistas se apresuraban a su lado. Todo en la escena era completamente típico para el lugar, con una sola excepción. Una joven, completamente sola, parecía estar en un estado de angustia.

    Parecía una adolescente y vestía vaqueros oscuros, una sudadera con capucha morada sobre un jersey de lana gris y zapatos negros planos. Medía alrededor de 1,68 metros, era de complexión delgada, tenía el pelo largo y rubio y llevaba aparatos en los dientes. Lo más llamativo era que temblaba visiblemente y parecía estar llorando. Mientras miraba a su alrededor con ojos temerosos y tímidos, su piel tenía una palidez desvaída.

    La chica deambuló por O’Connell Street, deteniéndose frente a la Oficina Central de Correos (GPO), un imponente edificio de estilo neogriego que es la principal oficina de correos de Dublín. Construido en 1814, presenta seis columnas jónicas estriadas en la fachada y tres estatuas ornamentales en la parte superior de su tejado. Su llamativa apariencia ha convertido al edificio GPO en un punto de referencia tanto para los dublineses como para los turistas. La adolescente se paró entre las columnas del edificio, con aspecto desolado.

    Los transeúntes comenzaban a fijarse en ella, incluidos dos agentes uniformados de la Garda Síochána, la policía nacional de Irlanda, que patrullaban la zona. Los agentes se acercaron a la joven y le preguntaron qué le pasaba. La chica no pudo o no quiso responder. Los agentes le preguntaron si necesitaba ayuda. De nuevo, no dijo nada. Usando gestos, indicó que sentía dolor en el abdomen. También levantó los dedos para explicar que tenía 14 años. Los agentes se preguntaron si tal vez la chica era extranjera y no hablaba inglés. No llevaba equipaje ni identificación alguna. Decidieron que lo mejor era ponerla bajo custodia por su propia seguridad, ya que estaba claramente vulnerable y angustiada.

    La chica fue llevada al cercano hospital infantil de Temple Street, a poca distancia del edificio GPO. Fue conducida a un cubículo en el departamento de emergencias, con una cortina corrida para mayor privacidad. Los médicos la examinaron mientras un detective llegaba también para hablar con ella. Parecía gozar de buena salud, aparte de estar algo demacrada. Lo que más preocupaba era su comportamiento. Aunque era educada, estaba claramente incómoda. Ocultaba su rostro tras los largos mechones de su pelo rubio y desviaba la mirada cada vez que alguien intentaba hacer contacto visual. La chica también permaneció completamente en silencio, sin importar quién le hablara. Fue interrogada durante horas, pero nunca pronunció una palabra. Se trajeron enfermeras que hablaban otros idiomas además del inglés para intentar hablar con ella, sin éxito.

    Finalmente, encontró una forma de comunicarse. La chica comenzó a hacer dibujos en una hoja de papel. Eran ilustraciones rudimentarias con figuras de palo que representaban a personas. Primero, se dibujó a sí misma en un avión, sugiriendo que había volado a Irlanda. También esbozó la imagen de una pistola y otra de un crucifijo. Cuando dibujó una cama con una chica encima, rodeada de hombres de pie a su alrededor, una de las enfermeras comenzó a llorar.

    Operación Pastor: La Búsqueda de una Identidad

    En los días siguientes, la "chica del GPO", como se la llegó a conocer, fue trasladada de su cubículo a una habitación privada en otra parte del hospital. Cada vez que alguien intentaba tocarla, retrocedía físicamente ante el contacto. Tanto los médicos como la policía sospechaban que había sido abusada sexualmente, quizás incluso explotada. Ciertamente, sus dibujos parecían sugerir que había sido traficada a Irlanda con fines de explotación sexual. Su ropa fue examinada forensemente en busca de signos de agresión sexual, y aunque estas pruebas resultaron negativas, esto no disipó las preocupaciones.

    Mientras los médicos hacían todo lo posible por no agravar el trauma de la chica, la historia de la misteriosa joven encontrada en el centro de Dublín acaparó los titulares y el tema de la trata de personas se convirtió en un tema de debate nacional. La identidad de la chica del GPO era un misterio total. Seguía sin hablar, pero parecía entender al menos algo de inglés. Se especuló que podría haber sido traída desde Europa del Este a Irlanda por una banda de crimen organizado o, al menos, por un delincuente que la mantenía bajo control total. Se mantuvo una guardia policial fuera de su habitación del hospital en todo momento y se nombró a una oficial de enlace para manejar la delicada naturaleza del caso. A la chica también se le asignó una tutora llamada Ola Ryan, quien compartió que estaba extremadamente preocupada por las circunstancias de bienestar de esta joven.

    La Garda lanzó la "Operación Pastor", su nombre para la investigación del caso. Se examinaron los informes de personas desaparecidas, pero ninguno coincidía con la chica del GPO. Se localizó y entrevistó a personas que habían estado en las inmediaciones del edificio GPO el jueves 10 de octubre de 2013, mientras se revisaban las imágenes de las cámaras de seguridad cercanas. Se comprobaron los servicios para personas sin hogar, las agencias de protección infantil y las oficinas de enlace juvenil de toda Irlanda para ver si tenían algún registro de la chica, así como hoteles, albergues, taquillas en estaciones de transporte público e instalaciones de equipaje perdido. Los detectives revisaron los manifiestos de innumerables vuelos para ver si algún pasajero coincidía con la descripción de la chica del GPO y hablaron extensamente con la policía del aeropuerto. Pero ninguna de estas investigaciones llevó a ninguna parte.

    En un intento por encontrar algún registro de la familia de la chica, los agentes de la Garda buscaron meticulosamente en los avisos de defunción recientes, por si sus padres habían fallecido recientemente, dejándola sola. Al notar que la chica había recibido tratamiento de ortodoncia, también se pusieron en contacto con dentistas para revisar sus registros. A pesar de sus esfuerzos, no surgieron pistas que ayudaran a identificarla.

    A medida que los días se convertían en semanas, y casi un mes había pasado, la chica del GPO permanecía en su habitación del hospital. Pasaba el tiempo viendo la televisión o a veces pintándose las uñas, siempre en silencio. Aunque era agradable con el personal del hospital y los miembros de la Garda, también era inconfundiblemente cautelosa. Cuando los agentes pidieron tomarle las huellas dactilares con la esperanza de identificarla, se negó, y tampoco les permitió que le tomaran una foto.

    Los detectives comenzaron a recurrir a métodos clandestinos para obtener la información que necesitaban. Primero, recuperaron sus huellas dactilares después de retirar un plato usado de su habitación. Sin embargo, las huellas no coincidían con nada en sus sistemas. A continuación, se ideó un plan para poder tomarle una foto. Le dijeron que la trasladarían a una nueva habitación. Y mientras era escoltada de una habitación a otra, un agente cercano logró tomarle una foto subrepticiamente.

    La foto era de calidad granulada y solo capturaba a la chica de perfil. Su largo cabello estaba recogido en un moño desordenado en la parte superior de su cabeza mientras miraba al frente con ojos que parecían cansados y con grandes ojeras. Su mano derecha estaba levantada hacia su boca y se chupaba el dedo índice de una manera infantil, como si se estuviera consolando. No era una fotografía perfecta, pero capturaba lo suficiente de la apariencia de la chica como para que alguien que la conociera pudiera reconocerla. Los detectives enviaron la foto a Interpol, una organización internacional que facilita la cooperación policial, con la esperanza de que pudieran identificarla, pero no pudieron.

    Los detectives irlandeses estaban cada vez más desesperados. Habían pasado cuatro semanas desde que encontraron a la chica y todas sus pistas se habían agotado. Empezaron a preguntarse si hacer público el caso sería la clave para resolver el misterio. No se les permitía hacerlo debido a su condición de menor y probable víctima de un delito, pero quizás los tribunales les concederían una excepción debido a las circunstancias extraordinarias. Cuando los detectives le contaron su plan a la chica del GPO, se mostró visiblemente angustiada, negando con la cabeza ante la perspectiva de que se compartiera su foto. Pero el Tribunal Superior de Irlanda dio permiso para que la imagen fuera publicada. Y el martes 5 de noviembre, la policía celebró una conferencia de prensa en la sede de la Garda. Mientras se sostenía la fotografía de la chica del GPO, un portavoz de la Garda suplicó al público: ¿Reconocen a esta chica? ¿Se cruzaron con ella en un estado de angustia en el centro de la ciudad? Cualquier información es vital para esta investigación.

    Se estableció una línea telefónica especial para que el público llamara con pistas. Después de la conferencia de prensa, las llamadas comenzaron a llegar. La gente llamó desde toda Irlanda compartiendo sus teorías y posibles pistas, y la noticia se hizo internacional. También se recibieron llamadas desde lugares tan lejanos como Chipre y Canadá. Sin embargo, ninguna de ellas fue útil para identificar a la chica del GPO.

    Era plena noche en Australia cuando la Garda celebró su conferencia de prensa, pero a las pocas horas de su emisión, los australianos se despertaban para comenzar otro día. Un oficial de policía en Perth, la capital de Australia Occidental, vio el informe sobre la chica del GPO en Irlanda, junto con la foto que la Garda había compartido. Pensó que sonaba notablemente similar a otro caso de dos años antes y mucho más cerca de casa.

    La Gimnasta Rusa y la Tragedia Familiar

    Dos años antes, en 2011, una chica de 15 años llamada Hope se mudó de Nueva Zelanda a Perth con sus padres y tres hermanos. El traslado internacional fue un gran ajuste para Hope, que había crecido en un pequeño pueblo y ahora se encontraba viviendo en una ciudad capital. Además, descubrió que sus créditos escolares de Nueva Zelanda no eran reconocidos por las autoridades australianas, por lo que tendría que encontrar una manera de completar su educación. Hope se inscribió en un TAFE, un tipo de proveedor de educación y formación profesional en Australia.

    A Hope le resultó difícil hacer amigos en este nuevo entorno, ya que era tímida y algo sobreprotegida. Sin embargo, todo cambió cuando conoció a Emily Scabberis en julio de 2011. Emily estaba completando el mismo curso que Hope y era cálida y amigable. También tenía un pasado notable. Emily solo tenía 15 años, como Hope, pero ya era una gimnasta campeona que ocupaba el puesto número uno del mundo en su grupo de edad. Compartió su página de Facebook de gimnasia con Hope, quien vio que más de 3.500 personas la seguían. Había muchas fotos de Emily compitiendo, muchas de las cuales tenían numerosos "me gusta" y comentarios.

    A pesar de los increíbles logros de Emily, era modesta y de trato fácil. Le contó a Hope sobre su familia, de herencia rusa, que no vivía en Perth. Los padres de Emily se habían separado y su madre se había mudado a Francia para estar cerca de sus propios padres. La hermana gemela de Emily, Chloe, se había ido con ella. Mientras tanto, el padre de Emily estaba en Sídney, donde trabajaba como agente de Interpol.

    Un día, Hope invitó a Emily a su casa, donde conoció a la familia de Hope. Después de eso, Emily comenzó a visitarlos con frecuencia y a veces se quedaba a dormir. Los padres de Hope estaban felices de tenerla allí, sintiendo lástima por la joven adolescente cuyos parientes estaban lejos. Emily se convirtió en un miembro más de la familia, como la hermana que Hope siempre había querido.

    En diciembre de 2011, Emily le dijo a Hope que iría a Francia por Navidad. Sus padres habían decidido que debían pasar las vacaciones juntos a pesar de su separación. El viernes 16 de diciembre, Emily voló a París. Un par de semanas después, Hope estaba navegando por Facebook cuando notó una publicación preocupante que alguien había compartido en la página de Emily. Era un enlace a un artículo de noticias sobre la familia de Emily. Según el artículo, el padre de Emily había matado a su exesposa y a su hija Chloe antes de quitarse la vida. Emily se había salvado del asesinato-suicidio, pero había sido ella quien descubrió la espeluznante escena del crimen.

    Hope y su familia quedaron horrorizados por la noticia. Querían ayudar a Emily, pero no sabían cómo. La madre de Hope, Belinda, le envió un mensaje a Emily para saber cómo estaba. Emily explicó que se estaba quedando con un amigo de la familia, un juez en Florida, hasta que la policía terminara su investigación y ella decidiera qué hacer. Aturdida y sola, no sabía cuáles serían sus próximos pasos. Belinda invitó a Emily a quedarse con su familia. Ella y su esposo incluso estaban abiertos a adoptar a la adolescente huérfana si eso era lo que ella quería. Emily aceptó la oferta con gratitud. Resultó que el juez con el que se alojaba era un experto en casos de adopción, por lo que ayudó a organizar los papeles y envió los documentos oficiales de Emily.

    Entonces Emily voló de regreso a Perth. Ya no estaba tomando su curso en el TAFE y se decidió que debía volver a la escuela. Así que en febrero de 2012, justo cuando comenzaba el año escolar, Belinda llevó el certificado de nacimiento de Emily a la Girrawheen Senior High School y la inscribió. Sin embargo, más tarde, la familia recibió una llamada de la escuela con una actualización preocupante. Dijeron que el certificado de nacimiento parecía falsificado.

    El esposo de Belinda decidió llamar al juez en Florida, con quien solo habían tenido contacto por correo electrónico. Habló con la recepcionista del juez, quien dijo que el juez no había tratado ningún caso de adopción australiano ni había tenido contacto con nadie en Australia durante varios años. Casi al mismo tiempo, Emily le dijo a Hope que su padre fallecido no era su padre biológico. En realidad, había sido concebida mediante donación de esperma, y el donante era un abogado con sede en Perth. Emily planeaba contactarlo. Hope encontró esta historia muy extraña, y ahora las circunstancias extrañas se acumulaban.

    La revelación final llegó cuando la familia de Hope recibió una llamada telefónica de un investigador privado contratado por el abogado que Emily decía que era su verdadero padre. Preocupado por esta falsa afirmación, el abogado le había pedido al investigador que averiguara todo lo que pudiera sobre Emily Scabberis.

    Resultó que Emily no era su nombre real. No era una gimnasta rusa y ni siquiera era una adolescente. Su verdadero nombre era Samantha Azzopardi y era una mujer de 23 años de Sídney con un historial de fraude. Samantha había llamado la atención de la policía por primera vez cuatro años antes, en noviembre de 2007, cuando tenía 19 años. Había estado en la ciudad de Rockhampton, en el centro de Queensland, haciéndose pasar por una persona llamada Lindsay Lana John Coglin. Las autoridades descubrieron que lo había hecho con la intención de estafar. Tres años después, llamó la atención por un plan similar 633 km al sur, en la capital de Queensland, Brisbane. Allí había intentado inscribirse en dos escuelas usando el nombre de Dakota Johnson. Samantha enfrentó una serie de cargos relacionados con el uso de una identidad falsa para reclamar beneficios sociales, recibiendo una multa de 500 dólares y una sentencia suspendida en septiembre de 2010.

    Después de eso, Samantha Azzopardi había regresado a su estado natal de Nueva Gales del Sur por un tiempo. De alguna manera, había terminado en Perth a mediados de 2011, cruzando fatalmente su camino con Hope y su familia. Para marzo de 2012, su historia finalmente se desmoronó y fue arrestada y acusada de defraudar a la Seguridad Social por el escuadrón de fraudes mayores de la policía de Australia Occidental.

    Casi dos años después, en noviembre de 2013, un oficial de policía en Perth que estaba familiarizado con el caso vio la historia sobre una víctima de trata de personas no identificada descubierta en Dublín. Aunque Irlanda estaba al otro lado del mundo de Perth, la chica en cuestión se parecía notablemente a Samantha Azzopardi, incluso de perfil. El oficial de policía contactó a sus homólogos en Dublín y les alertó sobre la posible identidad de la chica.

    Casi al mismo tiempo, la Garda Síochána recibió otra llamada de alguien más cercano que también había reconocido a la chica del GPO. Resultó que Samantha Azzopardi tenía familiares en Irlanda. Después de que sus padres se separaron cuando ella era joven, la madre de Samantha comenzó una relación con un hombre llamado Joe, quien se convirtió en su padrastro. La pareja tuvo dos hijos juntos, los medio hermanos de Samantha. Después de que la relación se rompió, Joe regresó a su Irlanda natal, pero mantuvo una relación con Samantha. Ella había volado más de un mes antes para visitarlo a él y a sus medio hermanos. Samantha se había quedado con su familia extendida por un tiempo antes de irse abruptamente, dejando atrás sus pertenencias e identificación. Había viajado a Irlanda usando un pasaporte australiano obtenido fraudulentamente a nombre de Georgia McAuliffe.

    Después de más de 2.000 horas de trabajo policial y un costo de alrededor de un cuarto de millón de euros, la chica del GPO finalmente había sido identificada. El público estaba indignado. Había habido una preocupación genuina y una oleada de apoyo hacia Samantha Azzopardi cuando se creía que era una víctima menor de trata de personas. Ahora resultaba que era una estafadora de 25 años que inexplicablemente había fingido estar en una situación vulnerable. La simpatía se revocó instantáneamente.

    Se debatió si las autoridades irlandesas debían acusar a Samantha de un delito. Algunos miembros del público estaban a favor de esto debido al desperdicio de tiempo y recursos policiales, pero no podía ser acusada de hacer una denuncia falsa, ya que nunca había hecho ninguna denuncia. Se había mantenido en silencio todo el tiempo. La gente especulaba sobre si su artimaña había sido una acción espontánea o si la había planeado con antelación. Cuando la Garda registró el teléfono móvil que había dejado en casa de su familia, reveló que había investigado hospitales infantiles en Irlanda y el Reino Unido. Esto parecía insinuar un plan, pero cuál había sido su objetivo final era un misterio. Samantha no había obtenido ningún beneficio económico ni de otro tipo con sus acciones. En cambio, simplemente había pasado cuatro semanas en una cama de hospital.

    Finalmente, la policía irlandesa decidió no acusar a Samantha Azzopardi de nada, determinando que no era un asunto penal. También sentían simpatía por el hecho de que la joven claramente tenía algunos problemas de salud mental, aunque un informe psiquiátrico decretó que no tenía ninguna condición que permitiera a las autoridades detenerla. Cuando los detectives le preguntaron a Samantha si estaría dispuesta a regresar a Australia, asintió sin decir una palabra. Seguía sin hablar desde que fue identificada. Dos agentes de la Garda escoltaron a Samantha en su vuelo a Sídney, que fue pagado por los contribuyentes irlandeses. No habló ni una vez durante el viaje de casi 24 horas.

    El Retorno de la Camaleona

    Samantha no se quedó en Australia por mucho tiempo. Años más tarde, se supo que de alguna manera había regresado a Irlanda solo seis meses después de ser devuelta a Australia, en abril de 2014. Usando el nombre de India, se mudó al condado de Leitrim y aceptó un trabajo como niñera. Afirmaba ser la hija ilegítima no reconocida de la princesa Magdalena de Suecia. La familia para la que trabajaba no la reconoció como la chica del GPO y no tuvo idea de que algo andaba mal hasta que Samantha abandonó abruptamente el trabajo, dejando una gran cantidad de dinero en efectivo y múltiples documentos con el nombre de Samantha Azzopardi.

    A mediados de 2014, Emily Bamberger, nativa de California, estaba viviendo la aventura de su vida. Emily había viajado a Australia como mochilera. Mientras se alojaba en un albergue en Sídney, se hizo amiga de otros huéspedes. Una de ellas era una turista de Suecia llamada Anakah. Anakah era educada pero tranquila y reservada. Emily congenió con ella de inmediato y las dos se hicieron muy amigas.

    Anakah comenzó a compartir detalles de su vida, explicando que era la heredera de una aerolínea europea. Más tarde, admitió que la verdad era aún más asombrosa: era de la realeza sueca y había sido secuestrada brevemente cuando era niña. Aunque había sido rescatada, Anakah seguía en grave peligro y su familia había tomado medidas extremas para protegerla, moviéndola constantemente por el mundo. Emily encontró todo esto un poco difícil de creer, pero su opinión cambió cuando recibió un correo electrónico de un hombre que se identificaba como uno de los "guardianes" de Anakah, con una dirección de correo electrónico del dominio interpol.com.

    El correo electrónico era alarmante. Informaba a Emily que tanto ella como Anakah estaban en peligro y debían abandonar Sídney de inmediato. El correo incluía páginas de detalles privados sobre Emily y su familia, incluida una frase secreta que Emily y su madre habían ideado: plátanos azules. Emily nunca había compartido esta información con Anakah.

    Las dos jóvenes huyeron a Brisbane. Anakah le dio a Emily un curso intensivo sobre cómo vivir a la fuga, enseñándole a buscar salidas y a estar siempre alerta. Anakah también le dijo a Emily que ambas necesitaban nuevas identidades. Sus guardianes les habían enviado por correo los documentos necesarios y las dos fueron a una autoridad local de licencias. Emily se sentía incómoda, pero estaba convencida de que su vida y la de sus seres queridos estaban en peligro. El plan funcionó y Emily salió con una nueva identificación a nombre de Amy Fisher.

    Un día, Anakah le dijo a Emily que, según un correo electrónico que había recibido, en realidad tenía 14 años, no 18 como Emily pensaba. Una noche, Anakah se despertó con un terrible dolor de cabeza. Emily llamó a una ambulancia y, cuando llegaron los paramédicos, Anakah les dijo que tenía 14 años y que Emily era su hermana mayor. Emily, sin saber qué decir, siguió la corriente. Fueron llevadas a un hospital donde un médico trató a Anakah. Parecía sospechar de Emily y pronto llegaron dos policías para interrogarla. La interrogaron durante horas, acusándola de secuestrar a Anakah y de darle drogas. Emily fue detenida en la cárcel durante dos días. Cuando fue registrada, la policía recuperó la identificación falsa que tenía. Finalmente fue acusada de fraude y liberada.

    De alguna manera, Anakah la encontró. Había huido del hospital y todavía tenía una vía intravenosa en el brazo. Le dijo a Emily que debían volver a Sídney, a una casa segura. Pasaron ocho días en un contenedor de transporte convertido detrás de una casa. Emily estaba aterrorizada. No tenía teléfono ni acceso a internet, por lo que no podía contactar a su familia.

    Finalmente, Emily y Anakah abandonaron la casa segura. El visado de turista de Emily estaba a punto de expirar, por lo que voló a Nueva Zelanda. A su regreso a Australia, fue informada de que sería deportada a los Estados Unidos. Emily no tuvo más opción que obedecer.

    Cuando aterrizó en Hawái, vio que Anakah le había enviado un mensaje. Le advertía que estaba en grave peligro en Estados Unidos. Cuando llegó a San Francisco, otro mensaje de Anakah advertía que Interpol había emitido una alerta sobre un ataque en California. La vida de Emily estaba en riesgo. Anakah le había comprado un billete a Vancouver, Canadá, y se encontraría con ella allí. Creyendo a Anakah, Emily hizo lo que le dijo.

    Poco después de su llegada a Vancouver, dos jóvenes suecas se les acercaron en el albergue. Hablaron con Anakah en sueco, a lo que ella no respondió. Su expresión era casi de miedo. Después de una larga pausa, dijo en inglés que había pasado mucho tiempo desde que había hablado sueco. Emily quedó desconcertada. Se dio cuenta de que Anakah había estado fingiendo todo el tiempo. En un instante, el hechizo se rompió. Emily supo que algo andaba mal y que tenía que escapar.

    De Víctima a Titiritera: Una Escalada Peligrosa

    El martes 16 de septiembre de 2014, una chica que se hacía llamar Aurora Hepburn entró en un centro de salud comunitario en Calgary, Alberta, Canadá. Dijo que tenía 14 años y era víctima de trata de personas. Cubierta de moratones, dijo que había escapado de una secta. Las autoridades tomaron a Aurora bajo su cuidado. Dijo que era originaria de Dinamarca y que había sufrido una infancia de negligencia y violencia. Ella y su hermana mayor, Daisy, se habían escapado de casa. La mención de una hermana llamada Daisy dio a la policía su primera pista. Una semana antes, se había presentado una denuncia de persona desaparecida por una mujer llamada Daisy Hepburn, informando de la desaparición de su hermana, Aurora.

    Aurora pasó dos semanas en el hospital mientras los detectives investigaban su caso. Como parte de su investigación, tomaron las huellas dactilares de Aurora y las pasaron por una base de datos internacional. El 2 de octubre, la policía recibió una llamada de sus homólogos en Irlanda. Les informaron que, según sus huellas dactilares, Aurora Hepburn no era una víctima de trata de 14 años. En realidad, era la estafadora australiana de 26 años, Samantha Azzopardi.

    Sus falsas afirmaciones habían acumulado un costo significativo en Canadá, estimado en unos 150.000 dólares. Cuando los agentes de la Agencia de Seguridad Fronteriza de Canadá la confrontaron, Samantha se negó a responder preguntas. Fue acusada de malicia pública. Se declaró culpable y fue sentenciada a solo dos meses. Después de cumplir su condena, fue deportada a Australia.

    A finales de 2016, una nueva estudiante llamada Harper Hart fue inscrita en la escuela Good Shepherd en Sídney. Harper era una vulnerable niña de 13 años que vivía con una familia de acogida. Cuando la escuela pidió una identificación, Harper explicó que no tenía ninguna porque estaba en el Programa de Protección de Testigos de los Estados Unidos. Regresó con un certificado de nacimiento emitido en California, que extrañamente nombraba a la familia de acogida como sus padres biológicos.

    Algunos miembros del personal de la escuela pensaron que parecía varios años mayor de lo que decía. Sus padres de acogida les informaron que Harper tenía 13 años y era víctima de trata de personas. La habían conocido en la calle y, conmovidos por su historia, la habían invitado a vivir con ellos.

    La escuela denunció sus preocupaciones a las autoridades. Las investigaciones confirmaron que el certificado de nacimiento era una falsificación. Los investigadores analizaron los registros telefónicos de la escuela en un intento de localizar el número responsable de una extraña llamada de un médico que confirmaba la edad de Harper. Se centraron en un número que pertenecía a una mochilera francesa de 24 años llamada Lucy. Lucy admitió haber hecho la llamada a petición de una conocida suya llamada Leila Revans, que resultó ser la misma persona que Harper Hart.

    Un detective reconoció la similitud con el caso de la chica del GPO. Obtuvieron algunas copias de los deberes de Harper de la escuela. Estaban cubiertas con las huellas dactilares de Samantha Azzopardi. Había vuelto a atacar. El personal de la escuela quedó atónito al saber la verdadera identidad de Harper. La revelación de que era una mujer de 28 años fue impactante. Samantha se había vestido deliberadamente con ropa infantil y había usado un lápiz de maquillaje para dibujar pecas en su nariz en un intento de parecer más joven.

    En julio de 2017, Samantha se enfrentó a los tribunales, acusada de obtener fraudulentamente ventajas económicas por engaño. El costo total de su fraude ascendió a 155.000 dólares. Una vez más, se declaró culpable y fue sentenciada a un año de cárcel.

    En 2019, Georgia Bevage, una aspirante a modelo de 13 años, recibió un mensaje en Instagram. Una cazatalentos de 22 años llamada Koko Palmer, de una famosa agencia de modelos, quería contratarla. Georgia y su madre, Mel, se reunieron con Koko, quien parecía cálida y profesional. Koko le dijo a Georgia que necesitaba practicar su actuación para una próxima película. Le pidió a Georgia que llamara a Lifeline, un servicio de apoyo para crisis de salud mental, y dijera que se llamaba River, que era una víctima de abuso y compartiera una historia de vida realmente triste. Georgia lo hizo.

    La familia pasó una semana en Melbourne, donde Koko supuestamente tenía su sede. Koko se ganó su confianza, compartiendo una historia falsa sobre haber tenido leucemia cuando era niña, algo con lo que la familia podía identificarse, ya que el padre de Georgia estaba en remisión. Pero Georgia no siempre se sentía cómoda. A veces, Koko le aplicaba maquillaje para que pareciera golpeada y luego le indicaba que fuera a una oficina de servicios infantiles y afirmara haber sido abusada.

    La verdad salió a la luz cuando la familia se trasladó a un albergue. Un miembro del personal le preguntó a Mel quién proporcionaría la identificación para la reserva. Cuando Mel dijo que Koko lo haría, el personal preguntó quién era Koko. Oh, ¿se refiere a Jazz Jervis?, respondió el empleado, mostrándoles una copia de una tarjeta bancaria con el nombre totalmente desconocido.

    Mel y su hija mayor, Tiana, buscaron en Google el nombre de Jazz Jervis. Era una joven madre que vivía en Melbourne con su esposo Tom Jervis, un jugador de baloncesto profesional. Tiana le envió un mensaje a Jazz, quien respondió rápidamente. Resultó que Koko era en realidad Harper Hernandez, una niñera de 17 años que habían contratado un año antes. Después de un año, notaron que era muy reservada y mentía sobre cosas al azar. Finalmente, la despidieron. Después de que se fue, descubrieron que había robado la licencia de conducir de Jazz y el iPad de la familia.

    Horrorizadas, Mel y Tiana llamaron a la policía y luego a Georgia, que estaba sola con Koko. Le dijeron que fingiera sentirse enferma. Cuando regresaron, confrontaron a la supuesta cazatalentos. Nerviosa, Koko se negó a mostrar su identificación y de repente huyó. Mel compartió la historia en Facebook. Un conocido vio la publicación y le envió un mensaje: Mel, conozco a esta mujer. Busca en Google "chica del GPO" y sabrás de lo que estoy hablando. Tan pronto como Mel vio la infame fotografía de Samantha Azzopardi, supo que ella y Koko Palmer eran la misma persona.

    Lo más preocupante era que Samantha ya no era el centro de sus propias estafas. Ahora parecía estar reclutando a niños reales para vivir la misma fantasía de abuso.

    Cuatro meses después, el 1 de noviembre de 2019, una adolescente con uniforme escolar entró en las oficinas de Headspace en Bendigo, Victoria. No estaba sola. A su lado había una niña de 4 años y, atado a su pecho, un bebé de 10 meses. Le dijo al personal que tenía 14 años y estaba embarazada, resultado de una violación por parte de su tío. Pero un miembro del personal reconoció a la persona que tenía delante como la estafadora de 31 años, Samantha Azzopardi. El personal llamó a la policía. Para cuando llegaron, Samantha había huido con los niños.

    Los detectives la localizaron en el distrito comercial. Samantha huyó dentro de unos grandes almacenes. La persecución terminó en un mostrador de cosméticos. Un detective gritó su nombre: Samantha. Ella se detuvo y lo miró fijamente antes de preguntar: ¿Quién, yo?

    Samantha fue arrestada. Los niños fueron identificados como las hijas de ciudadanos franceses que la habían contratado como niñera un mes antes. Creían que su nombre era Sakar, que tenía 18 años y era una trabajadora de cuidado infantil cualificada. Esa mañana, Samantha les había dicho que llevaría a las niñas de picnic. En cambio, se las había llevado a una parte completamente diferente del estado. Fue acusada de dos cargos de secuestro de menores.

    La Mente de una Camaleona

    Aunque Samantha Azzopardi ha creado elaboradas historias para las más de 75 identidades que ha utilizado, no se sabe mucho sobre la verdadera Samantha. Nació en agosto de 1988 en una familia de clase media en Campbelltown, un suburbio de Sídney. Sus padres se separaron cuando era joven. En la escuela secundaria, era conocida por buscar atención y por estirar la verdad.

    El motivo de sus crímenes no parece ser financiero. En cambio, Samantha parece estar motivada por recibir atención y afecto. En todas sus artimañas, hay un patrón de identificarse como una víctima de trata y abuso, generalmente alrededor de los 14 años. A medida que envejecía y le resultaba más difícil hacerse pasar por menor, comenzó a reclutar a niñas adolescentes para que mintieran sobre ser abusadas, viviendo la misma historia a través de ellas.

    El Dr. Richard Frierson, profesor de psiquiatría, cree que el comportamiento de Samantha al reclutar a niñas es una forma de trastorno facticio impuesto a otro, anteriormente conocido como síndrome de Munchausen por poderes. Sospecha que algo muy traumático le sucedió a esa edad y que tiene la necesidad de revivirlo, ya sea para sentir de nuevo el amor y la atención que recibió, o para obtener la validación que nunca tuvo si su denuncia de abuso fue ignorada.

    Psiquiatras designados por los tribunales la han diagnosticado con trastorno límite de la personalidad y pseudología fantástica, una condición rara caracterizada por la mentira compulsiva. Se cree que experimentó una infancia muy traumática, donde fue emocionalmente descuidada y abusada físicamente. Sus mentiras compulsivas estarían motivadas por el deseo de revivir un cierto período de su vida y recrear una versión más feliz.

    A pesar de sus problemas de salud mental, las evaluaciones también han indicado que no tiene discapacidad mental y que a veces ha sido plenamente consciente de que lo que hacía estaba mal.

    ¿Cómo pudo engañar a tanta gente? Los expertos dicen que Samantha sigue un patrón distintivo. La Dra. Vera Tobin, profesora asociada de ciencia cognitiva, explica cómo Samantha atrae a las personas con narrativas que la mente humana encuentra atractivas. Comienza construyendo una relación, luego introduce fabricaciones cada vez más grandes. La Dra. Tobin la compara con un "pasapáginas humano" por la forma en que mantiene un sentido de acción introduciendo nuevos desarrollos constantemente.

    La autora Maria Konnikova explicó cómo Samantha tiene la habilidad de contar historias convincentes y desgarradoras que colocan a quienes escuchan en el papel de salvador. Las historias nos unen. Cuando estamos inmersos en una historia, bajamos la guardia. Cuanto más extrema es la historia, más exitosa se vuelve. Con las emociones a flor de piel, la empatía activada, nos preparamos para ayudar. Azzopardi puede que estuviera mintiendo, pero también estaba dando a la gente la oportunidad de brillar en la luz humanitaria que siempre sospecharon que yacía dentro de ellos.

    A lo largo de los años, el patrón ha continuado. En 2023, haciéndose pasar por una mochilera noruega de 18 años llamada Astera Hansen, manipuló a una joven danesa llamada Sophie para que la acompañara, alojándose en refugios para mujeres y usando nombres falsos. Samantha, ahora haciéndose pasar por Ocean Jones, contactó a los servicios de apoyo a la violencia familiar, afirmando que ella y su hermana huían de su padrastro abusivo. Sus afirmaciones falsas le permitieron recibir más de 20.000 dólares de fondos designados para víctimas de violencia familiar. En octubre de 2024, se declaró culpable y fue sentenciada nuevamente a dos años de cárcel.

    Actualmente permanece encarcelada. Sin embargo, será liberada en algún momento en el futuro cercano, y parece inevitable que cometa más delitos una vez libre. La camaleona volverá a cambiar de piel, y el mundo, una vez más, se encontrará preguntando no solo quién es Samantha Azzopardi, sino por qué, a pesar de todo, no puede dejar de serlo.

  • Un plan mortal con un giro inesperado

    El Fantasma de Twitter: ¿Terrorista en Potencia o Víctima de un Complot?

    En el frío diciembre de 2015, en la ciudad de Detroit, una conversación entre dos jóvenes enamorados tomó un giro siniestro que desdibujaría para siempre la línea entre la realidad y el engaño. Khalil Ryan, un joven de 21 años de Michigan, le confesó algo profundamente perturbador a su novia de 19 años, Jeanna Bride. Se habían conocido apenas un par de meses antes a través de Twitter, encontrando consuelo mutuo en sus similitudes. Ambos provenían de familias musulmanas estrictas y, al no poder tener una relación abierta, sus interacciones se intensificaron rápidamente, llevándolos a hablar de matrimonio como la única vía para estar juntos.

    Sus charlas a menudo se adentraban en terrenos oscuros, como los crímenes violentos perpetrados por el grupo terrorista Estado Islámico. Fue durante una de estas conversaciones que Khalil dejó caer una bomba. Le contó a Jeanna que un día había intentado llevar a cabo un tiroteo masivo en una iglesia. No recordaba el nombre, pero sabía que estaba cerca de su trabajo y que era una de las más grandes de Detroit. El plan, según él, estaba meticulosamente trazado. Había comprado munición en abundancia y practicado sin descanso con un rifle, ensayando cómo recargar y descargar el arma con la máxima eficiencia. Sin embargo, el plan se frustró cuando su padre, en una revisión rutinaria de su coche, encontró todo el arsenal: el arma, las balas y la máscara que pensaba usar.

    Khalil explicó que había elegido una iglesia por ser un objetivo fácil, un lugar donde se congregarían multitudes indefensas y desarmadas. Además, un ataque así garantizaría una cobertura mediática masiva. Armado con un rifle AK-47, habría sido capaz de causar una carnicería. Cuando Jeanna, con una mezcla de horror y fascinación, le preguntó si habría disparado también a mujeres y niños, la respuesta de Khalil fue escalofriante. Habría matado hasta al último de ellos, sin mostrar piedad alguna. Esta confesión no era el final de una historia, sino el comienzo de una intrincada telaraña de secretos, manipulación y una operación encubierta que pondría en tela de juicio la naturaleza misma de la justicia.

    El Joven Desarraigado

    Khalil Ryan creció en Dearborn Heights, un suburbio de Detroit con una densa población árabe-estadounidense. El entorno era un mosaico cultural: mujeres con hiyab, hombres con túnicas tradicionales y la llamada a la oración resonando cinco veces al día. Hijo de inmigrantes palestinos, sus padres se separaron cuando él tenía solo tres años, quedando principalmente bajo el cuidado de la familia de su padre. A pesar de recibir amor y atención en casa, Khalil vivía en una encrucijada cultural. Se sentía atrapado entre sus raíces y el deseo de ser un chico estadounidense común, llegando a usar apodos como K o Ray para sonar menos extranjero.

    El 11 de septiembre de 2001 lo cambió todo. Khalil tenía siete años. Los ataques, perpetrados por extremistas musulmanes afiliados a Al-Qaeda, proyectaron una sombra de sospecha sobre su comunidad. De repente, algunas miradas se volvieron hostiles. En la escuela, fue acosado por su origen, lo que le llevó a mentir sobre su herencia, diciendo que era hispano o italiano. A pesar de vivir en un enclave árabe-estadounidense, en el contexto más amplio de la sociedad, se sentía como un extraño.

    A medida que crecía, sus problemas internos se agudizaban. A los 12 años, tuvo una pesadilla en la que llevaba un arma a la escuela y disparaba a toda su clase. Confesó el sueño a un profesor y fue derivado a terapia. En la escuela secundaria, se forjó una reputación de payaso de la clase, pero también era un blanco fácil para los matones. Fue suspendido en múltiples ocasiones por peleas. Su vida en casa era estable, pero en el mundo exterior luchaba contra la depresión y sus propios demonios. A los 17 años, comenzó a consumir cannabis.

    Fue después de graduarse cuando sus problemas se intensificaron. Asistió brevemente a la universidad, pero su frágil salud mental y el consumo de drogas le llevaron a suspender sus clases. Decidió abandonar los estudios y trabajar a tiempo completo como repartidor de pizzas para su padre, un ingeniero con dos maestrías que también era dueño de una pizzería. Sin la estructura de la escuela y el contacto diario con sus amigos, la depresión de Khalil se profundizó. Su trabajo era solitario, con largas jornadas de hasta 70 horas semanales al volante. Su dependencia de las drogas aumentó drásticamente; llegó a fumar entre 10 y 15 porros de cannabis al día, a menudo entre entregas, para combatir el aburrimiento y la melancolía.

    Además de la soledad, el trabajo era peligroso. Detroit podía ser una ciudad hostil, especialmente de noche. A menudo tenía que entregar pizzas en edificios de apartamentos de aspecto sospechoso o en calles sin iluminación. En más de una ocasión, llegó a una dirección para descubrir que era una casa abandonada, una trampa para asaltarlo y robarle, a veces a punta de pistola. Sintiéndose solo, enfadado e impotente, Khalil sufrió una profunda crisis de identidad. ¿Quién era él? ¿A dónde pertenecía?

    El Descenso a la Oscuridad Digital

    Buscando un sentido de pertenencia, Khalil se refugió en el mundo online. Comenzó a buscar contenido gráfico y violento como una forma de escapar de sus propios sentimientos. Ver violencia real se convirtió en una escalada de las películas de acción, una dosis más intensa de conmoción y asombro. Era el año 2014, y las acciones del Estado Islámico (EI) acaparaban la atención mundial. El grupo había conquistado vastos territorios en Siria e Irak, declarando un califato y utilizando las redes sociales como una poderosa herramienta de propaganda.

    El EI era conocido por su brutalidad, y compartían sin reparos sus actos de violencia en plataformas como Twitter para radicalizar a individuos simpatizantes en el extranjero. Vídeos de un piloto jordano siendo quemado vivo, hombres homosexuales arrojados desde edificios altos y decapitaciones públicas de soldados, periodistas y trabajadores humanitarios circulaban por la red. Uno de estos vídeos, titulado "Un mensaje de sangre para el gobierno francés", mostraba la decapitación del guía de montaña Hervé Gourdel.

    Khalil Ryan, bajo el usuario de Twitter @khalilray21, comenzó a buscar activamente este contenido en noviembre de 2014. Daba "me gusta" a las publicaciones propagandísticas, retuiteaba vídeos de ejecuciones y comentaba en ellos. En una ocasión, pidió a otro usuario un enlace a un vídeo de personas siendo arrojadas desde un edificio, y tras recibirlo, respondió que le había alegrado el día. Envió fotos de decapitaciones a su hermano y usó una de ellas como fondo de pantalla en su teléfono.

    Envalentonado por su inmersión en este submundo digital, el 19 de febrero de 2015, Khalil publicó una fotografía en Twitter. En ella aparecía él junto a dos amigos, todos vestidos de camuflaje. Khalil sostenía una pistola semiautomática y levantaba el dedo índice de su mano izquierda hacia el cielo, un gesto conocido como el tawhid, un símbolo de apoyo al Estado Islámico. Sus amigos no hacían el gesto. La imagen era una declaración silenciosa de su creciente radicalización.

    Un Encuentro Fortuito y un Arma Cargada

    A lo largo de 2015, Khalil continuó sumergiéndose en el contenido del EI después de sus largos turnos de trabajo. A finales de año, decidió que necesitaba un arma. El lunes 5 de octubre, fue a una tienda de artículos deportivos en Dearborn Heights y compró un revólver del calibre 22. Para ello, tuvo que rellenar un formulario de la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF). La pregunta 11E del formulario era clara: ¿Es usted un consumidor ilegal o adicto a la marihuana o a cualquier otra sustancia controlada? Khalil marcó "no" y firmó.

    Dos días después, al salir del trabajo en su Buick Century, notó las luces de dos coches de policía detrás de él. Se detuvo. Los agentes se acercaron con las armas desenfundadas, afirmando más tarde que lo habían visto hacer movimientos apresurados como si estuviera escondiendo algo. Al llegar a su ventanilla, notaron un fuerte olor a cannabis y le ordenaron salir del vehículo. Mientras lo hacía, Khalil les informó de que tenía una pistola en el coche. La encontraron bajo el asiento del conductor.

    Cuando preguntó por qué lo habían detenido, un oficial le dijo que iba a exceso de velocidad. Otro señaló unas cuentas de oración que colgaban del espejo retrovisor y dijo que era por obstrucción de la visión. La policía registró el coche durante casi tres horas y encontró una bolsa de plástico con un vial, somníferos y cuatro bolsitas de cannabis. Khalil fue arrestado por posesión de cannabis y por llevar un arma oculta, ya que no tenía la licencia necesaria. Pasó la noche en la cárcel y fue liberado bajo fianza a la mañana siguiente.

    Un mes después, el domingo 15 de noviembre, a pesar de tener cargos pendientes, intentó comprar otra arma en una tienda diferente. Volvió a mentir en el formulario de la ATF, pero esta vez su compra fue bloqueada debido a su caso judicial. Ese mismo día, fue con un amigo a un campo de tiro local. Alquilaron un rifle AK-47 y un AR-15, armas de estilo militar para las que no se requerían verificaciones de antecedentes. Se tomó fotos posando con las armas. Dos semanas después, publicó una de ellas en Twitter con la leyenda "caza de Sahwat". Sahwat es un término del EI para referirse a sus opositores. La imagen y el mensaje eran una provocación directa.

    Amores Fantasma en la Red

    Aproximadamente una semana después de publicar esa foto, Khalil recibió un mensaje directo en Twitter de una mujer de 23 años llamada Garter. Le dijo que era de ascendencia paquistaní y vivía en Cleveland, Ohio. Compartió fotos suyas, y Khalil quedó prendado de su belleza. Intercambiaron números de teléfono y pronto se enviaban mensajes a diario. Para Khalil, que nunca había tenido una novia, la relación se intensificó a una velocidad vertiginosa. En una semana, se consideraban comprometidos.

    Khalil, consumido por la emoción, le dijo a Garter que quería hacer las cosas bien, sin esconderse de sus familias. Habló con su padre, quien accedió a viajar a Ohio para conocer a Garter y planificar la boda. Pero cuando Khalil compartió la feliz noticia con ella, la respuesta no fue la que esperaba. Garter se mostró dubitativa y de repente dejó de responder. La relación terminó tan abruptamente como había comenzado, dejando a Khalil con el corazón roto, convencido de que él había hecho algo mal.

    Un par de semanas después de la desaparición de Garter, otra mujer le escribió por Twitter. Su nombre era Jeanna Bride. Tenía 19 años, era de ascendencia iraquí y, a diferencia de Garter, vivía en Detroit. Le dijo a Khalil que sentía una conexión divina con él. Jeanna estaba sumida en una profunda depresión. Su prometido, Ahmad, había muerto en un ataque aéreo en Siria, y dos de sus primos también habían sido asesinados por fuerzas anti-EI. Se sentía atrapada en casa con unos padres que, según ella, estaban destruyendo su vida. Tenía tendencias suicidas y necesitaba desesperadamente a alguien con quien hablar.

    Entre mediados y finales de diciembre de 2015, Khalil y Jeanna comenzaron a comunicarse a diario. Él desarrolló sentimientos románticos rápidamente, pero ella parecía demasiado consumida por su propio dolor para pensar en una relación. Aun así, se hicieron íntimos confidentes. Encontraron un terreno común en su apoyo al Estado Islámico; Jeanna culpaba a sus enemigos de la muerte de sus seres queridos. Fue en este contexto de confianza y vulnerabilidad compartida que Khalil le hizo su terrible confesión sobre el plan para atacar la iglesia. Le dijo que se arrepentía de no haberlo hecho, y que si no podía hacer la yihad en Oriente Medio, la haría allí mismo.

    Confesiones en la Sombra

    Jeanna no solo escuchó, sino que validó sus sentimientos. Le dijo que la yihad era su sueño. Estaba dispuesta a morir, pero solo como mártir, como venganza por las muertes en Siria e Irak. Al mes siguiente, sus conversaciones se volvieron aún más oscuras. Khalil le confesó que oír hablar de tiroteos y asesinatos le excitaba. Afirmó que decapitaría gente con gusto si fuera necesario, que era su sueño hacerlo. Le contó que a veces Satanás le hablaba por la noche, instándole a quemar personas vivas y cortarles la lengua.

    También compartió un nuevo plan: asesinar a uno de los policías que lo arrestó. El juicio de Khalil se había retrasado porque el oficial en cuestión había sufrido un ataque al corazón. Khalil fantaseó con llevar a cabo una "operación de martirio" en el hospital para matar al agente. Le dijo a Jeanna que ahora llevaba un gran cuchillo o una espada en su coche. También afirmó que su padre conocía su apoyo al EI y su deseo de hacer la yihad, pero que no lo apoyaba y le había advertido sobre lo que publicaba online.

    El jueves 4 de febrero de 2016, a primera hora de la mañana, Jeanna le envió un mensaje de texto a Khalil, preguntándole si iba a trabajar. Él respondió que sí. Después de pasar por la gasolinera, llegó a la pizzería para abrir el local. Cuando se acercaba a la puerta principal, un hombre apareció de la nada, apuntándole con un rifle de asalto. Le ordenó que se tirara al suelo. En segundos, fue rodeado por un enjambre de agentes con chalecos antibalas y armas de fuego. Eran del FBI.

    Mientras lo arrestaban, otro equipo de agentes realizaba una redada simultánea en su casa familiar. Khalil fue llevado a la sede del FBI e interrogado. Le informaron que estaba arrestado por posesión de un arma de fuego por parte de un consumidor ilegal de sustancias. Khalil ya enfrentaba cargos estatales por lo mismo, pero ahora el caso era federal. Pidió un abogado varias veces, pero el agente le dijo que primero tenía preguntas que hacer. Y la primera pregunta lo cambió todo: ¿Cuál es su implicación con el Estado Islámico? En ese momento, Khalil comprendió que estaba siendo investigado por terrorismo.

    El Velo se Levanta: La Verdad sobre Janna

    El agente mencionó a Jeanna, insinuando que la estaban interrogando en la habitación de al lado. Sabía detalles de sus conversaciones privadas: el plan de la iglesia, el deseo de decapitar. Khalil, preocupado por ella, decidió que si el FBI tenía pruebas contra ambos, él asumiría toda la culpa para que ella quedara libre. Pero no se presentaron cargos adicionales de terrorismo contra él. Esta vez, no habría fianza. Permanecería bajo custodia federal.

    Casi dos semanas después, en el tribunal, su abogada revisó la hoja de cargos. Luego, se volvió hacia Khalil y le reveló una verdad demoledora. La mujer que él creía que era su novia, Jeanna Bride, no existía. Era un fantasma.

    Resultó que el FBI había estado vigilando a Khalil Ryan desde mayo de 2015. Su cuenta de Twitter, con sus "me gusta" y retuits a la propaganda del EI, había activado las alarmas. Tras meses de vigilancia, se enteraron de que había comprado un arma. Organizaron la parada de tráfico con la policía local solo dos días después de la compra.

    Los detalles completos de la investigación no se han hecho públicos, pero se cree que el FBI intentó acercarse a él por primera vez con el personaje de Garter. Crearon un romance fugaz y lo dejaron con el corazón roto, vulnerable y desesperado por una conexión. Pocos días después, el mismo agente u otro, bajo la nueva identidad de Jeanna Bride, se puso en contacto con él. A diferencia de Garter, el enfoque de Jeanna estaba centrado en el Estado Islámico, con una historia personal diseñada para resonar con la vulnerabilidad de Khalil.

    El agente que se hacía pasar por Jeanna dirigió repetidamente las conversaciones hacia la yihad y el martirio. Las declaraciones de Khalil sobre el ataque a la iglesia, que los agentes tomaron como una amenaza real, les permitieron identificar un templo que encajaba con su descripción: una enorme iglesia a menos de media milla de la pizzería, con capacidad para 6.000 personas. El plan de asesinar al policía en el hospital y sus fantasías sobre decapitaciones fueron la gota que colmó el vaso. Dos semanas después, el FBI actuó.

    Un Diálogo Manipulado

    La noticia del arresto de Khalil se extendió como la pólvora. Los titulares lo pintaban como un peligroso terrorista en ciernes, detenido justo a tiempo. Sin embargo, los defensores de los derechos civiles y los líderes musulmanes-americanos vieron algo más: un posible abuso de poder.

    Lo que la denuncia penal del FBI no incluía era la evidencia que sugería que Khalil nunca tuvo la intención de cometer un acto terrorista. Faltaban porciones clave de las conversaciones entre él y Jeanna, especialmente las del principio de su relación. El gobierno alegó un "error de imprenta", pero la defensa sospechaba que era una omisión deliberada. Aunque el gobierno logró retener la mayor parte de sus pruebas de vigilancia alegando seguridad nacional, lo que sí estaba disponible pintaba un cuadro muy diferente.

    Desde el principio, Jeanna se presentó como una joven suicida y deprimida. Mientras ella insistía en hablar del EI y la yihad, las respuestas de Khalil se centraban en construir una relación romántica. Le escribía que deseaba poder alejarla de su tristeza, que rezaba por su felicidad. Le profesó su amor y le pidió que se casara con él. Su objetivo era simple: casarse, formar una familia y dejar de sentirse solo. Cuando ella hablaba de morir, él la animaba a no rendirse, a pensar en tener hijos y verlos crecer.

    En un momento dado, Jeanna pareció proponerle directamente cometer un acto de yihad juntos. La respuesta de Khalil fue un rechazo rotundo. No podía, tenía otros planes. Quería que estuvieran juntos y le suplicó que no hiciera nada que pudiera lastimarla a ella o a otros. De hecho, se cansó tanto de su insistencia en la yihad que dejó de hablarle durante tres días. Ella lo bombardeó con mensajes, pero esta vez, en lugar de hablar de violencia, le dijo cuánto necesitaba a alguien con quien hablar. Khalil cedió.

    Cuando reanudaron el contacto y Jeanna volvió a su fijación con el EI, Khalil cambió de táctica. Más tarde explicaría que se dio cuenta de que esos temas eran los que "la excitaban". Desesperado por mantener su interés, empezó a inventar historias. Se inventó un pasado criminal, diciendo que había estado en prisión por asesinato. La historia del plan del tiroteo en la iglesia, el AK-47, la máscara… todo era una invención para parecer el tipo de hombre que él creía que a ella le interesaría. Cuando el FBI registró su casa y su trabajo, no encontraron ningún AK-47 ni munición. La única arma que había comprado era un revólver de seis balas, adquirido por miedo tras ser asaltado repetidamente en su trabajo, y que le fue confiscado a los dos días.

    El Juicio y la Sentencia Inesperada

    La situación llegó a un punto crítico a principios de febrero de 2016. Khalil, cada vez más deprimido por su juicio pendiente y ansioso porque sabía que las autoridades encontrarían el contenido del EI en su teléfono, le confesó a Jeanna que tenía tendencias suicidas y que había comprado una cuerda para ahorcarse. Notaba que lo vigilaban constantemente.

    Jeanna reaccionó diciéndole que el suicidio era haram (prohibido por el Islam), pero añadió un matiz escalofriante: el único suicidio aceptable era el que se cometía por una causa, en un acto de yihad. Le preguntó directamente si quería hacer daño a alguien más. Khalil respondió que no. Le dijo que no soportaba la idea de ir a la cárcel y que si la policía intentaba detenerlo de nuevo, intentaría apuñalarlos para que le dispararan y lo mataran. En ningún momento habló de planear un ataque terrorista. Dos días después de esa conversación, fue arrestado.

    Para la defensa, estaba claro que el FBI había intentado manipular a su cliente. Primero, con Garter, lo enamoraron y lo abandonaron. Luego, con Jeanna, explotaron su vulnerabilidad y lo empujaron activamente hacia el terrorismo. Un psicólogo contratado por la defensa concluyó que el nivel de peligrosidad de Khalil era muy bajo. Sus comentarios violentos eran el resultado del esfuerzo de un joven tímido e inexperto por mantener la atención de una mujer, no el producto de una radicalización genuina.

    El 13 de septiembre de 2016, Khalil se declaró culpable de los dos cargos federales relacionados con las armas. A pesar de su profundo remordimiento, la sentencia fue sorprendentemente dura. Aunque las directrices sugerían de 10 a 16 meses de prisión, y a pesar de que un gran jurado se había negado a acusarlo de terrorismo, el juez se centró casi exclusivamente en su apoyo al EI. Citó sus publicaciones en Twitter y las amenazas compartidas con Jeanna. El juez consideró que su disculpa llegaba demasiado tarde y lo sentenció a cinco años en una prisión federal. La narrativa del terrorista había prevalecido sobre los hechos.

    La Fábrica del Terror: Un Debate Nacional

    El caso de Khalil Ryan arrojó luz sobre una práctica controvertida del FBI: el uso de informantes y operaciones encubiertas para construir casos de terrorismo. Según el periodista Trevor Aaronson, autor de "The Terror Factory", el FBI utilizaba más de 15.000 informantes en investigaciones de contraterrorismo en 2016. La táctica utilizada con Khalil, conocida como "honeypot" (trampa de miel), consiste en que un agente encubierto utiliza el señuelo de una relación romántica para comprometer a un objetivo.

    Líderes musulmanes locales acusaron al FBI de perseguir a jóvenes con problemas mentales o emocionales, incitándolos a cometer actos que de otro modo no considerarían. Otros jóvenes musulmanes de Michigan denunciaron haber sido presionados para convertirse en informantes a cambio de favores, como ser eliminados de una lista de exclusión aérea o recibir un visado de trabajo. Aaronson argumenta que, en la gran mayoría de estos casos, el FBI no encuentra a personas con armas, bombas o conexiones reales con organizaciones terroristas, sino a individuos mentalmente frágiles y fácilmente manipulables.

    Esta estrategia contrasta fuertemente con otros enfoques, como el "modelo de Aarhus" en Dinamarca. Este programa se centra en la desradicalización, reconociendo que los jóvenes atraídos por grupos como el EI a menudo se sienten aislados y abandonados. En lugar de tenderles una trampa, el modelo danés ofrece una colaboración entre la policía, los servicios sociales, el sistema de salud y la educación para proporcionar a los ciudadanos radicalizados terapia, tutoría y apoyo. Los resultados fueron prometedores: mientras que 30 ciudadanos daneses viajaron a Siria en 2013, la cifra se redujo a uno al año siguiente. Un enfoque de prevención en lugar de persecución.

    La Vida Después de la Red

    Khalil Ryan pasó casi cuatro años en una prisión federal en Indiana. Los primeros seis meses los pasó en régimen de aislamiento para protegerlo de otros reclusos, debido a la notoriedad de su caso. Esa experiencia, según él, lo rompió por dentro. Finalmente, se unió a la población general, donde estableció una rutina de lectura, oración y trabajo.

    Fue liberado en junio de 2020 y regresó con su familia a Dearborn Heights. Reabrió sus redes sociales, encontrando un nicho en TikTok donde respondía preguntas sobre la vida en prisión. Comenzó una relación seria con su primera novia real, aunque luchó durante mucho tiempo con problemas de confianza, atormentado por el miedo de que ella también pudiera ser una informante encubierta.

    Khalil ha compartido su historia, insistiendo en que el FBI explotó sus vulnerabilidades y que nunca representó una amenaza real. Señala que el hecho de que el gran jurado, que según el dicho popular "acusaría a un sándwich de jamón", se negara a imputarle cargos de terrorismo, demuestra que la fiscalía nunca tuvo pruebas sólidas.

    Hoy, Khalil sigue viviendo con el miedo de que el FBI pueda volver a por él. Esa clase de trauma, dice, no desaparece. Su historia deja una pregunta inquietante suspendida en el aire: ¿fue Khalil Ryan un terrorista frustrado, detenido justo a tiempo? ¿O fue un joven solitario y deprimido, atrapado en una sofisticada red de manipulación gubernamental, un peón en una guerra contra el terror que, en su afán por encontrar monstruos, a veces parece crearlos? El misterio de lo que realmente ocurrió en esas conversaciones encriptadas permanece, un sombrío recordatorio de las zonas grises donde la seguridad y la libertad chocan violentamente.

  • ¿Dos asesinos en la misma familia?

    Una Noche, Tres Cadáveres: El Enigma de la Familia Gillum

    La fría y brumosa mañana del sábado 28 de agosto de 1993 estaba a punto de llegar a las 4:30, cuando el matrimonio formado por Ted y Jan Warner se despertó sobresaltado por un fuerte golpe en la puerta principal. Los Warner vivían en Prince Edward Park Road, una calle residencial tranquila y arbolada en el suburbio de Woronora, al sur de Sídney. Situada a orillas del río Woronora y rodeada de matorrales, era muy inusual escuchar un disturbio a una hora tan temprana.

    Ted se levantó para abrir la puerta y se sorprendió al encontrar a su vecino, Jeffrey Gillum, de 23 años, de pie, vestido solo con un par de calzoncillos y oliendo a humo. Jeffrey vivía en la casa de al lado con su hermano mayor, Christopher, de 25 años, y sus padres, Helen y Steven. Los Gillum eran una familia muy conocida en Prince Edward Park Road, habiendo vivido en el vecindario durante más de dos décadas. Eran muy queridos y los vecinos los veían como una familia cariñosa, cálida y sociable, siempre dispuestos a ayudar a los necesitados o a llevar un plato de comida a las barbacoas del barrio.

    Ted conocía a Jeffrey Gillum de toda la vida y nunca lo había visto en tal estado. Normalmente pulcro y bien hablado, su piel pálida estaba cubierta de piel de gallina y parecía extremadamente agitado. Empezó a hablar de una manera extraña e inconexa, pidiéndole a Ted que llamara al Triple Cero, el número de emergencias de Australia.

    Están todos muertos, murmuró Jeffrey. Él los ha matado. Les ha prendido fuego.

    Ted estaba atónito mientras intentaba dar sentido a las afirmaciones casi incoherentes de Jeffrey. Mamá y papá están muertos, continuó Jeffrey. Los ha quemado. Lo he matado por lo que hizo.

    Ted hizo entrar a Jeffrey en su casa y marcó el Triple Cero. Mientras Ted intentaba explicarle al operador lo que estaba pasando, el operador preguntó si Jeffrey había estado bebiendo. Ted se inclinó para oler el aliento de Jeffrey, notando que no olía a alcohol, sino a queroseno. Le pasó el teléfono a Jeffrey para que pudiera explicar las cosas por sí mismo. De manera vacilante y distraída, Jeffrey le dijo al operador que su hermano Christopher había matado a sus padres y había prendido fuego a sus cuerpos. Dijo que había perseguido a Christopher por las escaleras y lo había matado por lo que había hecho.

    Los mató. Los mató, balbuceó Jeffrey. No sé por qué.

    El Escenario del Horror

    Como la mayoría de las otras casas de la zona, la de los Gillum estaba en un terreno largo y estrecho que descendía desde Prince Edward Park Road hacia la orilla del río. Unas escaleras exteriores llevaban desde la calle hasta su modesta casa de dos plantas, rodeada de una variedad de árboles altos y vegetación. El piso superior consistía en un espacio combinado de salón, comedor y cocina, que daba al dormitorio de Steven y Helen. Desde el salón, una escalera de caracol conducía al dormitorio de abajo, que pertenecía a Christopher y tenía un baño contiguo y una sala de juegos. Jeffrey vivía en el cobertizo para botes convertido, que estaba conectado a la casa principal por un conjunto de escaleras exteriores.

    A las 4:43 a.m., un equipo de bomberos llegó a la propiedad y encontró humo saliendo del tejado. Jeffrey Gillum los esperaba al pie de las escaleras exteriores en un estado muy agitado y emocionalmente angustiado. Parecía desorientado y delirante, hablando incoherentemente sobre que sus padres estaban muertos dentro de la casa.

    Los bomberos corrieron por el balcón lateral hacia la parte trasera de la casa. Las llamas rugían desde el interior del dormitorio de Helen y Steven, así como desde un segundo fuego en el salón. Los bomberos abrieron las puertas correderas de cristal que daban al espacio superior, pero se encontraron con una ola de calor tan extrema que no pudieron entrar. Entonces, la ventana del dormitorio de Helen y Steven se hizo añicos, lanzando llamas hacia el exterior.

    En cuestión de minutos, el equipo pudo controlar las llamas. Uno de los bomberos entró en el salón lleno de humo y encontró el cuerpo gravemente quemado de Helen boca abajo en la esquina sur, cerca de la puerta principal. Había sido apuñalada 17 veces, 13 de las heridas en la parte delantera de su pecho. El bombero continuó hacia el dormitorio, luchando contra las llamas a medida que avanzaba. Allí, en el suelo del dormitorio, encontró el cuerpo de Steven boca abajo. Había sufrido un total de 28 heridas, 16 de las cuales estaban en la parte delantera de su pecho. Paralela a la cama había un hacha.

    Los agentes de policía llegaron al lugar y acompañaron a los bomberos mientras derribaban la puerta de la sala de juegos de la planta baja. La zona estaba a oscuras, excepto por la luz reflejada de un foco de fuego que seguía ardiendo arriba. Allí encontraron el cuerpo de Christopher Gillum junto a la mesa de billar, desnudo excepto por un albornoz de felpa. Su cuerpo no había sido afectado por el fuego, pero estaba acribillado a puñaladas. Al igual que su madre, había sido apuñalado 17 veces, la mayoría de las heridas en la parte superior del pecho. Junto a su cuerpo yacía un cuchillo.

    La Versión de Jeffrey

    Tras ser examinado por los paramédicos en el lugar, Jeffrey Gillum fue llevado a la comisaría de Sutherland, donde a las 8:22 a.m. aceptó participar en una entrevista grabada electrónicamente. Los traumáticos sucesos de la mañana habían pasado factura al joven de 23 años. Se sentó envuelto en una manta con una expresión algo desconcertada, con los ojos bajos mientras murmuraba respuestas breves a todas las preguntas del oficial.

    Según Jeffrey, la noche anterior había sido un viernes normal. Su novia, Haley, había venido a cenar y se había ido sobre las 10:00 p.m. Después, vio la televisión con sus padres en el salón antes de ducharse e irse a la cama. No estaba seguro de la hora exacta, pero pensó que era antes de la medianoche.

    Jeffrey dijo que estaba profundamente dormido cuando de repente lo despertó el intercomunicador que conectaba el cobertizo con la casa principal. Era su madre, Helen, gritando pidiendo ayuda. Jeffrey no podía entender nada de lo que decía, pero no perdió tiempo pensando en ello. Rápidamente se puso unos calzoncillos y corrió por el jardín hasta la escalera que llevaba a las puertas correderas de cristal de arriba. Esto le llevó menos de un minuto. Abrió la puerta y entró corriendo en el salón.

    Allí encontró el cuerpo de su madre yaciendo cerca de la puerta principal. Había un cuchillo en el suelo, cerca del piano, y su hermano Christopher estaba de pie sobre ella con una cerilla en la mano. Christopher miró a Jeffrey desde el otro lado de la habitación y dijo: He matado a mamá y a papá.

    Con eso, Jeffrey afirmó que Christopher prendió fuego al cuerpo de Helen. Mientras las llamas comenzaban a extenderse rápidamente, Jeffrey miró hacia el dormitorio y vio el cuerpo de su padre, Steven, en el suelo. En cuestión de segundos, el fuego llegó al dormitorio y envolvió el cuerpo de Steven en llamas. Incapaz de creer lo que veía, un sentimiento abrumador se apoderó de Jeffrey. Todo lo que podía pensar era que tenía que atrapar a su hermano. Cogió el cuchillo del suelo y se abalanzó sobre él.

    Christopher se dio la vuelta y bajó corriendo por la escalera de caracol con Jeffrey persiguiéndolo. Todo a partir de ahí era un poco confuso. Jeffrey no sabía si apuñaló a Christopher por primera vez mientras estaban en las escaleras o una vez que llegaron abajo. Pero para cuando estaban en la sala de juegos, Jeffrey lo tenía acorralado. Se lanzó hacia Christopher y comenzó a apuñalarlo repetidamente. Christopher cayó al suelo mientras Jeffrey continuaba golpeándolo. No sabía cuántas veces apuñaló a su hermano ni qué hizo con el cuchillo después, pero finalmente volvió a subir corriendo las escaleras. Para entonces, el fuego se había extendido por todo el salón y el aire estaba denso por el humo. Jeffrey salió corriendo por las puertas correderas hacia la casa de los Warner, al lado, para dar la alarma.

    Una Familia Aparentemente Perfecta

    A medida que se corría la voz de lo sucedido en Woronora, quienes conocían a la familia Gillum quedaron en completo estado de shock. Para el mundo exterior, siempre habían parecido una familia completamente normal y estable. Steven Gillum, de 58 años, era un tipo alegre y de trato fácil. Se había jubilado recientemente después de décadas trabajando para la Autoridad de Carreteras y Tráfico de Nueva Gales del Sur y pasaba su tiempo libre navegando, jugando al golf y trabajando ocasionalmente en el cobertizo de botes local. Su esposa, Helen, de 55 años, trabajaba como enfermera escolar en el Servicio de Salud del Sur de Sídney. Ella era la más seria de la pareja, conocida por su actitud sensata a la hora de criar a sus dos hijos, pero también disfrutaba de una buena risa y era divertida.

    Steven y Helen querían a sus dos hijos y habían trabajado duro para darles una buena educación. La vida en el río Woronora significaba que Steven podía compartir su pasión por la navegación con sus hijos. Fue a través de su amor compartido por los barcos que Steven y Jeffrey establecieron un vínculo particularmente estrecho. Pasaban la mayoría de sus fines de semana en el agua, perfeccionando las habilidades de navegación de Jeffrey para la competición. Tal era su talento que una vez había ganado un campeonato nacional. Cuando no estaba navegando, Jeffrey pasaba su tiempo surfeando, socializando con amigos y estudiando para su grado en ingeniería civil. Solo le quedaban seis meses para graduarse y el futuro parecía brillante.

    Mientras que Jeffrey era conocido por ser alegre y de trato fácil como su padre, Christopher Gillum era más tímido y reservado. A menudo se unía a su familia en sus aventuras en barco, pero parecía más feliz simplemente estando en un segundo plano. Las pasiones de Christopher estaban en otra parte: en la esgrima, los ordenadores y el piano. Era un pianista tan talentoso que los vecinos a menudo les pedían a los Gillum que mantuvieran las ventanas abiertas cuando Christopher practicaba para poder escucharlo tocar. Un tío describió a los hermanos Gillum como jóvenes impresionantes que habían sido bien educados con buenos valores a la antigua. Esto hacía aún más difícil para sus amigos y familiares creer lo que había sucedido.

    Las Semillas de la Duda

    Según Jeffrey Gillum, ese invierno había sido un poco duro para Christopher. Habiendo completado un grado en ingeniería química el año anterior, estaba luchando por encontrar un trabajo a raíz de la recesión que golpeó a Australia a principios de los 90. Sus padres le habían instado a estudiar un grado de enseñanza de un año como respaldo, pero Christopher no lo estaba disfrutando particularmente y también tenía dudas sobre sus futuras perspectivas de empleo. Había hecho algunas prácticas de enseñanza en un instituto duro del oeste de Sídney y no se sentía especialmente preparado para el puesto.

    Para empeorar las cosas, la novia de Christopher lo había dejado recientemente. Se refugió aún más en sí mismo, pasando la mayor parte del tiempo en casa con el ordenador de la familia. Jeffrey afirmó que en las semanas previas a los asesinatos, Christopher había estado actuando de manera extraña. Las tensiones parecían estar a punto de estallar entre él y su padre, y habían estado discutiendo constantemente. Jeffrey le dijo a su novia Haley que Christopher había perdido el control y que se había enfadado con sus padres, tirando cosas y empujando a su padre.

    Aproximadamente dos semanas antes de los asesinatos, Haley estaba hablando por teléfono con Jeffrey cuando escuchó una discusión de fondo. Cuando le preguntó a Jeffrey por qué estaban discutiendo, él respondió: No sé qué está pasando, pero creo que tiene que ver con el dinero. Si hay una pelea, tendré que separarlos.

    Alrededor de las 5:00 p.m. de la noche anterior a los asesinatos, Jeffrey había ido a la playa con su amigo cercano Wayne para ver las condiciones del surf. Jeffrey le dijo a Wayne que su hermano había estado actuando de forma extraña y se había enfadado a la mínima. Wayne conocía a los hermanos desde hacía varios años y se sorprendió al oír que Christopher había estado empujando a Steven Gillum. Preguntó por qué discutían. Jeffrey dijo que no estaba seguro, pero que pensaba que podría ser por dinero, dado que Christopher quería un coche nuevo.

    Jeffrey declinó una invitación para ver una película en casa de Wayne esa noche. Dijo que su padre debía llegar del golf y que quería estar allí por si Christopher volvía a actuar. Cuando Jeffrey llegó a casa sobre las 8:00 p.m., su novia Haley estaba allí, habiendo llegado sin avisar. Mientras esperaba a Jeffrey, Haley se había cruzado brevemente con Christopher cuando salió de la sala de ordenadores para tomar un café. Aunque Haley no había observado nada fuera de lo común, pensó que podía sentir cierta tensión subyacente entre Christopher y sus padres. Jeffrey y Haley cenaron juntos y luego jugaron al billar antes de que Jeffrey acompañara a Haley a su coche sobre las 10:00 p.m. De nuevo, repitió sus preocupaciones sobre el comportamiento de Christopher.

    ¿Qué hago con mi hermano?, preguntó Jeffrey. Es bastante serio. Nunca lo he visto tan psicópata. Está empujando a mi padre. No sé qué hacer.

    La Evidencia Inicial

    En el baño contiguo al dormitorio de Christopher, la policía encontró dos paquetes vacíos de paracetamol de la marca Panadol en el cesto de la ropa sucia, junto con una jeringa de 25 mm llena de una pasta blanca, un vaso de cristal con una sustancia blanca y un cuchillo que contenía la misma sustancia blanca. Cada uno de estos artículos dio positivo en paracetamol, lo que llevó a la presunción de que Christopher probablemente había preparado esta mezcla de alta dosis de Panadol con la intención de quitarse la vida. Lo que no había tenido en cuenta era que su madre llamaría a Jeffrey pidiendo ayuda por el intercomunicador, frustrando así sus planes, ya que murió a manos de su hermano en lugar de por su propia mano.

    Los exámenes post-mortem de los cuerpos de Steven y Helen no pudieron determinar en qué orden habían muerto ni la hora de su muerte. Lo único que los patólogos pudieron decir con certeza fue que las puñaladas habían sido infligidas mientras los dos aún estaban vivos y que ambos habían muerto a los pocos minutos de ser atacados. Las muestras tomadas de la alfombra del piso superior de la casa de los Gillum dieron positivo en aguarrás mineral o un líquido hidrocarburo inflamable similar, lo que indica que Christopher había utilizado un acelerante para iniciar el fuego.

    Por la muerte de su hermano, Jeffrey Gillum fue acusado de asesinato y se le denegó la libertad bajo fianza. Pasó un mes en la unidad psiquiátrica de la cárcel de Long Bay mientras luchaba por aceptar la magnitud de la situación. Amigos y familiares se unieron a su alrededor, brindándole todo el apoyo que podían. Finalmente, a Jeffrey se le concedió la libertad bajo fianza con la condición de que se sometiera a terapia psicológica y se mudara con un amigo de la familia.

    Se enfrentó a juicio por el asesinato de Christopher en abril de 1995, donde se declaró culpable del cargo menor de homicidio involuntario. Dos psicólogos determinaron que Jeffrey no sufría ningún trastorno mental, condición psiquiátrica o tendencias violentas. Simplemente había reaccionado, aunque de una manera muy extrema, a las circunstancias que se le presentaron en ese momento. Ambos opinaron que había un riesgo mínimo de que Jeffrey volviera a delinquir, que mostraba un profundo remordimiento y que sus perspectivas de rehabilitación eran excelentes. La fiscalía aceptó la declaración de culpabilidad por homicidio involuntario, y fue sentenciado a una fianza de buena conducta de cinco años, con el juez describiendo toda la situación como un notable drama humano.

    Dos meses después, se celebró una investigación forense para solidificar formalmente las circunstancias de las muertes de Helen y Steven. El forense determinó que la pareja había muerto por las puñaladas infligidas por su hijo, Christopher, y el caso se cerró oficialmente.

    La Cruzada de un Tío

    Jeffrey Gillum hizo todo lo posible por seguir adelante con su vida. Completó su grado en ingeniería con honores y consiguió un trabajo estable. Su relación con Haley terminó y empezó a salir con una amiga de la universidad llamada Rebecca. Los dos desarrollaron un profundo vínculo y comenzaron a hacer planes para su futuro juntos. Después de todo lo que Jeffrey había pasado, trabajó duro para crear la vida que siempre había imaginado para sí mismo antes de la tragedia.

    Pero para el tío paterno de Jeffrey, Tony Gillum, las cosas no encajaban. Desde los funerales de Steven, Helen y Christopher, Tony Gillum había sentido que algo estaba mal. Había observado a Jeffrey durante los funerales y se sorprendió al ver que no había derramado ni una lágrima. Tony estaba tan conmocionado después de los asesinatos que se había tomado medio año de baja laboral. Mientras tanto, sentía que Jeffrey seguía adelante como si no le afectara, completando su grado universitario tan rápido y con notas excelentes.

    Tony encontraba las acusaciones de que Christopher había matado a sus padres por disputas sobre dinero completamente ilógicas. Aunque Tony vivía en otro estado y no visitaba a su medio hermano y su familia a menudo, se había reunido con Steven y Helen solo seis meses antes de los asesinatos, y todo parecía estar perfectamente bien.

    Un pensamiento comenzó a formarse en la mente de Tony. ¿Era posible que Jeffrey fuera en realidad el responsable de las tres muertes y hubiera inventado la historia del supuesto comportamiento psicópata de su hermano para incriminar a Christopher?

    Tony no era el único que pensaba así. Ted y Jan Warner, la pareja que vivía al lado de los Gillum, habían sospechado de la historia de Jeffrey desde que llamó a su puerta la mañana de los asesinatos. A pesar de afirmar que acababa de matar a su hermano a puñaladas, no parecía tener sangre encima. Ted había mirado a Jeffrey de arriba abajo, y la única sangre que había visto estaba en el dedo meñique del pie derecho de Jeffrey y en la espinilla de su pierna izquierda. También había una mancha de sangre en una de sus uñas. Jan también se había dado cuenta de esto. En su opinión, la sangre en las piernas de Jeffrey parecía de un color rosa pálido, como si hubiera intentado lavársela.

    Después de que la policía se llevara a Jeffrey para interrogarlo y acordonara la casa como escena del crimen, Jan se había vuelto hacia su marido y le había dicho: Creo que se lo está inventando.

    En 1996, después de que la investigación forense declarara oficialmente que Christopher era responsable de las muertes de Steven y Helen, Jeffrey pudo solicitar su parte de la herencia familiar. Descubrió que en realidad tenía derecho al 100% del patrimonio de sus padres. Esto incluía su casa de 900.000 dólares en Woronora, los barcos de su padre, así como la casa de su abuela, Jesse Gillum. Los papeles se enviaron a todos sus abuelos para que los firmaran formalmente, pero Jesse se negó.

    Fue en este punto que Tony ya no pudo ignorar las señales de alarma. Voló a Sídney y visitó al detective que había estado a cargo de la investigación. Tengo mis sospechas sobre Jeffrey, dijo Tony. Lo que el detective le dijo a continuación fue impactante.

    Las Primeras Grietas en la Historia

    Durante la entrevista policial inicial con Jeffrey Gillum la mañana del sábado 28 de agosto de 1993, los detectives que lo entrevistaban no estaban seguros de qué pensar de su relato. Les costaba creer que pudieran haber ocurrido dos matanzas separadas en el mismo hogar casi al mismo tiempo. Si Jeffrey era capaz de matar a su hermano, pensaron que era lógico que también pudiera ser capaz de matar a sus padres. También les pareció muy extraño que la primera reacción de Jeffrey al ver los cadáveres de sus padres hubiera sido atacar a su hermano en lugar de comprobar si sus padres estaban realmente muertos o intentar apagar el fuego.

    Sus sospechas crecieron al escuchar la explicación de Jeffrey sobre el bidón de gasolina con su sifón improvisado que se encontró en el hueco de los Gillum. Para los detectives, sonaba como si Jeffrey hubiera estado intentando usar la gasolina como acelerante para iniciar el fuego antes de encontrarlo demasiado difícil y usar aguarrás mineral en su lugar.

    También sentían curiosidad por el momento de los hechos. Una mujer llamada Christine Shaw vivía al otro lado de la calle de los Gillum. En las primeras horas de la mañana del sábado 28 de agosto de 1993, Christine había estado leyendo en la cama alrededor de las 3:45 cuando escuchó los gritos de dos personas. Uno era un hombre haciendo un sonido gutural, y el otro era una mujer con un sonido angustiado. Se presumió que Christine Shaw había oído a Steven Gillum en sus últimos momentos y a Helen Gillum defendiéndose de su atacante. Pero si ese era el caso, significaba que ambos habían sido atacados alrededor de las 4:00 a.m. Jeffrey afirmó que, al oír los gritos de su madre, había corrido inmediatamente a la casa, lo que le llevó menos de un minuto. ¿Por qué entonces no había llegado a la casa de los Warner para dar la alarma hasta alrededor de las 4:30 a.m.? ¿Qué había estado haciendo durante ese período de aproximadamente media hora sin explicación?

    Si bien todos estos factores eran dudosos, fue cuando llegaron las autopsias que los detectives realmente comenzaron a cuestionar las cosas. El examen forense reveló que Steven, Helen y Christopher Gillum habían sido apuñalados un número similar de veces, con la gran mayoría de las heridas concentradas en el pecho y ninguna en el abdomen. Si hubiera habido dos asesinos distintos, ¿cuáles eran las probabilidades de que ambos hubieran atacado de maneras tan similares?

    Luego estaba el cuchillo, que según Jeffrey había sido utilizado en los tres asesinatos. El cuchillo había sido analizado en busca de huellas dactilares, pero no se encontró ninguna. Tampoco había sangre en el mango del cuchillo ni en la hoja.

    Tony Gillum no podía creer lo que estaba oyendo. Le preguntó al detective por qué no habían acusado a Jeffrey de los asesinatos de Steven y Helen si creían que era culpable. El detective dijo que en realidad habían recomendado que se presentaran cargos, pero el Director de la Fiscalía Pública se negó.

    Tony se negó a aceptarlo. Después de discutir la situación con su otro hermano, Tony llamó a Jeffrey y le pidió que se reuniera con ellos. Jeffrey se negó, cuestionando el motivo y diciendo que no hablaría con nadie sobre la noche de los asesinatos sin su abogado presente. Tony entonces decidió tomar el asunto en sus propias manos. Comenzó a escribir cartas al Departamento de la Fiscalía Pública instándolos a acusar a Jeffrey de los asesinatos de Helen y Steven Gillum. El DPP se negó, citando falta de pruebas. Tony comenzó a contactar a periodistas y otros miembros de las fuerzas del orden, intentando concienciar sobre la situación de cualquier manera posible. Finalmente, su historia llamó la atención del equipo de producción del programa de televisión del Canal 9, 60 Minutes, que lanzó su propia investigación.

    La madre de Steven, Jesse, le dijo a 60 Minutes que no creía que Christopher Gillum hubiera jugado ningún papel en los asesinatos. Lo describió como un tipo encantador con una hermosa personalidad que no tenía malicia y era intimidado por su hermano menor.

    El Caso se Reabre

    El segmento de 60 Minutes reavivó el interés en el caso y, para alivio de Tony Gillum, se anunció que se celebraría una segunda investigación forense para examinar todas las pruebas disponibles relacionadas con las muertes de Helen y Steven Gillum. Jeffrey se negó a hablar con la prensa, creando más dudas sobre su historia a los ojos del público. Después de todo, si no tenía nada que ocultar, ¿por qué no compartir su versión de la historia?

    La investigación comenzó a finales de 1999. El abogado que asistía al forense presentó al tribunal todos los elementos cuestionables del caso, con un enfoque significativo en las pruebas de sangre y las similitudes entre las puñaladas de las tres víctimas.

    Después de que se presentaron todas las pruebas y testimonios de los testigos, el forense determinó que había pruebas suficientes para sugerir que Jeffrey Gillum podría ser responsable del asesinato de sus padres, y recomendó que el Director de la Fiscalía Pública considerara presentar cargos. Solo había un problema. Después de la declaración de culpabilidad de Jeffrey por homicidio involuntario en 1995, piezas clave de la evidencia, incluyendo el cuchillo, la ropa usada por los cuatro miembros de la familia, muestras de alfombra tomadas de alrededor de los cuerpos y los raspados de uñas de Christopher, habían sido destruidas por la policía.

    En julio de 2000, el Director de la Fiscalía Pública, Nicholas Cowdery, notificó su decisión de no presentar cargos de asesinato contra Jeffrey Gillum. Sin estas piezas clave de la evidencia, sentía que no había una perspectiva razonable de asegurar una condena.

    El tío de Jeffrey, Tony, estaba indignado. Se negó a aceptar esta conclusión y continuó intentando atraer la atención sobre el caso de cualquier manera que pudiera. Puso un cartel en la luna trasera de su coche que decía: El DPP está protegiendo a un asesino en masa llamado Jeffrey Gillum.

    A principios de 2004, gracias a los persistentes esfuerzos de Tony, la Brigada de Homicidios de Nueva Gales del Sur finalmente decidió reabrir la investigación. Al revisar el expediente del caso, notaron que varias prendas de ropa de Jeffrey habían sido encontradas en los restos quemados del salón de su familia. Dado que Jeffrey había aparecido en la puerta de los Warner vistiendo solo calzoncillos, los investigadores se preguntaron qué hacía su ropa en el salón. Un examen reveló que no había sangre en ninguna de las prendas. Esto los llevó a teorizar que Jeffrey podría haberse desvestido apresuradamente antes de atacar a su familia para evitar mancharse de sangre y las había dejado atrás, asumiendo que se quemarían en el fuego.

    La ubicación donde se encontraron las gafas de Christopher Gillum también fue de interés. Christopher era miope y las usaba en todo momento, excepto cuando dormía o se duchaba. Pero después de los asesinatos, sus gafas fueron encontradas en el alféizar de la ventana del baño de abajo. Los investigadores pensaron que era muy poco probable que Christopher hubiera subido las escaleras en la oscuridad para matar a sus padres sin sus gafas puestas. Consideraron más probable que Jeffrey hubiera esperado a que su hermano estuviera dormido antes de mover sus gafas para ponerlo en desventaja.

    Los detectives volvieron a interrogar a los primeros en responder que acudieron a la residencia Gillum la mañana de los ataques. El bombero que había estado operando la bomba en la parte trasera del camión de bomberos recordó que Jeffrey Gillum había sido llevado hasta él por otro oficial. Cuando Jeffrey estaba a un metro y medio de distancia, el bombero pudo oler gasolina en él.

    Otro bombero recordó que cuando llegó a la propiedad de los Gillum, Jeffrey estaba de pie cerca del garaje, solo, en un estado muy agitado. Aparentemente dijo: No entréis ahí. Alguien tiene un cuchillo. Los investigadores creyeron que este era el último intento de Jeffrey de desviar los esfuerzos de los bomberos con la esperanza de que el fuego borrara todas las pruebas que demostraran que el verdadero asesino era él.

    Esto solo dejaba la cuestión del motivo. El detective que dirigía la investigación de homicidios decidió buscar en el polvoriento almacén adjunto a la comisaría de Sutherland. Junto con el diario de estudiante de Christopher Gillum, encontró una caja que contenía tres mini cintas de casete. Parecía que, entre otras cosas, Jeffrey Gillum había utilizado una de las cintas para grabar su tarea de inglés del último año de instituto. En ella, hacía una reseña de audio del libro Stories from Suburban Road del escritor australiano Tom Hungerford, en la que comparaba a algunos de los personajes del libro con su propia vida. Jeffrey dijo que tenía un hermano mayor que era el favorito de sus padres. Para los investigadores, la cinta demostraba que Jeffrey Gillum tenía un motivo para matar a toda su familia.

    El Juicio y el Veredicto

    En 2005, la brigada de homicidios presentó un informe de pruebas al Departamento de la Fiscalía Pública para ver si tenían pruebas suficientes para acusar a Jeffrey de los asesinatos de Helen y Steven Gillum. El DPP no solo siguió adelante con los cargos, sino que le entregó a Jeffrey una acusación ex officio, lo que significaba que el caso iría a juicio sin necesidad de una audiencia preliminar.

    El juicio comenzó en febrero de 2008. El caso de la fiscalía era que Jeffrey Gillum había estado motivado financieramente para matar a sus padres y luego incriminar a su hermano por el crimen. Presentaron testigos que testificaron sobre el buen carácter de Christopher. Ninguno de ellos lo había visto actuar agresivamente hacia su padre o cualquier otra persona.

    La fiscalía también presentó testimonios de varios expertos que dijeron que era muy raro ver un número tan alto de puñaladas en las tres víctimas, particularmente cuando las heridas se concentraban en el pecho sin ninguna en el abdomen. Un experto notó un patrón distintivo de lesiones en cada una de las víctimas que implicaba que solo había un perpetrador.

    Pero la defensa postuló que los eventos se habían desarrollado exactamente como Jeffrey Gillum siempre había mantenido. Dijeron que la evidencia no sugería que se tratara de un crimen cuidadosamente planeado, sino de un ataque frenético cometido por un individuo trastornado como resultado de una perturbación emocional o psiquiátrica espontánea. El hecho de que las gafas de Christopher estuvieran en el baño no fue un movimiento táctico de Jeffrey, sino que indicaba que en realidad fue Christopher quien se duchó después de matar a sus padres.

    El juicio duró varias semanas antes de que el jurado se retirara a deliberar. Los miembros del jurado no pudieron llegar a un acuerdo sobre un veredicto y el caso fue desestimado, programándose un nuevo juicio para 2008. Esta vez, la evidencia presentada por ambas partes fue esencialmente la misma, pero la fiscalía no mencionó el motivo financiero de Jeffrey. El jurado deliberó durante ocho días antes de emitir el veredicto por los asesinatos de Helen y Steven Gillum.

    Jeffrey Gillum fue declarado culpable.

    Jeffrey, que había estado asistiendo al juicio cada día mientras estaba en libertad bajo fianza, parecía completamente aturdido. Su esposa, Rebecca, dejó escapar un fuerte sollozo. En la audiencia de sentencia posterior, el juez que había presidido ambos juicios calificó a Jeffrey Gillum de mentiroso consumado y actor brillante que había planeado los asesinatos durante varias semanas. El juez sentenció a Jeffrey Gillum a la pena máxima de cadena perpetua por ambos asesinatos.

    Fuera del tribunal, el tío de Jeffrey, Tony Gillum, parecía reivindicado. Con su campaña de 13 años por la culpabilidad de Jeffrey dando sus frutos, tenía la intención de recuperar la herencia de Jeffrey y redistribuirla entre la familia. También tenía la intención de buscar una compensación por los costos financieros y psicológicos de perseguir la condena de Jeffrey, ya que su matrimonio había terminado y había perdido su trabajo como resultado. Con una medalla de oro que Christopher Gillum había ganado en esgrima colgando orgullosamente de su cuello, Tony dijo a los periodistas: Christopher fue a su tumba como un asesino convicto de sus padres, lo cual no es cierto, y por eso he estado haciendo esto, para limpiar el nombre de Christopher.

    Justicia para Jeff: La Lucha por la Inocencia

    Para la esposa de Jeffrey, Rebecca, la condena y la sentencia fueron un shock total. Se negó a aceptar el veredicto de culpabilidad. Sabía que Jeffrey era inocente y estaba decidida a demostrarlo.

    Rebecca reclutó la ayuda de una amiga llamada Jill, que tenía formación legal, y le pidió que revisara la transcripción del juicio. Jill también leyó todas las pruebas disponibles que no se le habían permitido ver al jurado. Rebecca y Jill reunieron a varios de los amigos de Jeffrey y crearon el Grupo de Apoyo Jeff Needs Justice. Juntos, comenzaron a revisar el caso en detalle y a compartir toda la información que encontraban en línea. Cuanto más descubrían, más convencidos estaban de que Jeffrey había sido víctima de un grave error judicial.

    Descubrieron que las opiniones de los expertos sobre la similitud de las puñaladas presentadas en el juicio no tenían ningún mérito científico. Las heridas por arma blanca no eran más similares entre sí que las sufridas por víctimas de apuñalamientos múltiples en casos no relacionados. También descubrieron que la fiscalía había suprimido un informe de un patólogo forense líder reconocido internacionalmente, el profesor Steven Cordner, quien había dicho: No creo que sea seguro concluir que las tres muertes fueron por una sola mano.

    Pero el descubrimiento más asombroso fue sobre los niveles de monóxido de carbono. El nivel de Christopher, del 6%, era significativamente más alto que el de sus padres y más de cuatro veces el límite superior de lo normal. Toda la investigación científica sobre el monóxido de carbono sugería que Christopher había estado vivo cerca del fuego e inhaló humo antes de ser asesinado, tal como Jeffrey había descrito. Consultaron a un toxicólogo estadounidense, el profesor David Penny, quien proporcionó una declaración jurada desacreditando la evidencia presentada en el juicio, afirmando que era absurdo asegurar que la persona murió antes de que comenzara el fuego. Según el nivel de monóxido de carbono del 6% de Christopher, Penny dijo que habría estado inhalando humo entre 2 y 4 minutos antes de su muerte.

    El grupo también encontró un detalle pasado por alto en el video de la escena del crimen. Junto al botón de llamada en el intercomunicador del salón de los Gillum, había lo que obviamente era una huella dactilar ensangrentada. El investigador en el video pasó de largo sin mencionarla, y el intercomunicador no fue recogido como prueba ni sometido a ningún tipo de análisis. Para el grupo de apoyo de Jeffrey, esta huella dactilar ensangrentada era una clara evidencia de que la historia de Jeffrey era cierta. Helen había sido apuñalada en el pecho, el cuello y el brazo, lo que significa que había visto a su atacante. Si Jeffrey hubiera sido el atacante, no habría tenido necesidad de usar el intercomunicador para pedir su ayuda.

    Libertad y un Legado de Dudas

    En 2011, el equipo legal de Jeffrey utilizó las nuevas pruebas descubiertas por el grupo Justice for Jeff para apelar su condena por 18 motivos diferentes. En una audiencia posterior en el Tribunal de Apelación Penal de Nueva Gales del Sur, el patólogo forense que le dijo al jurado que no había importancia en los niveles de monóxido de carbono admitió que no estaba completamente cualificado para dar testimonio sobre el tema y que ahora creía que era posible que Christopher hubiera estado vivo durante al menos un corto período de tiempo después de que se iniciara el fuego.

    El panel de tres jueces fue muy crítico con las afirmaciones de la fiscalía sobre el monóxido de carbono. Con esta evidencia desacreditada, toda su línea de tiempo quedaba en entredicho. En diciembre de 2011, después de haber pasado más de tres años tras las rejas, la condena por doble asesinato de Jeffrey Gillum, de 42 años, fue anulada y fue puesto en libertad bajo fianza.

    El panel de apelación aún tenía que decidir si se enfrentaría a un nuevo juicio. Fueron seis meses dolorosos para Jeffrey y sus partidarios mientras esperaban la decisión. El panel estaba dividido, pero con una decisión mayoritaria de dos contra uno, Jeffrey Gillum fue absuelto de todos los cargos y declarado oficialmente un hombre libre.

    Tony Gillum estaba indignado. Mientras Jeffrey salía del tribunal, Tony gritó: Aún no ha terminado, Jeffrey. Te arreglaré. Pero Jeffrey no se inmutó. Apretando la mano de Rebecca, dijo a los periodistas: Esta ha sido una experiencia horrenda para nosotros. Me alegro de que hoy me hayan absuelto de los cargos. Solo quiero agradecer a todos los que me apoyaron, especialmente a mi esposa Rebecca y a mis hijos. Estoy muy feliz de irme a casa como un hombre libre y eso es todo lo que quiero hacer. Ir a casa.

    Tres semanas después de la absolución de Jeffrey, Tony Gillum murió de un ataque al corazón a la edad de 60 años. Un amigo cercano de la familia dijo a los periodistas que Tony estaba completamente agotado después de la batalla legal.

    Con la absolución de Jeffrey, la horrible realidad era que el aparentemente normal Christopher realmente había perdido el control y matado a sus padres, y que el instinto de Jeffrey había sido matar a su hermano en respuesta. La tía de Jeffrey, Clare, había discutido el caso con su antiguo médico. Le preguntó: ¿Cómo pudo haber sucedido esto en una familia normal?. La respuesta del médico fue abrupta: La gente normal no mata a la gente.

    Pero cuando un periodista habló con un psiquiatra forense sobre el caso, no estuvo de acuerdo. Cualquiera puede hacer cualquier cosa, dijo. Siempre que empiezo a dar una conferencia a un nuevo grupo de estudiantes, siempre digo, no penséis ni por un momento que sois inmunes a ser criminales o que vuestro padre o vuestra madre o vuestra hermana no terminarán en la cárcel. Nuestros motivos varían, pero esa aptitud para matar está dentro de todos nosotros en las circunstancias adecuadas.

    El caso de la familia Gillum sigue siendo una de las sagas criminales más complejas y trágicas de Australia, un laberinto de pruebas contradictorias, lealtades familiares fracturadas y una pregunta fundamental que quizás nunca tenga una respuesta definitiva: ¿qué ocurrió realmente en esa casa junto al río en aquella oscura mañana de agosto? La justicia ha hablado, pero el misterio, para muchos, perdura.

  • Cuando la Mente es la Escena del Crimen

    La Mente del Caníbal: Fantasía Siniestra o Conspiración Real en la Dark Fetish Network

    Bienvenidos a la Red de Fetiches Oscuros

    En 2009, con la ayuda de otros dos socios, el ciudadano ruso Sergey Morenov cofundó un sitio web llamado Dark Fetish Network. El trío había identificado un nicho de mercado para personas con fetiches y fantasías sexuales fuera de lo convencional, y se propusieron crear una plataforma de redes sociales donde esos individuos pudieran conectar e interactuar. Era, en esencia, un clon de Facebook, con perfiles personalizados, chats públicos, mensajes privados, grupos y la capacidad de publicar álbumes de fotos.

    Sergey asumió el papel de webmaster, supervisando la parte administrativa del sitio web y proporcionando soporte técnico. También redactó todo el texto descriptivo en la página de inicio del sitio. Aproximadamente a un cuarto de página, bajo el encabezado de bienvenida a la Dark Fetish Network, Sergey había escrito: Bienvenidos a la red social donde no te sentirás como un marginado por tu fetiche oscuro. ¿Por qué? Porque este lugar está creado por gente como tú para gente como tú. Así que siéntete libre de mirar, conocer a gente loca, en el buen sentido, y formar parte de nuestra creciente comunidad solo para adultos mayores de 18 años. El mensaje de bienvenida terminaba con una advertencia: Por favor, recuerda también que este lugar es solo sobre fantasías, así que juega seguro.

    Para utilizar todas las funciones del sitio, los visitantes de la Dark Fetish Network debían registrarse para convertirse en miembros. Todo lo que necesitaban era una dirección de correo electrónico y un nombre de usuario. A diferencia de sitios web competidores con una temática similar, como FetLife, que tenía casi 2 millones de usuarios en todo el mundo, la Dark Fetish Network congregó a una comunidad mucho más pequeña de unos 38,000 miembros.

    Una vez registrados, los miembros podían crear un perfil personalizado que podía ser visto por otros usuarios. Completarlo era opcional, pero hacerlo se consideraba esencial si querías conectar fácilmente con personas de ideas afines. Un perfil se dividía en tres secciones principales. La primera cubría información personal básica, incluyendo el nombre y apellido del miembro, país de origen, género y edad. La segunda sección, titulada sobre mí, permitía a los miembros escribir resúmenes autobiográficos sobre sí mismos. La tercera y más importante sección se titulaba sobre mi fetiche, donde los miembros podían describir sus preferencias sexuales.

    La Dark Fetish Network abarcaba todo tipo de fetiches. El más popular era la asfixia sexual, pero otros comunes que aparecían en el sitio incluían el bondage, el voyeurismo, el exhibicionismo, la humillación y la cosificación. Había fetiches centrados en el cuerpo, como los pies, el estómago y el cabello, y otros que involucraban temas sobrenaturales o míticos. En el extremo más radical del espectro se encontraban fetiches relacionados con excrementos, tortura, necrofilia y canibalismo.

    Los usuarios interactuaban a través de escenarios de rol consensuados, siguiendo tramas que ellos mismos ideaban y asumiendo roles muy parecidos a los de actores en una película. Para el co-creador del sitio, Sergey Morenov, el aspecto de fantasía de la Dark Fetish Network era primordial. Afirmaba cancelar las cuentas de cualquiera que violara los términos de servicio del sitio, incluyendo a aquellos que participaran en conversaciones que, en sus palabras, pudieran haber llevado a algo malo. Sergey enfatizaba que las fantasías discutidas en su sitio nunca debían desbordarse hacia la actividad criminal del mundo real.

    El Cazador de Carne de Chicas

    En 2010, un nuevo miembro se unió a la Dark Fetish Network bajo el nombre de usuario Girl Meat Hunter. Aunque ocultó cualquier detalle de identificación, su perfil revelaba que era un hombre de Estados Unidos. Su foto de perfil mostraba a una mujer con una gran manzana roja metida en la boca, acompañada de la frase: Esta noche, querida, tú eres el plato principal. En la sección sobre mi fetiche, Girl Meat Hunter enumeraba lo que él llamaba el fácil ABC: secuestro (abduction), bondage y canibalismo.

    Mientras que otros disfrutaban de fantasías de mujeres que se sometían voluntariamente a la tortura, la muerte o a ser devoradas, Girl Meat Hunter rechazaba el consentimiento, diciendo que arruinaba todo el asunto. Él escribió que era un poco diferente, un poco más sádico. Quería que ella sufriera, quería verla sufrir.

    Poco después de registrarse en la Dark Fetish Network, Girl Meat Hunter siguió una tendencia que se había desarrollado en el sitio al subir un álbum de fotos titulado: ¿Qué le harías a ella? La tendencia consistía en que los usuarios recopilaban fotos de mujeres que afirmaban conocer en la vida real, generalmente extraídas de sus cuentas de redes sociales. Otros miembros luego comentaban las fotos reflejando sus propios fetiches sexuales. Por ejemplo, los interesados en el BDSM podrían escribir sobre atar a las mujeres y forzar su sumisión, mientras que los atraídos por el juego con personas dormidas podrían describir drogarlas y interactuar con sus cuerpos inconscientes.

    Un viernes, Girl Meat Hunter subió imágenes de 10 mujeres diferentes, etiquetándolas como chica número uno, chica número dos, y así sucesivamente. Para cuando volvió a iniciar sesión el domingo por la noche, su álbum había recibido aproximadamente 50 comentarios. Por cortesía, la mayoría de los comentarios estaban diseñados para satisfacer su pasión por el bondage y el canibalismo. Maldita sea, parece tierna, escribió un usuario. Otro dejó un comentario instando a la violación y la mutilación.

    Encantado, Girl Meat Hunter se refirió a las mujeres como extremadamente violables, detallando cómo quería atarlas y agredirlas antes de pasar a lo más macabro. Dijo que ataría a una como un pavo y la metería en un horno mientras aún estuviera viva. Una vez muerta, descuartizaría su cuerpo, cocinaría la carne, y los sonidos de sus gritos serían la música más dulce para sus oídos.

    Para enero de 2011, Girl Meat Hunter era bien conocido en la Dark Fetish Network por sus contribuciones en los chats grupales y por compartir grandes cantidades de pornografía explícita, aunque su identidad en el mundo real permanecía oculta. Cada vez que los usuarios elogiaban sus publicaciones o compartían un interés en sus fetiches, él se ponía en contacto con ellos en privado. Con el tiempo, estableció un círculo cercano de unas 20 personas con las que mantenía contacto regular, con algunas más frecuentemente que con otras. Sus conversaciones estaban lejos de ser una charla trivial. Se preguntaban mutuamente si tenían tiempo para jugar un poco antes de comenzar o continuar un escenario de rol.

    Otros disfrutaban del rol con Girl Meat Hunter porque era un escritor decente. También atendía a los fetiches de los demás en lugar de centrarse únicamente en los suyos, creando historias detalladas que abarcaban una amplia gama de perversiones, incluso después de que sus propias necesidades hubieran sido satisfechas. Si no estaba satisfecho con cómo progresaban las cosas con un compañero de rol, lo abandonaba. Meticuloso y orientado al detalle, prefería compañeros que fueran igualmente gráficos y explícitos. Los escenarios no podían apresurarse; podían durar semanas, con sesiones de rol que se extendían por varias horas cada vez. Aunque no estaba en línea todas las noches, solía aparecer tres o cuatro veces por semana y, a veces, durante el día.

    A menudo se invitaba a Girl Meat Hunter a interpretar el papel del captor de mujeres ficticias en peligro, pero esos escenarios no lo excitaban. Lo que lo excitaba eran las fantasías que involucraban a las 10 mujeres que supuestamente conocía en la vida real. Continuó compartiendo sus fotos en línea junto con sus nombres, edades, descripciones físicas, ocupaciones y estados civiles. Las imaginaba cloroformadas y secuestradas, desnudadas, atadas y exhibidas en una bandeja con una manzana en la boca. Fantaseaba con gargantas cortadas, decapitaciones y hacer tiras de tocino con la carne del vientre. Cuando un usuario le preguntó si alguna vez comería carne humana si se le presentara la oportunidad en la vida real, Girl Meat Hunter respondió sin rodeos: Sí. Con el tiempo, sus fantasías crecieron hasta incluir a casi 100 mujeres, cada una descrita como alguien a quien anhelaba secuestrar y cocinar.

    De la Fantasía a la Conspiración

    Una de las desventajas de la Dark Fetish Network era que podía ser lenta para cargar. Finalmente, Girl Meat Hunter y su grupo principal de jugadores de rol trasladaron sus conversaciones a Yahoo Messenger. La plataforma gratuita ofrecía características que la Dark Fetish Network no tenía, incluyendo mensajería instantánea, intercambio de archivos y la capacidad de ver cuándo otros estaban en línea. Aunque Girl Meat Hunter permaneció activo en la red, si conectaba con un jugador de rol que le gustaba particularmente, compartía su nombre de usuario de Yahoo Messenger para continuar el escenario allí.

    Alrededor de junio de 2012, unos dos años después de la aparición en línea de Girl Meat Hunter, comenzó a recibir mensajes de un miembro de la Dark Fetish Network llamado Meat Market Man, radicado en Inglaterra. Lo único que Girl Meat Hunter sabía de él era que compartían un deseo mutuo por el canibalismo. Meat Market Man afirmaba haber matado y comido a dos mujeres en la vida real. Sus conversaciones pronto se trasladaron a Yahoo Messenger, donde Meat Market Man usaba el nombre de Moody Blues. Los dos chateaban casi sin parar y a menudo hasta altas horas de la noche.

    Para julio, sus conversaciones habían adquirido un tono más deliberado, ya que comenzaron a trazar planes para hacer realidad sus fantasías. Moody Blues asumió un papel de mentor, ayudando a idear métodos para atormentar a las víctimas previstas de Meat Hunter. En un intercambio, Girl Meat Hunter describió a una jugadora de sóftbol que conocía como la pieza de carne más deseable que jamás había conocido. Moody Blues sugirió noquearla con un bate de béisbol, llamándolo justicia poética.

    En otra conversación, Girl Meat Hunter propuso que Moody Blues viajara a Estados Unidos para que pudieran secuestrar a una de las 10 mujeres con las que estaba obsesionado. Moody Blues estuvo de acuerdo y preguntó qué tan grande era su horno. Girl Meat Hunter respondió que era lo suficientemente grande como para meter a una de esas chicas si le doblaba las piernas. Finalmente se decidieron por una mujer llamada Charlotte, a quien Girl Meat Hunter describió como una de sus víctimas favoritas. Había fantaseado con ella durante 10 años, deleitándose con la idea de masacrarla y señalando que tenía buena carne en los brazos. Cuando Moody Blues sugirió que comieran a Charlotte viva, Girl Meat Hunter respondió que no le gustaba mucho la carne cruda.

    Los hombres procedieron a discutir la organización de una parrillada con Charlotte como plato principal. Girl Meat Hunter escribió que tenía un lugar en las montañas, sin nadie a tres cuartos de milla a la redonda. Quizás la ataremos al asador y la cocinaremos afuera, propuso. Moody Blues cuestionó cómo pondrían a Charlotte sobre el fuego, señalando que un espetón la mataría rápidamente. Sugirió que en su lugar fuera confinada en algún tipo de jaula. Girl Meat Hunter consideró asegurar su cuerpo a un aparato y cocinarla lentamente a fuego bajo, manteniéndola viva deliberadamente el mayor tiempo posible. Dijo que estaba en proceso de construir un sistema de poleas en su sótano para colgar a las víctimas por los pies. Allí sería mantenida cautiva y violada, explicó, añadiendo que una vez que Charlotte estuviera muerta, sería bajada y descuartizada adecuadamente antes de meterla en el horno.

    Moody Blues señaló que si no desperdiciaban nada de ella, tendrían casi 75 libras de comida. Preguntó qué querían hacer con la cabeza. Girl Meat Hunter respondió que cuando se sentaran a comer, quería la cabeza de Charlotte exhibida como un espeluznante centro de mesa, fijada en su expresión final de terror.

    Moody Blues expresó dudas sobre el compromiso de Girl Meat Hunter, diciendo que ya lo habían decepcionado antes. Girl Meat Hunter explicó con confianza que tenía todo el evento planeado en su mente, aunque todavía estaba trabajando en los detalles finales del secuestro, que debía ser impecable. Tenía la intención de aparecer en casa de Charlotte sin previo aviso para que ella nunca lo viera venir. Luego la noquearía con cloroformo y esperaría hasta el anochecer antes de llevársela. Cuando Moody Blues sugirió que podría ser mejor si atacaban a una extraña para evitar sospechas, Girl Meat Hunter respondió que la familia de ella estaba fuera del estado, convencido de que nadie lo conectaría con el crimen.

    Mientras la pareja continuaba ideando su plan, Moody Blues mencionó que tenía gases anestésicos, mientras que Girl Meat Hunter haría el cloroformo usando una receta que había encontrado en línea. Se emocionaron ante la idea de Charlotte durmiendo pacíficamente en otro lugar, completamente inconsciente de lo que le estaban preparando. Sus días están contados, exclamó Girl Meat Hunter. Tenía la intención de hacer un ensayo, apareciendo sin previo aviso en el vecindario de Charlotte con el pretexto de un saludo casual. Aunque no estaba seguro de cómo se desarrollaría finalmente el plan, insistió en que su intención de secuestrar a Charlotte y salirse con la suya era la verdad absoluta.

    El jueves 19 de julio de 2012, Girl Meat Hunter informó a Moody Blues que había organizado un encuentro con Charlotte en persona para almorzar ese fin de semana. Luego le envió por correo electrónico un documento que había preparado titulado: Secuestrar y Cocinar a Charlotte, un plan maestro. El documento contenía detalles personales sobre Charlotte, incluyendo su nombre, fecha de nacimiento, altura, peso y talla de sujetador. En una sección titulada materiales necesarios, Girl Meat Hunter había enumerado las herramientas necesarias para llevar a cabo su fantasía: su coche, una lona de plástico para forrar el maletero, cloroformo para dejar inconsciente a Charlotte, la cuerda más fuerte para atarla, cinta adhesiva para amordazarla, bolsas de plástico para su ropa y un par de zapatillas baratas para usar. La estaré observando de pies a cabeza y lamiéndome los labios, escribió, añadiendo que anhelaba el día en que pudiera dejarla inconsciente con cloroformo. Moody Blues bromeó diciendo que Girl Meat Hunter estaría más concentrado en comer a Charlotte que en su almuerzo.

    Después del fin de semana, Girl Meat Hunter inmediatamente envió un mensaje a Moody Blues, comentando lo apetitosa y deliciosa que estaba Charlotte. Para finales de agosto, su fijación se había trasladado a otras dos mujeres de su lista de las 10 principales. Una estudiante de secundaria de 18 años llamada Lily y otra mujer llamada Georgia. Habló de su deseo de capturar y matar a Georgia, diciendo que quería que sufriera absolutamente y afirmó que era personal. Si Georgia viviera cerca de mí, escribió, ya habría desaparecido. Incluso si me atrapan, valdría la pena.

    El Mercado de Esclavas

    Aunque Girl Meat Hunter seguía dedicado principalmente al secuestro, el bondage y el canibalismo, también desarrolló una fascinación por los escenarios de esclavitud en los que las mujeres secuestradas eran vendidas al mejor postor. Combinando este nuevo interés con sus fetiches existentes, creó un nuevo álbum de fotos en la Dark Fetish Network titulado: Cocinarla o Venderla.

    A partir de finales de enero de 2012, confió a otro entusiasta del fetiche de la esclavitud, conocido en línea como Mike Vanheis 81, sus planes de convertir también estas fantasías en realidad. Girl Meat Hunter se ofreció a secuestrar a una mujer de su lista para vendérsela a Mike Vanheis por 5,000 dólares. Su nombre era Marissa, y era una maestra de escuela primaria a quien Girl Meat Hunter conocía en la vida real. Le envió a Mike Vanheis cuatro fotos de Marissa tomadas de su página de Facebook, advirtiéndole que era un poco peleona y sensata, y que no estaba seguro de cuán pronto se sometería.

    Seguro de que podría doblegar a Marissa de más de una manera, Mike Vanheis imaginó con entusiasmo convertirla en su esclava: sexual, doméstica y de otro tipo. Si intentaba escapar, la golpearía. Si lo intentaba de nuevo, quedaba embarazada o era infiel, la mataría.

    El tono de Girl Meat Hunter se volvió sombrío y mecánico mientras describía su plan para acechar a Marissa. Sabía que ella tenía una semana libre del trabajo próximamente y sugirió secuestrarla entonces, ya que esto le daría más tiempo antes de que alguien se diera cuenta de su desaparición. Describió cómo dejaría inconsciente a Marissa, la metería en una maleta grande y la llevaría en su furgoneta para entregarla en la casa de Mike Vanheis en Nueva Jersey. Permanecería completamente vestida para que Mike pudiera tener el placer de desenvolver su regalo. La pareja incluso discutió la posibilidad de violar a Marissa juntos antes de separarse.

    Girl Meat Hunter exigió el pago completo de 5,000 dólares en el momento de la entrega. Cuando Mike intentó regatear, se negó a aceptar menos, insistiendo en que necesitaba el dinero y enfatizando la naturaleza muy arriesgada del trabajo, que podría arruinar su vida si lo atrapaban. Escribió que estaba arriesgando el pellejo. Si algo salía mal de alguna manera, estaría en un profundo problema. Con 5,000 dólares, Mike tendría que asegurarse de que no la encontraran, ya que definitivamente saldría en las noticias. Añadió que aspiraba a convertirse en un secuestrador profesional, enmarcando el precio estrictamente como un negocio.

    Cuando Mike Vanheis expresó dudas de que Girl Meat Hunter fuera a cumplir su parte, este respondió que solo tenía miedo de que lo atraparan. Si le garantizaran que se saldría con la suya, lo haría. Cuando se le preguntó si estaba seguro, respondió con firmeza: Definitivamente.

    Entonces, en la noche del sábado 9 de septiembre de 2012, sucedió algo inesperado. Después de dos años de actividad constante en la Dark Fetish Network, Girl Meat Hunter cerró abruptamente su cuenta. Informó de inmediato a Moody Blues en Yahoo Messenger, quien quiso saber por qué. Girl Meat Hunter explicó que era para tener menos posibilidades de ser atrapado.

    La Sombra en Casa

    A mediados de 2012, Jackie Valle, una maestra de escuela primaria convertida en madre a tiempo completo, estaba cada vez más preocupada por el comportamiento inusual de su esposo. Gilberto Valle, de 28 años, conocido por amigos y familiares como Gil, había estado pasando mucho más tiempo en el ordenador de la sala de estar. Siempre había sido un noctámbulo, ya que trabajaba hasta tarde y le costaba conciliar el sueño. Normalmente se quedaba despierto un par de horas jugando videojuegos, viendo la televisión o navegando por internet. Pero después de que Jackie quedara embarazada, su comportamiento empeoró. Empezó a quedarse despierto hasta las 3, 4 o incluso las 5 de la mañana. A veces, ni siquiera venía a la cama.

    Jackie había conocido a Gilberto unos tres años antes en un sitio de citas. Él envió el primer mensaje, y cuando ella vio su perfil, su ocupación le llamó la atención de inmediato: era oficial del Departamento de Policía de Nueva York. El padre de Jackie había sido oficial de policía, y ella pensó que el trabajo sonaba genial. Le respondió a Gilberto y los dos quedaron para cenar. Su primera cita fue excepcionalmente bien. Se rieron, disfrutaron del postre y se acurrucaron juntos en el cine. La noche terminó con un beso apasionado y la sensación compartida de que algo especial acababa de comenzar.

    Las cosas avanzaron rápidamente después de eso. En cuestión de semanas, Jackie y Gilberto eran oficialmente pareja. Un año después, se mudaron juntos a un apartamento en Nueva York y adoptaron un cachorro. Luego, en enero de 2011, Jackie descubrió que estaba embarazada. La reacción inicial de Gilberto fue de sorpresa e incertidumbre. No sentía que estuvieran preparados, pero después de largas discusiones, pareció aceptar la idea de convertirse en padre. Su hija nació en septiembre. Cinco meses después, Gilberto le propuso matrimonio. La pareja lo celebró con una boda pequeña pero encantadora poco después.

    La vida como nuevos padres comenzó felizmente, pero Jackie sintió gradualmente que ella y Gilberto se estaban distanciando. A medida que su intimidad se desvanecía, Gilberto se sumergía más profundamente en internet. Cada vez que Jackie echaba un vistazo a la pantalla del ordenador, parecía que estaba navegando por sitios inofensivos como ESPN, la web de las Grandes Ligas de Béisbol y un foro para policías de Nueva York. No fue hasta que Gilberto comenzó a borrar regularmente su historial de búsqueda en internet que Jackie empezó a sospechar que estaba ocultando algo, posiblemente una aventura.

    Cuando el ordenador dejó de funcionar a mediados de 2012, Gilberto comenzó a usar el portátil de Jackie. Creó su propia cuenta en el dispositivo, protegida con una contraseña. Una noche de agosto, mientras Gilberto dormía, Jackie vio que se había olvidado de cerrar la sesión. En la parte inferior de la pantalla de inicio había dos pequeños archivos de imagen. Hizo clic en ellos, pero las imágenes no se cargaban. Sin embargo, pudo ver la información del archivo, que revelaba su origen: un sitio web llamado Dark Fetish Network.

    Jackie escribió la URL del sitio web en un navegador y descubrió que era un foro pornográfico para fetichistas extremos. Su página de inicio mostraba a una mujer desnuda, atada de pies y manos y cubierta de sangre. Para Jackie, parecía estar muerta. El descubrimiento la dejó atónita. Gilberto era un hombre amable, con cara de niño, a quien algunos comparaban con un oso de peluche. Sensible, paciente y respetuoso, era el caballero perfecto, abriéndole las puertas a Jackie y sacándole la silla en la cena. Mantenía a la familia con su único ingreso mientras los deleitaba con placeres especiales como comidas fuera o viajes al zoológico. Gilberto nunca había enfrentado ninguna queja por mala conducta como oficial de policía, ni había estado involucrado en actividades criminales o abuso de sustancias. Aunque él y Jackie a veces no estaban de acuerdo, nunca había mostrado agresión, ira o ninguna inclinación a dañar a las mujeres. Virgen cuando se conocieron, su intimidad con Jackie nunca había involucrado nada que se pareciera al contenido de la Dark Fetish Network.

    La Confrontación y el Descubrimiento Final

    A las 8 de la mañana, Gilberto todavía dormía cuando Jackie le tocó el hombro. Nerviosa, intentó mirarlo a los ojos, pero no pudo. Le dijo que había dejado su cuenta abierta en el ordenador de ella. No había tenido la intención de fisgonear, pero cuando hizo clic en una imagen, la llevó a un sitio web que mostraba a una mujer atada. El tono de Jackie no era de enojo ni acusatorio, pero Gilberto parecía asustado. Se disculpó rápidamente, insistiendo en que no quería que ella lo viera y explicando que no era nada. A veces, después de los turnos de noche, dijo, llegaba a casa acelerado y, en lugar de despertar a Jackie, veía pornografía. La mayor parte era material normal, aunque ocasionalmente miraba contenido de bondage.

    Jackie se relajó un poco. Le dijo a Gilberto que lo entendía e incluso sugirió que experimentaran juntos como una forma de reconectar. Le propuso que pasara por una tienda de artículos para adultos al día siguiente para comprar algunas cosas para que las probaran. Gilberto pareció aliviado y entusiasmado. Para Jackie, el intercambio ofreció un rayo de esperanza, el primero desde antes de su embarazo. Más tarde recordó que pensó que tal vez habían tenido un avance, que se estaban comunicando, que él iba a ser honesto y hablar con ella.

    A pesar del optimismo de Jackie, el descubrimiento los cambió a ambos irrevocablemente. Jackie no podía dejar de pensar en lo que había visto, mientras que Gilberto parecía cada vez más sospechoso de todo lo que Jackie hacía. Superada por una creciente sensación de pavor y sintiendo que no tenía otra opción, el domingo 10 de septiembre de 2012, Jackie instaló un software espía en su portátil. El programa registraba cada pulsación de tecla, rastreaba cada sitio web visitado, capturaba pantallas cada cinco minutos y monitoreaba todos los correos electrónicos enviados y recibidos.

    El software espía reveló que Gilberto todavía visitaba en secreto sitios web de fetiches. Jackie reflexionó más tarde que sabía que el sadomasoquismo era algo popular, como en Cincuenta Sombras de Grey, pero esto parecía diferente. Cuando encontró imágenes de pies desprendidos de cuerpos, Jackie se dio cuenta de que los intereses de su esposo iban mucho más allá del simple contenido de bondage.

    A la mañana siguiente, Jackie volvió a tocar el hombro del dormido Gilberto para despertarlo. Entré en el ordenador hace un momento, le dijo de inmediato. Y lo vi todo. Gilberto intentó fingir ignorancia, pero Jackie se rió sarcásticamente. Ah, ¿así que lo vas a negar? Cuando él intentó hablar, Jackie lo interrumpió. Cocinar mujeres, asarlas. Eso es lo que somos para ti. Dijo que tenía la intención de llevarse a su bebé y alejarse por un tiempo. Desesperado, Gilberto suplicó: Jackie, lo que viste no es quien soy. Le profesó su amor, insistiendo en que ella lo conocía mientras se disculpaba y le rogaba que no se fuera.

    Con lágrimas corriendo por su rostro, Jackie fue a la habitación y comenzó a empacar. Una vez que se calmó un poco, le dijo al angustiado Gilberto que solo estaba un poco asustada y que necesitaba alejarse. Recogió a su hija y se fue al aeropuerto, en dirección a la casa de sus padres en otro estado.

    En estado de shock y lidiando con un torbellino de emociones, Jackie le envió un mensaje de texto a Gilberto poco después de irse que decía que lo amaba. Más tarde, le envió otro mensaje diciendo que no se rendía y que superarían esto juntos. Jackie sugirió que programara una cita de terapia de pareja en unas pocas semanas. Suena genial, respondió Gilberto. Me alegra oír eso. Cuando vuelvas, empezamos de nuevo. Eso es todo. No quiero volver a verte así nunca más, y no dejaré que vuelva a pasar.

    Jackie se había llevado su portátil. Días después, volvió a iniciar sesión en el programa espía para inspeccionar más a fondo los datos que había recopilado. Entre las capturas de pantalla, notó una dirección de correo electrónico de Yahoo desconocida. Curiosa, fue al sitio web de Yahoo e introdujo los datos de inicio de sesión. Aunque no sabía la contraseña, probó una que ella y Gilberto usaban para todo lo demás. Funcionó.

    Jackie se encontró con miles de mensajes e imágenes perturbadoras que Gilberto había enviado bajo el alias de Girl Meat Hunter y otros. Los escabrosos mensajes detallaban sus deseos y planes de secuestrar, violar, matar y comer mujeres. Aún más horripilante, sus objetivos incluían a 10 mujeres que ambos conocían en la vida real, cuyas fotos había tomado de sus páginas de Facebook y compartido en línea. Entre ellas se encontraba una vieja amiga del trabajo de Jackie, la supervisora de Gilberto en la comisaría, su amor platónico de la secundaria, una graduada de 18 años de su antigua escuela secundaria y varias de sus amigas de la universidad.

    Superada por una mezcla de repulsión y terror, Jackie hizo clic en la barra de búsqueda de la bandeja de entrada y escribió Jackie. Había innumerables resultados. En mensajes de principios de 2012, Gilberto se había carteado con alguien que usaba el nombre de Ali Khan. Ali dijo que había sido expulsado de la Dark Fetish Network por intentar convertir en realidad sus fantasías de comprar y matar mujeres. Esto despertó el interés de Gilberto, dada su creciente fascinación por la idea de vender mujeres. Los dos hombres rápidamente entablaron una amistad en línea. Gilberto sugirió llevar a su esposa de viaje a la India, donde podrían reunirse con Ali Khan. Los dos hombres se turnarían para violar a Jackie antes de que Gilberto planeara colgarla por los pies, cortarle el cuello, y luego cocinar y consumir sus restos. Compartió una foto de Jackie en bikini, señalando que tenía mucha carne en varias partes de su cuerpo. Ali Khan dijo que disfrutaría viendo su sangre brotar, añadiendo que si ella lloraba, no deberían mostrar piedad. Gilberto respondió que estaba bien, que simplemente la amordazarían. Para Gilberto, la cocción en vivo de Jackie era únicamente para su propio entretenimiento y el sufrimiento de ella. Dijo que quería que Jackie experimentara el mayor dolor posible durante su calvario, insistiendo en que la violación sería la parte fácil para ella.

    Al descubrir esta información horripilante, Jackie le envió un mensaje a Gilberto. Necesito saber quién eres realmente. Ahora mismo, estoy traicionada y aterrorizada. Necesito la verdad sobre todo. Le preguntó si alguna vez había compartido fotos de ella o de su hija en los sitios web que frecuentaba o en los correos electrónicos que enviaba. Gilberto respondió: Absolutamente no. Lo prometo. Jackie sabía que Gilberto mentía. Aunque no había encontrado ninguna foto de su hija de un año en su correspondencia, había compartido muchas imágenes de ella y mucho más. En un correo electrónico titulado Menú del Cuatro de Julio, Gilberto enumeraba los datos personales, descripciones físicas y fotos de varias mujeres que conocía. La mujer número seis fue descrita como de 26 años, 1.70 m de altura, con un peso de 150 a 160 libras, casada y con una hija pequeña. El nombre que se dio fue Jackie, y la foto que la acompañaba era de ella.

    Gilberto le preguntó a Jackie cuándo volvería, pero ella se negó a responder. En cambio, le exigió que fuera completamente honesto. Poco a poco, comenzó a confesarlo todo.

    La Caída del Policía Caníbal

    Para el miércoles 24 de octubre de 2012, Jackie llevaba seis semanas fuera. Gilberto tenía el día libre y estaba solo en su apartamento de Nueva York viendo una película cuando, alrededor de las 2 de la tarde, sonó un golpe en la puerta. No se movió. No esperaba a nadie y no estaba de humor para visitas. Los golpes finalmente cesaron, pero minutos después, su teléfono móvil se iluminó con una llamada de un número desconocido. La ignoró, solo para que el teléfono volviera a sonar cinco minutos después. Esta vez, respondió.

    Una voz masculina preguntó si hablaba con el oficial Valle. Sí, respondió Gilberto. ¿Quién es? La persona que llamaba se identificó como un oficial de policía de la comisaría 112. Explicó que el coche aparcado de Gilberto acababa de ser golpeado y había sufrido daños bastante graves. Le pidió a Gilberto que saliera para que pudieran presentar un informe. Gilberto se vistió, se enfundó su pistola reglamentaria y se dirigió a la puerta.

    Gilberto salió al pasillo. Al doblar la esquina hacia la escalera, se encontró con seis oficiales de policía con sus armas apuntándole. ¡Manos arriba!, ordenó uno. Gilberto levantó las manos, protestando que todo era un malentendido. En cuestión de momentos, sus muñecas estaban esposadas a la espalda y su arma de servicio confiscada. Entre los oficiales se encontraba un agente del FBI llamado Anthony Foto. Todo va a estar bien, le dijo el agente Foto. Gilberto negó con la cabeza y dijo: No lo creo.

    Gilberto Valle fue puesto bajo custodia y colocado en una sala de interrogatorios con el agente Foto, quien explicó que esta era la única oportunidad de Gilberto para tomar la delantera compartiendo su versión de la historia. Gilberto rechazó la oferta de un abogado y comenzó a hablar. Empezó, literalmente, desde el principio: su infancia.

    Gilberto creció en un barrio tranquilo y sin incidentes de Nueva York. Era muy querido en la escuela, tenía muchos amigos, sacaba buenas notas y destacaba como un talentoso jugador de béisbol. La única sombra sobre su infancia era el problemático matrimonio de sus padres. Discutían a menudo y, cuando no peleaban, tendían a ignorarse mutuamente. Para cuando Gilberto tenía cinco años, sus padres se habían separado. Ambos siguieron dedicados a él; su padre lo empujaba a trabajar duro y a apuntar alto, mientras que su madre fomentaba su amabilidad, generosidad y amor por los animales.

    Tras graduarse y unirse a la policía de Nueva York, amaba su trabajo, pero las largas e irregulares horas dificultaban mantener una vida social. Cuando un colega sugirió las citas en línea, Gilberto decidió probar. Conoció a Jackie, se convirtió en padre, se casó y se estableció en la vida familiar. Contando todo esto al agente del FBI, Gilberto dijo que no tenía nada más que añadir. El agente Foto estaba incrédulo. Conocía algunas acusaciones muy serias contra Gilberto que fueron omitidas deliberadamente de su impecable historial. Decidido a descubrir la verdad, Foto pasó las siguientes dos horas interrogando a Gilberto sobre la Dark Fetish Network, Girl Meat Hunter y las 10 mujeres en el centro de todo.

    Gilberto lo admitió todo, aunque le costó explicar por qué lo hacía. Afirmó que no disfrutaba particularmente la experiencia y reconoció que estaba destruyendo su vida personal. Las largas noches frente al ordenador lo dejaban exhausto, creaban distancia y sospecha en su matrimonio y erosionaban cualquier deseo de intimidad con su esposa. Reconociendo que su vida en línea estaba empezando a dañar su vida real, Gilberto dijo que había comenzado a tomar medidas para cambiar. En lo que insistió que era pura coincidencia, la noche antes de que Jackie lo descubriera todo, inició sesión en la Dark Fetish Network por última vez y eliminó permanentemente su cuenta.

    Gilberto fue rotundo en que, si bien sus conversaciones en línea sobre dañar a mujeres podían sonar realistas, no eran más que un juego de rol sexual de ficción. Fue inflexible en que nunca había lastimado a nadie y que nadie estuvo nunca en peligro real. A pesar de los miles de mensajes espeluznantes en los que discutía el secuestro, la violación y el asesinato de varias mujeres en particular, todas ellas fueron encontradas sanas y salvas, y completamente inconscientes de las actividades en línea de Gilberto. Muchas no habían hablado con él ni pensado en él en años. Otras mantenían solo un contacto casual. La joven de 18 años de la lista de Gilberto ni siquiera lo conocía. Parecía que Gilberto decía la verdad, que todo lo que hacía estaba confinado al ciberespacio. Al menos, eso es lo que él decía.

    El Juicio: ¿Pensamiento o Crimen?

    Durante su entrevista con Gilberto Valle, el agente Anthony Foto reveló que el FBI había hecho un descubrimiento importante en su investigación de Girl Meat Hunter. Una de las mujeres de su lista era una residente de Nueva York llamada Marissa. Era una vieja amiga y ex colega de Jackie Valle. En línea, Gilberto había planeado secuestrar y vender a Marissa a un usuario con el que interactuaba, conocido como Mike Vanheis 81. El jueves 1 de marzo de 2012, el día después de una ronda de estas discusiones, el GPS del teléfono móvil de Gilberto lo rastreó hasta la manzana donde vivía Marissa. La implicación era escalofriante. Gilberto no solo había fantaseado con acechar a mujeres, sino que aparentemente había llevado a cabo el comportamiento en el mundo real. Insistió en que era una coincidencia o un malentendido, pero luchó por ofrecer una explicación totalmente creíble de por qué había estado en la zona.

    Este descubrimiento llevó al primer delito imputable a Gilberto: conspiración para cometer secuestro. Sin embargo, esa no fue la única prueba que las autoridades encontraron que sugería que Gilberto había tomado medidas para convertir sus fantasías en realidad. Mientras estaba de servicio, Gilberto tenía acceso a una base de datos policial restringida. Los registros mostraron que había realizado búsquedas no autorizadas sobre varias mujeres de su lista durante su tiempo como Girl Meat Hunter. Este descubrimiento condujo al segundo y último cargo de Gilberto: acceso no autorizado a una base de datos policial. Solo por el cargo de conspiración, se enfrentaba a una posible cadena perpetua.

    A Gilberto se le negó la fianza y permaneció en prisión hasta que comenzó su juicio casi cuatro meses después, en febrero de 2013. Para entonces, el caso se había convertido en un elemento básico de los titulares, con la naturaleza horrible y grotesca de los mensajes en línea de Gilberto llenando las páginas de los tabloides. La idea de que un miembro aparentemente normal de la sociedad pasara sus noches hablando de cortar gargantas de mujeres y asarlas vivas se hizo aún más aterradora por el hecho de que era un oficial de policía en activo jurado para proteger a la comunidad.

    A medida que se acercaba la fecha del juicio de Gilberto, las pruebas que respaldaban su cargo de conspiración para cometer secuestro se debilitaron. La policía había afirmado inicialmente que los datos del GPS situaban a Gilberto en la misma manzana que la casa de una de sus presuntas víctimas, pero esto se redujo luego a en las inmediaciones y más tarde a estar a menos de 500 yardas. Finalmente, la mañana en que iba a comenzar el juicio de Gilberto, la fiscalía admitió que no utilizarían las pruebas del GPS en absoluto. Aunque el cargo se mantuvo, la evidencia ahora se basaba únicamente en el contenido de la actividad en línea de Gilberto.

    La fiscalía afirmó que Gilberto Valle se tomaba muy en serio estos planes. Sostuvieron que las búsquedas en Google que había realizado demostraban su intención. Gilberto había buscado cosas como cómo hacer cloroformo casero, la mejor cuerda para atar a alguien, el plato de hornear más grande del mundo e incluso cómo preparar carne humana. Incluso había buscado cómo secuestrar a alguien. La fiscalía declaró que, aunque Gilberto podría no haber comprado ni preparado nada en el momento de su arresto, el hecho de que hubiera investigado estas cosas indicaba que estaba tomando medidas para llevar a cabo un secuestro.

    Sin embargo, fue la ausencia de cualquier evidencia física lo que formó el quid del caso de la defensa. Postularon que Gilberto estaba siendo acusado de un crimen que no cometió. Los registros de su apartamento, coche y taquilla de trabajo no descubrieron nada de importancia. Según sus propios supuestos planes para los secuestros, carecía de las herramientas y materiales necesarios para ejecutar sus planes. No tenía cuerda, cinta adhesiva ni lonas; ni ingredientes para cloroformo, ni pagos de aspirantes a dueños de esclavas. Contrariamente a las afirmaciones de Gilberto, no tenía una furgoneta para transportar a las víctimas, ni una casa remota en las montañas para retener a las cautivas, ni un horno lo suficientemente grande como para meter a una persona.

    La defensa señaló que Gilberto podría haber pensado en ello, podría haber hablado de ello, pero no había hecho nada fuera de línea que demostrara una intención procesable de secuestrar a nadie. Si bien reconocieron que los escritos en línea de Gilberto eran aterradores y propios de películas de terror, la defensa sostuvo que era pura ficción, una simulación. Argumentaron que si tener pensamientos perturbadores o escribir contenido violento fuera un crimen, entonces los directores de películas de terror y el autor Stephen King estarían en prisión.

    El psicólogo forense y criminólogo de renombre mundial, el Dr. Park Deets, entrevistó a Gilberto. Gilberto le dijo al Dr. Deets que, una vez que llegó a la pubertad, inmediatamente sintió que era diferente a los otros chicos. Descubrió que le excitaban el bondage y el sadomasoquismo. No hubo nada en particular que condujera a estos sentimientos; según Gilberto, simplemente estaban allí.

    En su informe sobre Gilberto Valle, el Dr. Park Deets declaró que, en su opinión, Girl Meat Hunter era solo un papel, un ejercicio de imaginación sexual y escritura creativa colaborativa, y que no había evidencia fiable que sugiriera que sus conversaciones eróticas pudieran interpretarse razonablemente como planes conspirativos en lugar de conversaciones que eran un fin en sí mismas. El Dr. Deets concluyó finalmente que no encontró evidencia alguna de que el señor Valle alguna vez haya dañado o tenido la intención real de dañar a ninguna mujer.

    En palabras de Gilberto, todo el asunto era como un gran grupo de fantasía, como un grupo de chicos que se reúnen para jugar a Dragones y Mazmorras o World of Warcraft. Excepto que, en nuestro caso, no hablábamos de pícaros y magos y los hechizos que podían lanzar. Hablábamos de secuestrar mujeres y, a veces, también de matarlas.

    El examen de la extensa correspondencia en línea de Gilberto mostró que frecuentemente recordaba a aquellos con los que se comunicaba que sus mensajes eran ficción. Su perfil en la Dark Fetish Network incluso incluía la advertencia: Me gusta forzar los límites, pero no importa lo que diga, todo es fantasía. Cuando compartía fotos de mujeres que conocía en la vida real, les decía a los destinatarios que eran solo para fantasía.

    El Veredicto y la Apelación

    En sus alegatos finales, la fiscalía sostuvo que las fantasías de Gilberto eran inaceptables y que la pornografía en la que se complacía no era pornografía normal para ningún ser humano. Argumentaron que la defensa intentaba convencer al jurado de ideas que desafiaban el sentido común, incluyendo que era aceptable que un oficial de policía armado anduviera por ahí haciendo planes detallados sobre matar a mujeres reales. En sus declaraciones finales, la defensa comparó el caso con la novela distópica de George Orwell, 1984, específicamente con la Policía del Pensamiento, cuyo papel no era solo castigar crímenes, sino detectar y eliminar el crimen de pensamiento. La defensa argumentó que no se puede condenar a la gente por sus pensamientos, aunque sean enfermizos.

    El jurado deliberó durante más de dos días completos antes de emitir un veredicto. Encontraron a Gilberto Valle culpable de conspiración para cometer secuestro, así como culpable del uso no autorizado de una base de datos federal. La decisión causó conmoción en la sala del tribunal y más allá. A pesar de las opiniones personales sobre las perturbadoras fantasías de Gilberto, la creencia predominante entre la prensa, el público y los observadores del juicio era que la defensa ganaría. En cambio, Gilberto recibió la pena máxima: cadena perpetua por el cargo de conspiración para secuestro, junto con una sentencia concurrente de 12 meses por el uso indebido de la base de datos.

    Un miembro del jurado habló más tarde de forma anónima. Dijo que para él, el hecho de que Gilberto hubiera compartido fotos de mujeres reales que conocía fue lo que hizo que sus acciones fueran más que una simple fantasía. Sin embargo, fueron las discusiones de Gilberto con Moody Blues sobre Charlotte lo que realmente cambió la percepción del jurado. Según el jurado, su viaje a Maryland para visitar a Charlotte, junto con el documento titulado Secuestrar y Cocinar a Charlotte, un plan maestro, hizo que fuera muy real para el jurado que cualquiera de las mujeres podría haber terminado como víctima de asesinato.

    Gilberto Valle apeló su condena y el caso fue escuchado en julio de 2014. Al emitir sus conclusiones, el juez presidente describió las comunicaciones en línea de Gilberto como desviadas, depravadas y misóginas, pero señaló que contenían una verdadera avalancha de información falsa, ficticia y fantástica sobre sí mismo y los pasos que supuestamente había tomado para facilitar un secuestro. El juez dictaminó que, basándose en las pruebas, era más probable que no que todas las comunicaciones en línea de Gilberto sobre secuestro fueran solo un juego de rol de fantasía. Sus chats y correos electrónicos sobre estos temas por sí solos no eran suficientes para probar los elementos legales de una conspiración para cometer secuestro.

    El cargo de conspiración fue anulado, mientras que el cargo por uso no autorizado de una base de datos federal se mantuvo. Para ese momento, Gilberto ya había pasado 21 meses en régimen de aislamiento. Fue sentenciado a tiempo cumplido y liberado rápidamente bajo las condiciones de un año de libertad condicional, tratamiento de salud mental continuo y varias restricciones.

    El asunto se resolvió por completo en el Tribunal de Apelaciones del Segundo Circuito de EE. UU. en diciembre de 2015. En un fallo de 2 a 1, el tribunal rechazó los argumentos de la fiscalía y confirmó la apelación de Gilberto. Si bien la decisión reconoció que las fantasías de violencia contra las mujeres contribuyen a una cultura de explotación y son un daño social masivo que degrada a las mujeres, el tribunal enfatizó que no todos los daños están destinados a ser abordados con la ley penal federal. El Segundo Circuito también revocó la condena de Gilberto por uso no autorizado de la base de datos.

    Fuera de la sala del tribunal, Gilberto Valle ofreció una disculpa formal a todos los que habían sido heridos, conmocionados u ofendidos por lo que describió como sus acciones infantiles. Hablando a las mujeres involucradas, dijo que solo esperaba que supieran que nunca estuvieron en peligro. Nunca haría las cosas de las que hablaba en internet. Nunca.

    El Legado de un Pensamiento Criminal

    El co-conspirador de Gilberto, Moody Blues, fue identificado más tarde como Dale Bolinger, de 57 años, un enfermero de Canterbury, Inglaterra. También enfrentó cargos de conspiración relacionados con el caso, así como cargos adicionales por delitos separados. Bolinger fue condenado por 11 cargos y sentenciado a 9 años de prisión, aunque fue liberado después de aproximadamente 3 años por buena conducta.

    El segundo co-conspirador de Gilberto, Mike Vanheis 81, había usado su nombre real como nombre de usuario en línea. Vanheis era un mecánico de 23 años de Nueva Jersey. También fue acusado y declarado culpable de conspiración para cometer secuestro y sentenciado a 7 años de prisión. El tercer co-acusado, Ali Khan, fue identificado como un hombre de Pakistán, aunque su identidad completa sigue siendo desconocida.

    Gilberto Valle ha hablado públicamente sobre su experiencia a través de varias entrevistas y participaciones en los medios. Apareció en un documental de HBO sobre su caso y es autor de unas memorias. Las reacciones al resultado de Gilberto siguen siendo mixtas. Mientras que algunas personas aceptan sus afirmaciones de fantasía, otras creen que realmente tenía la intención de dañar a las mujeres y que sigue siendo un peligro para la sociedad.

    Hasta el día de hoy, el caso continúa provocando un diálogo sobre varias cuestiones contenciosas, incluida la distinción entre pensamiento y acción, el papel de las plataformas en línea, el sensacionalismo de los medios y el público, y la libertad de expresión y el precedente legal. A menudo se cita como un ejemplo de vigilancia del pensamiento, donde alguien es castigado por sus ideas en lugar de por sus acciones. Lee Roland, director de políticas de la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles, explicó que no queremos darle al gobierno la capacidad de decidir qué fantasías cumplen con el listón de aceptabilidad de la policía del pensamiento. Ese listón es, con razón, alto. Si la Primera Enmienda protege a alguien que fantasea con violar, matar y comer violentamente a una mujer, va a proteger prácticamente cualquier cosa que estés pensando. Y eso es lo que significan los principios. Nos hacen sentir incómodos, y los aplicamos de todos modos. El caso de Gilberto Valle, el "Policía Caníbal", permanece como un inquietante recordatorio de los rincones más oscuros de la psique humana y de la delgada y controvertida línea que la ley traza entre la fantasía macabra y la intención criminal.