La Verdad Indigerible: Entre Demonios, Almas y Abismos Oceánicos
Bienvenidos una vez más a Blogmisterio, el espacio donde nos atrevemos a mirar más allá del velo de lo cotidiano. Hoy nos sumergiremos en una de las cronologías más inquietantes y complejas del fenómeno OVNI, una que se aleja de los platillos volantes de hojalata y se adentra en los corredores oscuros de la inteligencia, la espiritualidad y la propia naturaleza de nuestra existencia. Nos enfrentamos a una pregunta fundamental: ¿la verdad sobre las entidades no humanas es simplemente una cuestión de tecnología avanzada, o es algo tan profundo y aterrador que nuestra civilización no podría soportarlo?
Un ex alto cargo de la CIA, una figura envuelta en las sombras del secretismo, dejó caer una afirmación que resuena como un eco ominoso en el corazón de la ufología moderna. Dijo que la verdad sobre los OVNIs es, sencillamente, indigerible; demasiado terrible para ser contada a la humanidad. Esta no es una simple advertencia sobre el pánico a los hombrecillos verdes. Es una sentencia que apunta a una realidad que podría destrozar los cimientos de todo lo que creemos saber sobre nosotros mismos, nuestra historia y nuestro lugar en el cosmos.
Para desentrañar este enigma, debemos seguir el rastro de migas de pan dejado por una serie de informantes, denunciantes y, quizás, desinformadores profesionales. Personajes que han emergido de las agencias de inteligencia más secretas del mundo, no para mostrarnos naves, sino para susurrarnos al oído una historia mucho más extraña y perturbadora. Una historia que habla de propiedad, de almas, de demonios y de una guerra silenciosa que se libra por el control de nuestra conciencia.
Los Mensajeros del Miedo: ¿Informantes o Agentes del Caos?
En el laberíntico mundo de la divulgación OVNI, no todas las voces son lo que parecen. Internet, en sus profundidades, ha etiquetado a ciertas figuras como potenciales desinformadores, individuos cuya misión podría no ser la de revelar la verdad, sino la de sembrar una narrativa específica, a menudo una de miedo y desesperanza.
Dos nombres surgen con frecuencia en este contexto. El primero es Jim Semivan, un oficial superior retirado de la CIA con una carrera de 25 años en la sombra. Tras su retiro, Semivan se ha convertido en una voz prominente en podcasts y documentales, hablando abiertamente sobre el fenómeno. La pregunta que muchos se hacen es desconcertante: ¿un hombre que ha manejado los secretos más profundos de la nación decide de repente revelarlos con un micrófono y una cámara, sin consecuencias? Suena, como mínimo, peculiar.
Junto a él, a menudo se menciona al Dr. James Lacatski, otra figura controvertida a la que se le ha atribuido el papel de desinformador. Ambos, y otros como ellos, parecen converger en un mensaje central: la verdad no se nos revela porque es aterradora. La divulgación, según esta línea de pensamiento, no se frena por el miedo a la tecnología alienígena, sino porque la realidad subyacente destroza por completo nuestra concepción de la vida, la muerte y el alma.
Esta narrativa del terror no es nueva, pero ha ganado una fuerza inusitada al ser impulsada por individuos con credenciales de inteligencia impecables. Nos dicen que la realidad es una especie de Matrix, una granja humana donde somos un recurso. Nos hablan de un engaño cósmico, de entidades que nos ven no como iguales, sino como ganado. Este es un eco directo de las teorías de pensadores como Salvador Freixedo, quien en obras como La Granja Humana ya postulaba que la humanidad es un experimento o una fuente de alimento para seres de otras dimensiones.
Estos mensajeros del miedo nos pintan un cuadro desolador. Pero antes de aceptarlo como la única verdad, debemos mantener una sana dosis de escepticismo. ¿Es esta la revelación final, o es una cortina de humo diseñada para distraernos de una verdad aún más extraña? Por ahora, dejemos esta posibilidad en suspenso y adentrémonos en las afirmaciones de otros jugadores clave en este tablero de ajedrez cósmico.
Propiedad Cósmica: Las Revelaciones de John Lear
Pocos nombres en la historia de la conspiración resuenan con la misma fuerza que el de John Lear. Ex piloto de la CIA, condecorado y poseedor de múltiples récords de aviación, Lear era hijo de Bill Lear, el inventor del Learjet. Su linaje y su carrera le dieron acceso a círculos de poder y conocimiento vedados para la mayoría. Lo que Lear decidió compartir con el mundo va más allá de lo increíble; se adentra en el territorio de lo que él mismo describió como algo muy lejano a la comprensión humana.
Jeremy Corbell, un cineasta que se ha convertido en un conducto clave para la divulgación de material OVNI, afirmó haber mantenido conversaciones con Lear antes de su fallecimiento. En esas charlas, Lear le confió una de las ideas más perturbadoras imaginables. Según Corbell, Lear le explicó sin rodeos que nosotros, los seres humanos, somos propiedad. No en un sentido metafórico. Somos, literalmente, la propiedad de algo o alguien más.
Esta afirmación es la entrada a una madriguera de conejo de la que es difícil salir. Si somos propiedad, ¿quiénes son nuestros dueños? ¿Y cuál es su propósito para con nosotros? Lear no se detenía ahí. Sus aseveraciones eran de una escala que desafiaba la lógica. Afirmó, por ejemplo, que la Luna no es un satélite muerto y polvoriento, sino que está habitada por más de 250 millones de seres de apariencia humana. Mantenía un blog donde detallaba estas y otras teorías, un compendio de lo que podría considerarse conspiración en su máxima expresión.
Con el fallecimiento de John Lear, su voz se ha apagado, pero sus ideas persisten, flotando como fantasmas en la conciencia colectiva de quienes buscan respuestas. La idea de ser propiedad de una fuerza desconocida es la base sobre la que se construyen muchas de las teorías más oscuras, incluida la que sugiere que nuestro valor no reside en nuestro cuerpo físico, sino en algo mucho más sutil y preciado.
El Panteón Moderno: Grises, Nórdicos y el Despacho Oval
La cronología de la divulgación ha dado un salto cuántico en los últimos años con la aparición de David Grusch, un veterano condecorado de la Fuerza Aérea y ex oficial de inteligencia en la Agencia Nacional de Inteligencia Geoespacial. Grusch no es un teórico de internet; es un denunciante oficial que ha testificado bajo juramento ante el Congreso de los Estados Unidos sobre programas secretos de recuperación de naves de origen no humano.
Lo que hace que la información de Grusch sea tan explosiva es a quién se la ha comunicado. Según fuentes cercanas al proceso de divulgación, Grusch ha informado extensamente al representante Eric Burlison, una de las figuras políticas que impulsan la transparencia en este tema. Pero la cadena de información no se detiene ahí. Se afirma que el propio Donald Trump, durante su presidencia y posteriormente, fue informado sobre la realidad del fenómeno.
Imaginen la escena: el hombre más poderoso del mundo, en un briefing de alto secreto, escuchando de sus asesores de inteligencia que no estamos solos. Y no solo eso, sino que se le presentan las facciones principales que operan en nuestro planeta. Concretamente, se le habría hablado de dos grupos principales: los Grises y los Nórdicos.
Esta dicotomía no es nueva en la ufología, pero escucharla en el contexto de un briefing presidencial le otorga un peso completamente nuevo. La narrativa que se desprende de estas filtraciones es la siguiente:
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Los Nórdicos: Descritos como seres de apariencia humanoide, altos, de piel pálida y cabello claro, a menudo asociados con sistemas estelares como las Pléyades. Se les considera benévolos o, al menos, neutrales. Tecnológicamente, estarían avanzados en comparación con nosotros, pero no de una forma incomprensible, quizás unos cien años por delante. Se les asocia a menudo con figuras de «ángeles» o «mensajeros» en relatos antiguos.
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Los Grises: La imagen icónica del extraterrestre. Se dice que son entidades biológicas sintéticas, una especie de robots biológicos. Su avance tecnológico sería exponencialmente superior al nuestro y al de los Nórdicos. Sus capacidades se centrarían en el control mental y las tecnologías psiónicas. Su tecnología estaría intrínsecamente ligada a la conciencia. A ellos se les atribuyen las abducciones y las agendas más siniestras.
Tom DeLonge, el músico de Blink-182 que cofundó la Academia Hacia las Estrellas de las Artes y las Ciencias (TTSA) junto a figuras como Lue Elizondo, corroboró esta narrativa hace años. DeLonge afirmó haber sido informado por fuentes internas de que la realidad del fenómeno se asemeja a una batalla entre «ángeles» (los Nórdicos) y otras entidades menos benévolas (los Grises).
Así, el panorama que se nos presenta es el de una Tierra que es escenario de una compleja interacción, quizás un conflicto, entre diferentes facciones no humanas. Una facción que podría estar ayudándonos o guiándonos sutilmente, y otra con una agenda mucho más oscura y egoísta.
Ángeles, Demonios y la Terminología del Pentágono
Aquí es donde la historia toma un giro aún más extraño, abandonando el lenguaje de la ciencia ficción para abrazar el de la teología. Varios de los informantes más creíbles y condecorados, al describir la naturaleza del fenómeno, recurren a una palabra cargada de milenios de peso histórico y religioso: demoníaco.
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Michael Stratton: Un ejecutivo senior de inteligencia y defensa retirado, veterano de Irak y Afganistán, y ex participante en programas secretos como AATIP. Stratton, junto a Lue Elizondo, ha descrito cómo personal del Pentágono les confesó que consideraban a las entidades no humanas (NHI) como demoníacas.
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Ross Coulthart: Un reputado periodista de investigación australiano que ha estado en la vanguardia de la divulgación. Coulthart relató una conversación con un miembro de muy alto rango de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos. Cuando Coulthart le presionó, sugiriendo que sus creencias cristianas podrían estar interfiriendo con una comprensión científica del fenómeno, el oficial le respondió con una certeza escalofriante: «Ross, sé que esto es demoníaco. No deberíamos tener nada que ver con eso». Esta no era la opinión de un subordinado; era la conclusión de alguien en la cúspide de la pirámide, alguien que afirmaba que hay lugares a los que simplemente no pueden ir porque son, en sus propias palabras, malvados.
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David Grusch: El propio informante estrella no rehúye esta terminología. En una declaración sorprendente, afirmó que tecnológicamente se podría cuantificar a estas entidades como ángeles o demonios. Sugirió que lo que estamos presenciando con el fenómeno OVNI es probablemente solo otra faceta del mismo fenómeno que las religiones han intentado describir a lo largo de la historia.
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Diana Pasulka: Para añadir una capa de rigor académico a esta convergencia, encontramos a Diana Pasulka, profesora de estudios religiosos en la Universidad de Carolina del Norte. Pasulka, inicialmente escéptica, se sumergió en una investigación que la llevó a interactuar con científicos de alto nivel que estudian materiales de OVNIs estrellados y que, al mismo tiempo, son profundamente religiosos. Su investigación la convenció de que las experiencias con estas entidades y sus vehículos son reales y suceden en la actualidad, a menudo acompañadas de mensajes y comunicaciones que reflejan las revelaciones religiosas del pasado. Describe su propia transformación como un año de shock, al darse cuenta de que los seres que su propia religión describía de forma abstracta, como los ángeles, podrían ser una realidad tangible y presente.
Esta convergencia es quizás la parte más indigerible de la verdad. ¿Y si el fenómeno no es extraterrestre en el sentido clásico, sino interdimensional o extra-temporal? ¿Y si las entidades que nuestros antepasados llamaron ángeles, demonios, djinns o dioses son las mismas que hoy pilotan los OVNIs? El fenómeno parece adaptarse a nuestro paradigma cultural. Antiguamente, se manifestaba en carros de fuego y con seres alados. Hoy, en una era tecnológica, se manifiesta en naves metálicas y con seres de grandes ojos. El actor cambia de vestuario, pero la obra parece ser la misma.
Esto implica que ha existido una facción negativa, a la que podríamos llamar demoníaca, que ha estado interactuando con la humanidad a lo largo de toda su historia, con una agenda persistente. Y si existe esta facción, ¿qué es lo que desean de nosotros? La respuesta a esa pregunta puede ser el secreto más oscuro de todos.
La Moneda del Reino: El Alma Humana
Todas las pistas, desde todas las direcciones, parecen converger en un único y aterrador punto: el alma.
En una discusión entre informantes que ha circulado ampliamente, se articula la teoría que une todas las piezas del rompecabezas. Se cita a Bob Lazar, el famoso denunciante del Área 51, quien supuestamente afirmó hace décadas que los extraterrestres nos ven como contenedores para el alma. Pensemos en esa frase por un momento. No somos los habitantes, no somos los usuarios. Somos el recipiente. Para algunos, esto implica una prisión para el alma.
Esta idea se ve reforzada por otros informantes. Matthew Brown, la fuente detrás de los documentos del proyecto Immaculate Constellation, afirmó a principios de este año que no somos libres, que esta realidad es mucho más compleja de lo que nos han permitido creer. Lue Elizondo, de manera más críptica, dejó caer la posibilidad de que no estemos en la cima de la cadena alimentaria.
Si unimos los puntos, emerge una hipótesis espeluznante: la facción negativa de entidades no humanas, los llamados Grises o demonios, no están interesados en nuestros recursos naturales, como el agua o el oro. Están interesados en la energía sutil que anima nuestros cuerpos, en la conciencia, en lo que a lo largo de la historia hemos llamado el alma.
¿Podría ser un proceso de alimentación? Suena descabellado, pero encaja con la narrativa de la granja humana de Freixedo y con la idea de no estar en la cima de la cadena alimentaria. ¿O quizás es un proceso de mejora o cosecha? Algunas teorías sugieren que la Tierra es una especie de escuela o campo de entrenamiento para las almas, y que estas entidades interfieren en ese proceso para su propio beneficio. Un informante relacionado con DARPA relató un supuesto encuentro con una entidad que le dijo que, aunque podía destrozar su cuerpo físico, no podía robar su alma. Esto sugiere que el alma tiene un valor intrínseco y que, quizás, requiere de nuestro consentimiento o de ciertas condiciones para ser «tomada».
Todas las narrativas oficiales que se están filtrando, de una forma u otra, apuntan en esta dirección. Hablan de facciones negativas, de un interés profundo en la biología y la conciencia humana, y de una conexión con lo que históricamente se ha llamado el alma. Nunca se oye hablar de buenas noticias, de soluciones para la guerra o el hambre. El mensaje subyacente es siempre inquietante.
Una Dosis Necesaria de Escepticismo
Ante un panorama tan sombrío, es imperativo dar un paso atrás y analizar la situación con una mente crítica. Todas estas afirmaciones provienen de personas que trabajaron en la CIA, en la DIA, en el corazón del aparato de inteligencia. Han pasado décadas operando en un mundo de engaño, contraengaño y operaciones psicológicas. Y ahora, uno tras otro, emergen con micrófonos y cámaras para contar una historia coherente, pero invariablemente aterradora.
Y sin embargo, a pesar de sus afirmaciones categóricas, no presentan ni una sola prueba tangible. Ni un documento verificado, ni una fotografía clara, ni un trozo de metal exótico. Nada. Solo palabras. Palabras que, curiosamente, siempre giran en torno al mismo eje: el miedo. Miedo a ser propiedad, miedo a ser alimento, miedo a las entidades demoníacas.
El miedo es la herramienta de control más poderosa que existe. El miedo vende libros, documentales y conferencias. Una facción disidente de alguna coalición no humana podría estar interactuando negativamente en la Tierra, sí, es una posibilidad que encaja con muchos datos históricos y testimonios. Pero de ahí a aceptar que toda nuestra realidad es un caos controlado y una prisión para el alma, hay un gran trecho.
No podemos permitirnos vivir en un mundo donde el paradigma dominante sea el terror cósmico. Porque si lo hacemos, ya hemos perdido. Es crucial recordar que por cada historia de abducción traumática, hay relatos de contactos positivos, de experiencias transformadoras y de información inspiradora. ¿Dónde está la luz en este relato oficial de oscuridad? Parece estar deliberadamente escondida, eclipsada por la narrativa del miedo. Debemos preguntarnos por qué.
Una Esperanza desde las Profundidades: El Secreto de los Océanos
Para finalizar nuestro viaje, abandonemos por un momento los cielos hostiles y las dimensiones demoníacas, y sumerjámonos en las profundidades de nuestros propios océanos. Aquí, en el último gran misterio de nuestro planeta, podría residir una respuesta muy diferente y, quizás, mucho más esperanzadora.
En 1989, el director James Cameron estrenó una película magistral llamada The Abyss (El Abismo). La trama gira en torno a un equipo de una plataforma petrolífera submarina que entra en contacto con una civilización no humana, inteligente y muy avanzada, que vive en las fosas oceánicas más profundas. Estos seres, de una belleza etérea, han estado observando a la humanidad y están profundamente preocupados por nuestra naturaleza autodestructiva. En un momento culminante, demuestran su poder para controlar el agua, amenazando con ahogar las costas del mundo para poner fin a nuestra locura, aunque finalmente deciden darnos otra oportunidad.
Una historia de ciencia ficción hermosa y profunda. Pero, ¿y si fuera algo más? Si uno observa los créditos finales de la película, un nombre destaca de forma anómala: Raytheon Marine Co.
¿Qué hace una de las mayores corporaciones industriales y contratistas de defensa militar de los Estados Unidos en los créditos de una película sobre extraterrestres submarinos? Raytheon, fundada en 1922, es un pilar del complejo militar-industrial, a la par de gigantes como Lockheed Martin. Su división marina, Raytheon Marine Co., se formó a partir de la fusión con la Submarine Signal Company en 1946. Son expertos en sonar, en tecnología submarina, en todo lo que tiene que ver con la guerra y la vigilancia bajo el agua.
La presencia de su nombre en los créditos de The Abyss es, como mínimo, una coincidencia asombrosa. ¿Fue una simple asesoría técnica, o fue una forma sutil de «disclosure», de sembrar una idea en la conciencia pública? La idea de que las entidades no humanas no vienen de las estrellas, sino de nuestro propio planeta. Que siempre han estado aquí, en los vastos y desconocidos abismos oceánicos, bajo la corteza terrestre o en las heladas tierras de la Antártida.
Esta hipótesis, la de los seres intraterrestres o «criptoterrestres», explicaría muchas cosas: la aparición de OVNIs saliendo y entrando en el agua (los ahora llamados USOs u Objetos Sumergibles No Identificados), las extrañas anomalías magnéticas en el fondo del mar, y el secretismo que rodea a lugares como la Antártida.
Quizás la verdad indigerible no es que somos propiedad de demonios, sino que compartimos nuestro planeta con una civilización mucho más antigua y sabia que nosotros. Quizás el verdadero secreto es que nunca hemos estado solos, ni por un solo instante de nuestra historia.
Nos encontramos en una encrucijada de realidades. Por un lado, la narrativa del miedo, la prisión y la cosecha de almas. Por otro, la posibilidad de vecinos silenciosos en las profundidades, guardianes de un misterio tan antiguo como el propio planeta. La verdad, probablemente, yace en algún lugar entre estos extremos. Pero mientras navegamos por estas aguas turbulentas, debemos aferrarnos al positivismo. Somos supervivientes, exploradores de la conciencia, y nuestro destino final aún no está escrito. El misterio continúa, y en Blogmisterio, seguiremos explorándolo juntos.
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